Han pasado casi 80 años desde la guerra que acompañó a la partición de Palestina bajo el Mandato británico y la creación del Estado de Israel. Sin embargo, los refugiados árabes creados por esos acontecimientos no sólo no fueron integrados en sus países anfitriones u otros, sino que ahora son nueve veces más numerosos. A lo largo del camino, los líderes políticos e intelectuales palestinos, tanto seculares como religiosos, establecieron el dogma de que ninguna solución al conflicto con Israel es posible sin el retorno de estos «refugiados» a sus hogares originales en lo que ahora es Israel. Como declaró Hanan Ashrawi, integrante del Comité Ejecutivo de la OLP, en 2007: «No hay un solo palestino que renuncie a los derechos de los refugiados. Un líder que diga que lo hará … perderá credibilidad entre su propio pueblo». En 2009, Saeb Erekat, jefe del Departamento de Negociaciones de la OLP, insistió en el mismo mensaje: «El derecho al retorno es un derecho privado de cada refugiado palestino y los Estados no tomarán ninguna decisión al respecto».
A generaciones de palestinos se les ha enseñado desde la infancia que Israel es y siempre será palestina y árabe y que acabará siendo recuperada por millones y millones de “refugiados”, quienes han de borrar el carácter judío del país y, literalmente, a sus habitantes judíos. Si bien todos los intentos de negociación con los palestinos han estado plagados de retos, la cuestión de los «refugiados» siempre se ha descrito como la más espinosa y difícil de resolver. El hecho de que este problema siga vigente se debe sobre todo al crecimiento meteórico y contraintuitivo de los refugiados palestinos, cuando todos los demás grupos desplazados tras la Segunda Guerra Mundial han sido reasentados hace tiempo.
¿Cómo ha sido posible que esto ocurriera?
Mucha gente nunca oyó hablar o sabe poco de la historia y el funcionamiento de la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Próximo, conocida como UNRWA. Pese a que rara vez se la mencione en relación con el conflicto árabe-palestino-israelí (al menos hasta hace poco), UNRWA no sólo es un actor importante en este conflicto, sino que representa uno de los mayores obstáculos para su resolución.
Antes de entrar en detalle, es útil describir brevemente su agencia hermana en la ONU: ACNUR. Formalmente conocida como el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR fue creada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1949 para ayudar a los millones de personas desplazadas como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. Posteriormente, su mandato se amplió para abarcar a título universal a todas las personas huidas de conflictos o persecuciones. En la actualidad, ACNUR trabaja en 135 países, ayudando a los refugiados a integrarse en el país de acogida o a reasentarse en otro lugar. Como se señala en el propio sitio web de la agencia «Trabajamos con ahínco para proteger y asistir a los refugiados, pero nuestro objetivo final es encontrar soluciones que les permitan reconstruir sus vidas».
UNRWA también se creó en 1949 y comenzó a funcionar un año más tarde. Sin embargo, a diferencia de ACNUR, esta agencia recibió un mandato temporal, aunque renovable. Además, de forma excepcional, se le encomendó la protección de una única población desplazada: los árabes palestinos. Se definió a los beneficiarios como «personas cuyo lugar de residencia normal era Palestina durante el periodo comprendido entre el 1 de junio de 1946 y el 15 de mayo de 1948, y que perdieron tanto su hogar como sus medios de subsistencia a consecuencia de la Guerra de 1948».
Sin embargo, UNRWA amplió esta definición paulatinamente para abarcar a todos los descendientes de aquellos refugiados por línea masculina. Además, en 1992, UNRWA reabrió su proceso de registro para permitir que las personas que antes no estaban registradas obtuvieran el estatuto de refugiado. Y a partir de 2006, los esposos de mujeres «refugiadas» y sus descendientes también tienen derecho a recibir los servicios de UNRWA. En total, UNRWA tiene inscritos unos 5,9 millones de refugiados palestinos, además de otros 685.000 con derecho a sus servicios. Así, una agencia creada en 1949 para encauzar a 700.000 palestinos desplazados y hacerlos autosuficientes, ha propiciado en su lugar una expansión de su lista de beneficiarios sin solución de continuidad.
