Daniel Migueláñez: 15 años sobre los escenarios

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Hablar de Daniel Migueláñez es hablar del arte de la actuación. Celebrando los 15 años de carrera a sus espaldas, y con una obra en cartel, otra en proceso de ensayos, conferencias, talleres y recitales, entre otras actividades en la temporada actual, es un reflejo del buen hacer sobre las tablas. Una tarde de finales de verano nos reunimos con él para hablar de estas y otras cosas en un bar del centro de Madrid. He aquí el resultado:

Como diría el poeta, «cómo se pasa el tiempo, Filis mía». ¿Cuál es el balance?
Han pasado muchas cosas y mi vida ha cambiado mucho en este tiempo. Sin embargo, todavía mantengo la ilusión de aquel chaval que empezó a hacer teatro en el ámbito escolar. Recuerdo que yo era muy tímido y fue mi profesora de Lengua y Literatura la que recomendó apuntarme a clases extraescolares de teatro. Allí empezó todo. En el certamen de teatro de la Comunidad de Madrid me dieron dos años el premio al mejor actor protagonista. Dos miembros del jurado, el dramaturgo y productor Eduardo Galán y el actor y director Alejandro Arestegui, estaban preparando una adaptación de El Lazarillo de Tormes, hablaron con mis padres, y así comenzó mi aventura teatral con apenas trece años. Después vino la corta etapa de la RESAD, mi carrera filológica y otras cosas hasta llegar al hoy, en este balanceo entre lo académico y lo teatrero. En
resumen: estoy feliz de haber tenido siempre trabajo durante estos años y poder dedicarme a lo que me apasiona.

¿Qué le dirías a ese niño que empezó en este mundo en la piel de un Lazarillo en la obra de Eduardo Galán que antes comentabas?
Le diría que todo se puede. Ese niño que empezó no sabía muy bien qué estaba haciendo, no pensaba en que su vida estaría ligada al teatro, pero era feliz y le gustaba subirse al escenario y aprender de sus compañeros mayores. Recuerdo mucho a ese Dani lazarillesco, cuando las cosas no van del todo bien. Hay que volver siempre al niño que fuimos, para recordar lo que nos asombra y nos apasiona. Es hermoso y es la herencia que tenemos que dejar a las nuevas generaciones. Si no, el mundo será tan gris…

¿Cuál ha sido tu momento crucial?
Es una pregunta complicada, pero muy probablemente, cuando acabé los cuatro años de gira de El Lazarillo de Tormes. Tenía 18 y no sabía qué hacer, pero pensé que mi futuro estaba en esto. La madurez comienza siempre con la toma de decisiones. Recuerdo con mucho cariño algunas experiencias vitales muy hermosas: mis años en el Teatro Fernán Gómez –casa teatral–, pisar la arena del Teatro Romano de Mérida, Colombia y su Romeo y Julieta, o el Festival de Edimburgo.

Hombre polifacético, este año te hemos visto como ayudante de dirección al lado de Yayo Cáceres. Aunque ya has dirigido proyectos como Cenizas de Fénix o El círculo de hierro, ¿te ves entrando más de lleno en esta faceta?
He aprendido muchísimo de un hombre como Yayo. Además de poseer una intuición asombrosa como director, de ser un talentosísimo músico y un amigo leal, es un hombre de una gran sensibilidad que ve el mundo con los ojos de la poesía, por eso me siento cerca de él. Ojalá la profesión nos siga uniendo en muchas ocasiones. Respecto de tu pregunta; más que como director, que me gusta porque es un trabajo muy gratificante, amén de mi vida como intérprete, lo que más me apetece ahora es volver a la escritura, a contar historias desde el papel. Los proyectos necesitan mucho tiempo, dedicación plena y la cabeza clara, y la escritura muchas veces no tiene cabida en la vorágine vital del escenario. Espero encontrar un hueco para poder escribir, aunque puede que también dirija algunos proyectos que tengo en mente.

