Hoy en día las aves del paraíso son admiradas por su brillante plumaje y sus exquisitos rituales de cortejo, pero hace cinco siglos se pensaba que no tenían patas lo que contravenía el conocimiento de la naturaleza que se tenía en la época. Son un buen ejemplo del vínculo entre la ciencia y el arte.
La historia del ave del paraíso comienza a principios del siglo XVI, con los relatos de los primeros viajeros y comerciantes que exploraron Nueva Guinea y el archipiélago de las Molucas en busca de nuevas rutas para el comercio de especias. Las pruebas de los viajeros acerca de estas aves, junto con la ausencia de patas en los ejemplares preservados, parecía sugerir que se trataba de seres etéreos que vivían en el aire y nunca se veían obligados a tocar tierra.
Inicialmente se les llamó con el nombre latino de apode o el indígena manucodiata que significa: ave de Dios que protege a los guerreros en la lucha para que no reciban heridas. La falsa creencia de su naturaleza ápoda contradecía la afirmación de Aristóteles que sostenía que todas las aves tenían patas, aunque fuesen muy pequeñas. Ocurre, que los exploradores y comerciantes europeos adquirían ejemplares disecados por los cazadores de las Molucas, los cuales para conservar sus preciosos plumajes les cortaban las patas y a veces también las alas o la cabeza, además de eviscerarlas.
Entre los primeros testimonios acerca de estos pájaros, está el del explorador y cronista italiano Antonio Pigafetta, que fue uno de los miembros de la expedición que, al mando de Juan Sebastián Elcano tras la muerte de Fernando de Magallanes, había completado la primera vuelta al mundo. Pigafetta en 1521, cuando la expedición estaba a punto de abandonar las islas Molucas, hace referencia a dos ejemplares muertos de los que hace una breve descripción, indicando: “las patas, del grueso de una pluma de escribir y de un palmo de largo”.
El naturalista y bibliógrafo suizo Conrad Gesner en el volumen de su Historiae animalium dedicado a las aves, publicado en 1555, de acuerdo con la información que le pasaban sus corresponsales, ratificó la hipótesis de la ausencia de patas, con lo que también contribuyó a la fama legendaria del ave del paraíso. En su obra, Gesner incluyó también una imagen que pronto se convertiría en un referente iconográfico.
Por su parte, el naturalista Ulisse Aldrovandi en su Ornithologiae publicada en 1599, recopiló la información que había sobre las aves del paraíso, ofreciendo junto a la imagen publicada por Gesner, otras cuatro especies de aves del paraíso, todas ellas desprovistas de patas. Sin embargo, Aldrovandi fue muy crítico con la leyenda de que viviese sólo en el aire, en perpetuo movimiento.
Uno de los inconvenientes que planteaba la historia natural a finales del siglo XVI y comienzos del XVII era que fueron muy pocos los que pudieron observar directamente un ejemplar de ave del paraíso muerta, y ningún europeo las había visto vivas aún, por lo que había un problema de verosimilitud. Hubo que esperar hasta la década de 1820, para que el naturalista francés René Primevère Lesson, las observara vivas por primera vez.
Podemos conocer su historia a través del comercio, el coleccionismo, la literatura de viajes o la pintura. Aunque en las primeras ilustraciones, en las que se incluye el grabado publicado por Gesner, el ave era representada sin patas, en el siglo XVII el pintor Jan Brueghel el Viejo comenzó a retratar aves del paraíso con patas. Por ejemplo, en El Jardín del Edén (1600), una de las aves está posada en una rama, con sus patas perfectamente visibles. Más tarde, un artista especializado en la pintura de animales como Frans Snyders también retrató aves del paraíso con patas en su Concierto de aves (1629-1630). Los lienzos de Brueghel y Snyders permitían, de este modo, recrear animales que ningún europeo había contemplado vivos nunca. Por otra parte, una obra de arte como la Adoración de los Magos (1609) de Pedro Pablo Rubens, en la que un ave del paraíso aparece unida al turbante del mago negro, confirma lo codiciados que resultaban estos pájaros como productos exóticos.
Los europeos sabían poco sobre el comportamiento y la biología de las aves del paraíso hasta que los viajes de exploración del siglo XIX permitieron realizar observaciones de primera mano de las aves en estado salvaje y realizar colecciones científicas de especímenes. Entre los naturalistas que estudiaron las aves del paraíso se encontraba el británico Alfred R. Wallace, quien realizó la primera descripción científica de sus prácticas de apareamiento en las islas cercanas a Nueva Guinea.