El sitio web de UNRWA afirma que la agencia «ha contribuido al bienestar y al desarrollo humano de cuatro generaciones de refugiados palestinos», al tiempo que reconoce que las condiciones en los «campos de refugiados» siguen siendo pésimas y que sus residentes viven en la pobreza, a menudo con escasos derechos, y dependen de UNRWA para acceder a educación y sanidad. Para justificar el hecho de no haber logrado integrar o reasentar a los desplazados originarios, añade: «A diferencia de ACNUR, UNRWA no tiene mandato para reasentar a los refugiados palestinos y carece de autoridad para buscar soluciones duraderas para los refugiados». Leer esta asombrosa explicación suscita una reflexión sencilla y evidente: si durante 76 años UNRWA ha demostrado ser orgánicamente incapaz de hacer posible que un grupo de personas desplazadas reconstruya sus vidas, no tiene razón de existir y sólo cabe su disolución. Al fin y al cabo, el mandato de la UNRWA fue temporal desde un principio, periódicamente sujeto a renovación por parte de la Asamblea General de la ONU.
Ya sería bastante grave que UNRWA simplemente hubiera fracasado en su misión y se hubiera convertido en una burocracia excesiva, alejada de sus objetivos originarios o mal equipada para atenderlos. La realidad es mucho peor y más oscura. A lo largo de los años, esta agencia se ha convertido en un instrumento eficaz para promover una ideología palestina de suma cero que reclama el dominio de todo el territorio israelí y busca la destrucción del Estado judío. Aunque nominalmente imparcial, UNRWA es ahora, de hecho, una organización árabe palestina.
El carácter palestino de UNRWA se manifiesta de varias maneras. La más evidente es la composición de su personal. Aparte de un pequeño número de funcionarios internacionales que ocupan los puestos más altos de la organización y son su cara pública en el escenario mundial, los empleados de UNRWA (el 99% del total) son palestinos registrados como refugiados. Suman más de 30.000, entre profesores, enfermeras, médicos, personal sanitario y trabajadores sociales y de apoyo.
La toma de control de la UNRWA por parte de sus beneficiarios no es simplemente una cuestión de la etnia del personal. Hace tiempo que la agencia abandonó cualquier atisbo de neutralidad en el conflicto con Israel; sus altos funcionarios emiten comentarios políticos de manera constante. Por ejemplo, en 2007, la comisaria general Karen Abu Zayd dijo de Israel: «[E]xiste una sorprendente continuidad histórica en el enfoque sistemático de utilizar una fuerza abrumadora y desproporcionada en nombre de la seguridad; de separar y excluir a los palestinos de la corriente principal; de expulsarlos de sus tierras; y de ocupar tierras palestinas».
El sitio web de UNRWA España es ilustrativo en este sentido. En él, es difícil leer más de una frase sin toparse con expresiones tendenciosas o falsedades descaradas. Junto con referencias a Gaza como «la mayor cárcel a cielo abierto jamás conocida” o a los «refugiados» palestinos como «6 millones de personas sobreviviendo en una situación crítica desde 1948», se nos presenta una cronología de acontecimientos importantes que incluyen la «Masacre en Yenín» del 3 de abril de 2002. Con este título calumnioso, UNRWA se hace eco de las aseveraciones formuladas en ese entonces por altos funcionarios de la OLP y la Autoridad Palestina, quienes aseguraban que entre 500 y miles de palestinos inocentes habrían sido asesinados por las FDI y enterrados en fosas comunes. En realidad, según trascendió poco después, la batalla de Yenín fue un enfrentamiento armado entre tropas israelíes y terroristas palestinos en un difícil entorno urbano, en el que murieron 23 soldados israelíes y 52 palestinos, la mayoría de ellos combatientes. Si la perversión de los hechos y el uso de un lenguaje incendiario por parte de UNRWA es escandaloso, la decadencia ética de la agencia se pone claramente de manifiesto en su página sobre Neutralidad, con la advertencia de que «los agentes humanitarios no deben tomar partido en las hostilidades ni participar en controversias de carácter político, racial, religioso o ideológico. Para la comunidad humanitaria internacional, la neutralidad es un requisito fundamental para llevar a cabo su labor”. Cabe suponer que UNRWA acata este dictado al negarse a favorecer a la Yihad Islámica frente a Hamás.
UNRWA no hace ningún esfuerzo por disuadir a los partidarios o miembros de Hamás (o de cualquier otro grupo terrorista) de que se incorporen a su staff. Altos cargos de UNRWA han defendido sistemáticamente el derecho de Hamás a ser tratado como un movimiento político representativo y de primera importancia. Por ejemplo, en 2004, Peter Hansen, en aquel entonces comisionado general de la UNRWA, comentó casualmente a un entrevistador: «Oh, estoy seguro de que hay miembros de Hamás en la nómina de la UNRWA y no lo veo como un delito… no hacemos una investigación política ni excluimos a personas de una persuasión frente a otras».