Fotografía de Jesús Antón

Es muy difícil poner en marcha una creación, ¿cómo ves el panorama cultural actual?
La realidad es que el presente teatral depende de unos pocos. Los teatros públicos con los que contamos van pasando mano a mano por una gavilla de profesionales –muchos valiosísimos, sin duda. Pero creo que hay grandes mujeres y hombres en el ámbito de la gestión cultural y la creación que podrían contar mucho sin tuvieran en sus manos la oportunidad de levantar una programación teatral. Nada que decir sobre el ámbito privado, cada uno hace con su dinero lo que quiere. Pero uno echa en falta cierto criterio en algunas instituciones, así como la posibilidad de dar trabajo al mayor número de profesionales posibles –herramienta única del teatro público– para poder montar grandes textos de nuestro canon clásico y olvidado y otorgar la voz a los nuevos dramaturgos. A veces se obliga a estrenar en condiciones poco óptimas para poder luego saltar a otro tipo de escenarios donde no se asegura nada. La cultura siempre se ha movido en la delgada línea de la precariedad. Por no hablar de la terrible dictadura de la corrección política que sobrevuela sobre la creación, donde el flagelo de la autocensura nos devuelve al medievo cultural. Esperemos que este falso efecto pendular que oscila en la ética teatral dure poco, y volvamos a poder contar historias sin miedo, gran enemigo del artista.

¿Con quién sería un sueño trabajar?
Me encantaría, tirando para lo alto, trabajar con un Hopkins, o el genial Ian McKellen, a quien por cierto tuve la fortuna de conocer personalmente en el Festival de Edimburgo. Verlo en el teatro es pensar: «ojalá algún día poder hacer esto». No hablo a nivel nacional porque la nómina es inmensa. Tengo muchos amigos con los que sueño trabajar, no solo por su talento, sino por la fortuna de crear en felicidad, que es últimamente lo único que me importa. Trabajar con grandes profesionales, sí, pero con bellas personas.

Has estado y vas a estar en el Corral de Cervantes de Alcalá con Elecciones y divorcios ya estrenada en la pasada edición de Clásicos en esta ciudad. ¿Qué nos puedes decir de esta obra y de tu investigación académica sobre estas creaciones, llamadas menores, de Cervantes?
Es curioso, pero mi unión con el tema viene de lejos. Dediqué mi TFG al teatro de Cervantes, y mi Trabajo Final de Máster al teatro breve del Siglo de Oro, los entremeses, que son piezas cómicas que se insertaban entre las comedias para aligerar el tono y aludir al paso del tiempo en la comedia principal. Cervantes era un maestro en esto. Su gran teatro está en la Numancia y en los Entremeses. La influencia de la comedia italiana sobre la obra cervantina es el eje sobre el que sustenta la versión en la que ando trabajando ahora. Son dos piezas muy distintas que Abel González Melo, el director, ha sabido ensamblar brillantemente bajo el paraguas de la Commedia dell’ arte. Es un gran conocedor de nuestro patrimonio clásico y creo que es una pieza divertida, sugerente y bastante novedosa al respecto de lo que estamos acostumbrados a ver con los Entremeses. Ojalá y la cuna de Cervantes nos acoja con benevolencia

¿Qué proyectos nuevos puedes contar?
Después del Don Juan en Zamora, y la segunda temporada de estas Elecciones y Divorcios, creo que ya puedo anunciar que hemos empezado a trabajar en otro proyecto de la mano de Ay Teatro que se estrenará en el primer semestre de 2025. Tebanas, de Álvaro Tato, con dirección y música original de Yayo Cáceres, será una condensación de tres tragedias clásicas en torno a la saga familiar de Tebas, donde encarnaré a Creonte. Una aventura apasionante en la que estoy deseando zambullirme.

¿Qué retos pides a la vida?
Tengo muchas ganas de afrontar un audiovisual el año que viene. A ver si hay suerte y la vida teatrera lo permite.

