Dónde pasar miedo a tiro de piedra (I)

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El monte de las Ánimas en Soria

En la víspera de la Noche de los Difuntos en Soria se celebra el Festival de las Ánimas, homenajeando la leyenda El Monte de las Ánimas de Gustavo Adolfo Bécquer. Comienza una semana antes con la lectura de relatos cortos de terror en las ruinas de San Nicolás y llega a su fin con el desfile nocturno hasta el Duero. Cuando llegan a las orillas del río, encienden una gran hoguera a la que se suma la iluminación de las antorchas de los monjes y la luz de la luna, para leer la leyenda de Bécquer. Como curiosidad, cada año un famoso actor de doblaje nacional le pone voz.

Ruinas de Ochate (Burgos)

Las ruinas de Ochate se sitúan dentro del Condado de Treviño, pequeña isla burgalesa en medio de las tierras del País Vasco. Punto estratégico en la famosa Ruta del Vino y del Pescado en el siglo XIX, Ochate es, sin embargo, famoso por las epidemias, los fenómenos paranormales y las psicofonías, que le han hecho merecedor de un lugar propio entre los pueblos malditos de España. En concreto en la década de los años 80 del siglo XX la revista Mundo Desconocido’ publicó un artículo titulado “Luces en la puerta secreta’. Además de un avistamiento ovni, se hablaba de tres epidemias acontecidas en los años 1860, 1864 y 1870 -viruela, tifus y cólera, en dicho orden- y que diezmaron la población. Al parecer, las epidemias no afectaron a las poblaciones cercanas .El artículo y la portada de Mundo Desconocido estaban ilustrados con la foto de un supuesto ovni sobre la zona de Ochate. Todo esto hizo que desfilaran por el despoblado desde ufólogos a investigadores y aficionados de lo paranormal. La situación acabó derivando en sesiones de espiritismo y güija e incluso en rituales de misas negras.

Tierra de Brujas en Zalla (Vizcaya)

Zalla es pueblo de Brujas, por eso sus habitantes creyeron en maleficios. Ocultismo y conjuros poblaron sus lindes. Peligrosos hechizos se cocinaban tras sus puertas, o eso dicen. Para protegerse del mal de ojo acudían los preocupados a la ermita de San Pedro de Zarikete. En la de San Pantaleón de Gallardi trataban de curar jaquecas y males mentales colocándose el sombrero del santo. Allí, junto al edificio ya desaparecido de Aretxaga, fue quemada Lucía de Aretxaga, que vivía de las limosnas, tras ser acusada de brujería. El delito: su fama de adivina y curandera. Sus capacidades sanadoras no pasaron desapercibidas a los peregrinos del Camino de Santiago, tampoco al Santo Oficio, que convirtió tal habilidad en sospecha suficiente y condena segura. Cuentan que fue acusada de relacionarse con el diablo por un cliente insatisfecho. Moriría entre llamas, en la campa de la ermita que protegió.

Detalles de contacto
DN, María Jesús Castillejo