La relación simbiótica y tóxica entre UNRWA y Hamás quedó muy bien sintetizada por Musa Abu Marzook, un destacado dirigente de Hamás, que recientemente declaró al canal árabe de Russia Today: «El 75% de la población de Gaza son refugiados, y es responsabilidad de la ONU protegerlos». Al incluir en las listas de la UNRWA a 1,6 millones de gazatíes, la mayoría de los cuales nunca podrían considerarse refugiados según ninguna definición objetiva del término, la agencia se asegura su propio futuro. A su vez, Hamás se libera de la carga de cuidar de su población y, en cambio, puede desviar la ayuda exterior y otros recursos para alimentar su maquinaria de terror.
Al ofrecer apoyo a Hamás como «movimiento político», UNRWA, como organismo de las Naciones Unidas, tiende un manto de legitimidad sobre el grupo terrorista. Además, a sabiendas o por indiferencia, permite a Hamás adoctrinar a la juventud gazatí a través del sistema escolar de UNRWA y utilizar las instalaciones de la agencia con fines militares. Tras la masacre del 7 de octubre, Israel ha descubierto que más de 450 empleados de UNRWA son operativos militares de diversas organizaciones terroristas, y que las instituciones de la agencia fueron utilizadas repetidamente por Hamás como arsenales, almacenes, instalaciones militares y servidores informáticos encubiertos. Para proteger esta relación mutuamente beneficiosa, Hamás aprovecha cualquier oportunidad para destacar la importancia crucial de UNRWA a la hora de allanar el camino para la destrucción de Israel. En una declaración del 27 de enero de 2024, Hamás recordó abiertamente a la agencia que su papel es principalmente político e ideológico, «un papel que defiende los derechos de los refugiados a los que representa: ante todo, su derecho a la protección y a resistir a la ocupación por todos los medios legítimos, así como su derecho a regresar a los hogares de los que fueron expulsados por la fuerza». Los estatutos de Hamás dejan muy claro que resistencia significa violencia, que la ocupación se refiere a todo el territorio israelí y que el derecho al retorno es el paso previo a la eliminación del Estado judío.
La mayor parte del presupuesto de UNRWA (58%) se destina a la educación. Al mismo tiempo, según su propio sitio web, la agencia tiene una «política de tolerancia cero hacia la discriminación o la incitación al odio y la violencia en sus escuelas, materiales educativos o en cualquiera de sus operaciones». En la práctica, sin embargo, UNRWA se burla de esta política.
El Instituto para el Monitoreo de la Paz y la Tolerancia Cultural en la Educación Escolar (IMPACT-se) es una ONG que supervisa el contenido de los libros de texto escolares en cuanto a su adhesión a las normas de paz y tolerancia, en consonancia con las declaraciones y resoluciones de la UNESCO y la ONU. En sus informes de marzo y noviembre de 2023 sobre los libros de texto utilizados por UNRWA, IMPACT-se enumera múltiples casos de violaciones de estas normas. Un ejemplo es un ejercicio de comprensión de lectura creado por UNRWA para alumnos de 9º grado en la Escuela Secundaria Al Maghazi para Niños B de UNRWA (Gaza), que celebraba un ataque palestino con bombas incendiarias contra un autobús judío como una «fiesta de barbacoa». Otro ejemplo, tomado de la Escuela Primaria Al-Zaytun de UNRWA (Gaza), muestra que a los alumnos de quinto grado se les enseñaba a glorificar a Dalal Mughrabi como modelo a seguir. Mughrabi fue una terrorista que llevó a cabo la Masacre de la carretera costera de 1978, en la que 38 civiles israelíes, entre ellos 13 niños, fueron asesinados en un autobús civil.
El informe IMPACT-se de noviembre de 2023 concluye que «[u]na ineludible veta de odio e incitación atraviesa estos diversos materiales didácticos». Además, conjetura: «Es muy probable que las inquietantes opiniones expresadas sean compartidas por muchos otros colegas de UNRWA. Es igualmente probable que muchos otros que fueron educados en escuelas de UNRWA se hayan convertido en terroristas de Hamás».
UNRWA no produce sus propios libros de texto, sino que utiliza los del país anfitrión, que en el caso de Cisjordania y Gaza significa el plan de estudios de la Autoridad Palestina. Según el director general de IMPACT-se, Marcus Scheff, «[e]l plan de estudios de la AP es el peor del mundo suní… sin ninguna mención a la posibilidad de paz con Israel, pero [con] antisemitismo, entusiasmo por la violencia, ejemplos de que la yihad es lo más importante en la vida, que la muerte es mejor que la vida, que es bueno degollar al enemigo». La agencia afirma que debe utilizar estos materiales, pero nunca ha amenazado a la AP con cerrar las escuelas de UNRWA a menos que se eliminen los contenidos inaceptables. En lugar de ello, simplemente ha seguido la corriente, exponiendo a sus alumnos al adoctrinamiento antisemita y antiisraelí.
