Héctor Alterio vuelve a los escenarios bajo la dirección de Ángela Bacaicoa y acompañado de la música de Juan Esteban Cuacci con Una pequeña historia, una obra íntima cargada de recuerdos y vivencias de una larga vida. Un viaje entre Buenos Aires y Madrid a través de los versos, la música y la emoción que nos traen de regreso a los recuerdos de años pasados.
Una pequeña historia relata como Héctor, en 1974 llegó a España de Buenos Aires para representar la película La Tregua. Sin embargo, cuando quiso regresar, ya no había aviones de vuelta para él. Madrid se convirtió en su nuevo escenario, en el que tuvo que acomodarse al dolor del exilio acompañado de los versos de León Felipe que, como él, era un hombre de teatro y exiliado político. Se convirtió en un trovador, recorriendo el país, recitando estos versos del español que también hizo suyos.
Desde El Apuntador conversamos con Hector Alterio, para conocer de primera mano sus impresiones y experiencias con Una pequeña historia.
El Apuntador: Una pequeña historia nos traslada directamente a su historia, a sus vivencias más íntimas, ¿ha resultado sencillo interpretar este papel? ¿Resulta más complicado hacer de uno mismo o interpretar a otros?
Ahora mismo me encuentro casi al final de mi carrera. Siempre he hecho lo mismo y de cualquier manera estoy habituado a hacer este tipo de cosas que me resultan sumamente familiares. Con esto no quiero decir que no profundice en el papel o que lo haga todo superficialmente, no es así. Sigo haciendo el trabajo con mucho gusto, siempre como si fuera la primera vez y creo que eso me da un resultado estupendo.
El Apuntador: ¿Cómo definiría Una pequeña historia?
Definiría Una pequeña historia como una pequeña verdad que se encuentra en lugares inesperados. Algo que el público sabe que puede o no ocurrir y que provoca un interés y una curiosidad en el espectador. Todo eso contribuye a que yo tenga los elementos como para poder disfrutar mientras trabajo y eso es lo que me está provocando esta intervención aquí. Me genera curiosidad, divertimento, inquietud y me encuentro a la espera de que el público lo pase igual de bien.
“DEFINIRÍA UNA PEQUEÑA HISTORIA COMO UNA PEQUEÑA VERDAD QUE SE ENCUENTRA EN LUGARES INESPERADOS.”
Héctor Alterio
El Apuntador: ¿Cómo se siente al volver a los escenarios en este punto de su vida? ¿Le gustaría seguir interpretando personajes y continuar subiendo a las tablas en un futuro?
Me siento bien en los escenarios. En ocasiones tengo cierta presunción un poco exagerada por mi parte. Intento no darle importancia a esa vanidad que de pronto me surge, yo quiero evitarla porque al final es el trabajo de toda mi vida, es lo que he repetido siempre y, afortunadamente, a pesar de las cientos de veces que lo he hecho, siempre tengo la sensación de que es la primera vez que me subo al escenario y eso me favorece mucho, ojalá me dure.
No sé si me veo en un futuro haciendo otros personajes pero sí que sé cómo me siento. A veces siento un poco el cansancio a la hora de interpretar pero lo disfruto, es un poco loco pero disfruto de ese cansancio, me regodeo en él y digo: es natural, es normal, que siga. Estoy jugando con ese cansancio como si fuera la primera vez.
El Apuntador: ¿Ha sido complicado volver a revivir estos años tan difíciles en escena?
Aunque sea complicado, la sensación que tengo es de conocer el final de esas situaciones difíciles y al conocerlo me da cierta autoridad y me puedo aprovechar de eso. Lo paso estupendamente bien pero en todo momento sé lo que va a ocurrir y tengo la certeza de que no me va a venir el golpe de atrás, lo tengo todo de frente.
El Apuntador: Una pequeña historia nace de un perfecto tándem entre Ángela y usted, además de, por supuesto, la música de Juan Esteban Cuacci, ¿cómo ha sido trabajar mano a mano con ellos?
A sabiendas de que en todo momento sé lo que voy a hacer, de pronto escucho sonidos y situaciones provocados desde la imaginación de mi mujer sobre el espacio y cómo hay que moverse en él. Todo eso lo tomo como un puñado de posibilidades positivas, y tanto lo de Cuacci como lo de mi mujer son cosas a las que me aferro porque sé que son para mi bien, para mi regodeo y lo tomo así. Ha sido un verdadero placer trabajar con ellos.
El Apuntador: ¿Qué sensaciones te gustaría dejar en el público cuando salen de ver Una pequeña historia? ¿Por qué el público no debe perderse esta obra?
Yo no estoy dentro del público, pero siento su respuesta y eso a mi me favorece muchísimo porque me aferra, me sitúa y me define, que al final es parte de mi trabajo. El aplauso, el entusiasmo con que responden a lo que yo les ofrezco determinan que lo han pasado muy bien. Esa nostalgia, esa angustia que aparentemente parecería algo un poco impropio al estar disfrutando del dolor de los demás, son emociones y es un dolor provocado por mí, no como una venganza ni mucho menos, sino que le estoy contando cosas que me pasan a mí. Ahora bien, si el público lo toma como que a ellos también les afecta pues eso es un problema que yo no lo puedo determinar, y doy mi verdad, con eso me soluciono todos los problemas.
El Apuntador: Después de tantos años, ¿sigue sintiendo la misma ilusión al subirse al escenario? ¿Cómo se mantiene la pasión por esta profesión?
Por supuesto, mientras la ilusión y la inquietud exista, ya sea menos o más profunda, más o menos alargada, a mi me favorece muchísimo porque me mantiene vivo en el proceso. No estoy dormido, no estoy haciendo una repetición sino que me está pasando de nuevo, lo revivo, me está doliendo y soy consciente de ello. Mientras eso ocurra, estoy en el mejor de los mundos.
El Apuntador: ¿Sigue habiendo nervios después de tantos años en el escenario?
Sí por supuesto, son nervios que me favorecen, me mantienen vivo, se que hay alguien ahí que me está esperando y no lo quiero defraudar.
Una pequeña historia