¿Qué personaje de tu carrera te ha marcado más?
Siempre se saca algo de todos los personajes. Cuando el personaje tiene viaje durante toda la obra obviamente se hace mucho más interesante, y agradecido. Le tengo mucho cariño al Tenorio, he viajado mucho con él y siempre intento poner algo distinto, y a Romeo, cuyos versos todavía resuenan en mi cabeza. O el mencionado Lazarillo. También hay textos que me han calado mucho, como Voces en el silencio, basado en un poemario de mi querido José Manuel Lucía Megías, que se puedo ver en el Teatro Fernán Gómez – Centro Cultural de la Villa, sobre la crudeza de la represión del colectivo LGTBI a partir del asesinato de dos jóvenes en Irán. Pero, en realidad, el mejor personaje y al que le volcamos más afecto y entusiasmo es con el que estamos trabajando en el momento. Siempre será así.

Fotografía de Ana Burrieza

Actor, investigador, poeta, conferenciante y, entre otras cosas, profesor en la universidad. ¿Qué sacas de esta última faceta?
Es novedosa porque no la he explotado hasta estos últimos años. Al final, todo gira alrededor del teatro y lo disfruto mucho, pues no es sino un personaje más. Además, está muy ligado a mi vida teatrera, por lo que siempre intento innovar trayendo a personas del sector para que vean la parte más práctica del oficio. Por otro lado, me obliga a mantenerme activo, a seguir investigando, leyendo y aprendiendo, por lo que cada curso se vuelve en emocionante y apasionante.

¿Tienes alguna publicación a la vista?
Hay algunas ediciones y coordinaciones de libros pendientes de salir a al palestra. Estoy preparando un nuevo libro de poemas que tiene que ver con el sosiego, la calma y la felicidad entendida como tranquilidad. Y me apetece mucho que vea la luz en papel, El círculo de hierro; una obra sobre Gustavo Adolfo Bécquer que se pudo ver, hace un tiempo, en el Teatro Fernán Gómez – Centro Cultural de la Villa.

En el campo de la escena, siempre estás vinculado a propuestas de corte clásico. ¿Te ves en propuestas más contemporáneas?
Sí, me veo y me apetece mucho hacer teatro de este tipo. Afrontar personajes actuales me interesa bastante, aunque lo clásico me haya monopolizado en los últimos años (y aunque también hable de lo presente).

Voz a voz es una experiencia de arte participativo en la que, junto a Pablo Benavente, llevas un tiempo inmerso. Háblanos un poco de este proyecto.
Nos juntamos en el Abonavida, un bar de la calle Navas de Tolosa de Madrid, un grupo de artistas a contar historias, en un espacio con alma de micro abierto. Nosotros coordinamos el evento y está abierto a todo el mundo. Es muy interesante para ir a probar cosas de diverso tipo: poemas, canciones, textos, baile, magia… Es una idea muy fresca, muy bien acogida y que queremos que siga viva mucho tiempo. Ahora estamos trayendo a invitados especiales en cada edición, una manera de revitalizar el evento.

Mirando atrás, ¿volverías a hacer lo que has hecho en tu vida?
Tengo una postura optimista y creo que de todo sacas algo. Estoy feliz con mi camino vital. He vivido, obviamente momentos difíciles, me he sentido perdido en muchas ocasiones – como cuando abandoné la RESAD–, procesos oscuros de los que también he aprendido cosas y la idea, sin duda, de que a veces creemos que solo hay un camino único para llegar a nuestro objetivo y no es así. Y aquí seguimos, en la trinchera.

Por último, terminamos con un clásico. ¿Qué consejos darías a las personas, de cualquier edad, que estén empezando?
El gran Gusteau, de Ratatouille, sostiene esa máxima genial de que «cualquiera puede cocinar, pero sólo los audaces pueden llegar a chef». Cualquiera puede ser actor, pero hay que ser valiente para perseverar. También está el duende, la magia, la intuición, el encanto, pero esto es un oficio y, como tal, se trabaja. Requiere mucha disciplina, sabiduría, y asumir que nunca se puede dejar de investigar y aprender. Siempre, como todo en la vida, sobre la barca de la ilusión.

Sonia López

Daniel Miguelañez

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