La admiración de Wallace por estas aves se aprecia bien en su libro “El Archipiélago Malayo” donde escribe que uno de sus objetivos al ir al Lejano Oriente se había cumplido al conseguir un ejemplar del ave del paraíso real (Cicinnurus regius), que había sido descrita por Linneo a partir de aves mutiladas por los nativos. Sabía que pocos europeos habían contemplado vivo este magnífico pájaro, y al ver un ejemplar real de esta especie le llevó a exclamar: “La rareza y la belleza incomparables exigen la plena utilización de la facultad poética para expresarlos.”
Hoy día se reconocen 44 especies, desde pájaros diminutos del tamaño de un estornino a pájaros más grandes, del tamaño de un cuervo. La familia Paradisaeidae se caracteriza por los brillantes colores de sus plumas y las complejas exhibiciones de cortejo de los machos, combinándose dos fuerzas evolutivas para dar forma a estas llamativas aves, en las que los machos deben sus plumas y danzas exóticas a la selección sexual de las hembras, mientras que la sorprendente diversidad de especies es el resultado del aislamiento geográfico. A lo largo de unos 20 millones de años, estos paseriformes evolucionaron a partir de un único ancestro que se parecía a un cuervo. Viven principalmente en bosques tropicales de tierras bajas y se alimentan de frutas y artrópodos, aunque también pueden ingerir pequeñas cantidades de néctar y pequeños vertebrados. En su hábitat apenas tienen competidores por el alimento ni depredadores naturales.
Las tribus de Nueva Guinea utilizan plumas de aves del paraíso para tocados y otros adornos. En el pasado intercambiaron plumas con los europeos, quienes también las utilizaban como ornamento. A principios del siglo XX, sus plumas se utilizaban como adorno para sombreros de mujer y muchos europeos hicieron fortunas considerables con el comercio de plumas. Se ha calculado que entre 1905 y 1920 se habrían exportado cada año entre 30.000 y 80.000 pieles de aves del paraíso con destino a las subastas de plumas de Londres, París y Nueva York. Los grupos conservacionistas en Inglaterra y Estados Unidos dieron la voz de alarma y la matanza disminuyó conforme aumentaba la sensibilidad medioambiental. En 1908, los británicos prohibieron la caza comercial en partes de Nueva Guinea bajo su dominio, y los holandeses siguieron su ejemplo en 1931. Hoy en día, ninguna ave del paraíso sale legalmente de la isla, excepto para uso científico.
En el Museo tenemos 20 especies de aves del paraíso en la colección de Aves. Entre los especímenes más antiguos se encuentra uno de la especie ave del paraíso menor (Paradisaea minor) dentro de un fanal, del que apenas poseemos datos. Además, en el Archivo tenemos siete bellas láminas de la colección iconográfica van Berkhey. Entre ellas destacamos una acuarela de un ave del paraíso real (Cicinnurus regius) firmada por Grahaine y fechada en 1705 (Archivo MNCN, sig. ACN100A/005/00554). Parece ser que esta lámina perteneció a la colección de Georg Eberhard Rumpf, conocido como Rumphius (1627-1702), un naturalista y militar holandés que desarrolló la mayor parte de sus trabajos en la actual Indonesia. Y un ave del paraíso esmeralda grande (Paradisaea apoda) en vuelo, ilustración de uno de los artistas que trabajaron para el zoólogo y coleccionista holandés Albertus Seba (Archivo MNCN, sig. ACN110A/004/04225), publicada en 1734.
Referencias bibliográficas:
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Marcaida López, J. R. 2011. Historia natural y preservación: el ave del paraíso. En: Juan Eusebio Nieremberg y la ciencia del Barroco. Conocimiento y representación de la naturaleza en la España del siglo XVII, Tesis doctoral, Universidad Autónoma de Madrid, pp. 245-255.
Martínez, C. 2020. Sombreros de plumas, el lado oscuro de la moda. Naturalmente, 26: 37-41.
Wallace, A. R. 1869. The Malay Archipelago the land of the orang-utan and the bird of paradise: a narrative of travel, with studies of man and nature. London: Macmillan and Co.