Sin embargo, UNRWA produce material didáctico complementario. En él, un informe anterior de IMPACT-se identificó «numerosos casos de … materiales marcados con el logotipo de UNWRA que contenían incitación a la violencia, demonización de Israel, que fue borrado de los mapas, apoyos a la yihad y al martirio, promulgación de libelos y conspiraciones antisemitas, y falta de promoción de la paz». A pesar de las garantías de que los materiales problemáticos se retirarían o modificarían, los informes posteriores siguieron revelando las mismas violaciones u otras similares.
En resumen, UNRWA ̶ una agencia de la ONU ̶ enseña y distribuye materiales en sus escuelas de Cisjordania y la Franja de Gaza que son contrarios a las normas básicas de paz, tolerancia, pluralismo y democracia. Además, como demuestran varios informes de distintas ONG, los profesores, las escuelas y los departamentos de educación de UNRWA llaman regularmente a asesinar judíos, demonizan a los israelíes y animan al martirio, amplificando este mensaje en las redes sociales. A consecuencia, generaciones de niños y adolescentes palestinos están expuestos a visiones nacionalistas y religiosas extremas modeladas en la violencia y el odio antisemita, convirtiéndolos en objetivos fáciles para el reclutamiento
La principal razón de que los refugiados palestinos sean un obstáculo infranqueable para la paz es su número desmedido, que en pocos años superará probablemente a la actual población judía de Israel. Lo absurdo de esta situación se hace patente cuando recordamos sus inicios. El desplazamiento de los árabes palestinos se produjo hace 76 años, en el contexto de una guerra iniciada por el Alto Comité Árabe (órgano político central de los árabes palestinos) y las naciones árabes circundantes. Las hostilidades contra la comunidad judía en Palestina en 1947, y la invasión del Estado de Israel en 1948 con ánimo de aniquilarlo, fueron fruto del rechazo palestino y árabe en general a la resolución de las Naciones Unidas que aprobaba la división de Palestina entre árabes y judíos. Cuando se declaró el armisticio en 1949, algo más de 700.000 palestinos habían huido o habían sido expulsados de Israel. Unos 276.000 se trasladaron a Cisjordania y unos 175.000 huyeron a la Franja de Gaza. Así, casi el 65% de los refugiados se convirtieron en desplazados internos, es decir, dentro de las fronteras de la Palestina árabe. La mayoría del resto huyó al Líbano, Jordania y Siria.
Paralelamente, durante el periodo 1945-1950, decenas de millones de personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares en todo el mundo. Los mapas de Europa y Asia se reconfiguraron a medida que surgían nuevas naciones. Las antiguas comunidades judías de los países árabes y musulmanes, algunas de ellas milenarias, sufrieron oleadas de pogromos sancionados por los estados y quedaron prácticamente vacías; unos 900.000 judíos huyeron o fueron expulsados, en muchos casos tras ser despojados de su nacionalidad y sus bienes. Todos estos desplazados, ya fueran polacos, alemanes o paquistaníes, o judíos iraquíes, egipcios o tunecinos, fueron reasentados. La mayoría de los judíos de Oriente Medio y el Norte de África fueron absorbidos en Israel, en aquel momento una nación pobre e incipiente en estado de guerra permanente y no por elección propia.
Sólo los palestinos permanecieron desplazados, y su número aumentó en lugar de disminuir, gracias a la definición excesivamente amplia del término refugiado por parte de UNRWA y al permiso de la agencia para legar ese estatus a las generaciones venideras. En la actualidad, entre las personas que figuran en las listas de UNRWA hay millones que, según parámetros universalmente aceptados, no se considerarían refugiados. Conforme a la Convención de la ONU sobre el Estatuto de los Refugiados, adoptada en 1951, si una persona que huye de la persecución ha adquirido la ciudadanía del país en el que ha buscado refugio, no puede recibir el estatus de refugiado. Esto también corresponde si la persona ha adquirido los derechos de un ciudadano en su país de refugio, incluso sin haber adquirido la ciudadanía. ACNUR utiliza esta norma en su tratamiento de cualquier persona desplazada en todo el mundo; UNRWA, en cambio, no.
James G. Lindsay, antiguo director jurídico y asesor de UNRWA, que ha escrito mucho sobre este tema, examinó la situación de ciudadanía de los 5,9 millones de palestinos inscritos en UNRWA. Sus conclusiones son claras: si las exclusiones de ACNUR se aplicaran a los palestinos, la gran mayoría perdería su estatus de refugiado. Esto sería así