Loseta o adoquín: Ezkio o Vitoria | Institución Futuro

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Los que tenemos cierta edad recordamos como hace 30 años, en 1994, el Ayuntamiento de Pamplona tomó la iniciativa realmente transformadora de peatonalizar el Casco Viejo con la completa reurbanización de todas sus calles y apostar de forma decidida por su revitalización. En ese contexto, se propuso la idea ‘revolucionaria’ de construir una galería subterránea y visitable que alojase, bajo tierra y para siempre, todos los servicios públicos de esta histórica parte de la ciudad. El reto técnico y también económico de implantar esta galería en un casco histórico era formidable, pero los decisores políticos de entonces no se arrugaron y lo aprobaron.

Pero no todo fueron rosas. Tan pronto como se iniciaron en 1996 las obras de transformación del Casco Viejo de Pamplona, amaneció un agrio y entorpecedor debate sobre cómo debería acabarse el pavimento de las calles, si con la ‘loseta’ propuesta por el equipo redactor o con ‘adoquín’ que parece que tenía el respaldo popular. Es decir, mientras se estaba construyendo una infraestructura pública de la mayor complejidad y utilidad pública, y quizá única en Europa, y transformado estratégicamente todo el Casco Viejo para revitalizarlo, todo el debate público, mediático y también político giró en cómo acabar el enlosado. Como si la ciudad estuviese construyendo un gran hospital y lo único que importase fuese el color del pintado de las paredes.

Viene esto a cuento del entorpecedor, manipulado, interesado y seudo-técnico debate que estamos sufriendo en Navarra sobre si la conexión norte del Corredor Navarro de Alta Velocidad con la Y Vasca debe ser por Ezkio o por Vitoria: loseta o adoquín. Cuando la primera y única pregunta que tendría que hacerse la Comunidad Foral en su conjunto es ¿pero es que va a haber corredor navarro de Alta Velocidad?

Porque aquí no se trata de cómo conectar las tres capitales vascas con la capital de Navarra. El corredor navarro de Alta Velocidad es un eslabón fundamental de la red de Alta Velocidad española tal y como se diseñó hace ya 30 años, en 1994. Es decir, como un eje estratégico en ancho internacional configurando la salida desde el Valle del Ebro hacia Europa, por Irún; siendo, además, un potentísimo eje bidireccional para comunicar a las regiones que deberían estar más interesadas en su construcción, es decir, Aragón, Navarra y el País Vasco. Pero también, y levantando el foco, un tramo clave de una red transversal desde el noroeste al este de la península, que une desde el norte de Portugal, Galicia, con Castilla y León, más lo ramales de Asturias y Cantabria, el País Vasco, Navarra, el ramal de La Rioja, Aragón y Cataluña y el Mediterráneo; comunicando con un transporte rápido y sostenible a más de la mitad de la población española y la zona de mayor actividad económica. Sin el broche del corredor navarro de Alta Velocidad, entre la Y Vasca y Zaragoza, todo esto es imposible.

En este expediente no soy inocente, pues en 2005 fui el consejero de Obras Públicas del Gobierno de Navarra que se trasladó hasta la sede del Gobierno Vasco en Vitoria (¡oh milagro!) para solicitar a la entonces consejera de Transportes del GV, Nuria López de Guereñu, que en el proyecto del TAV en Gipuzkoa (que iba a redactar el propio Gobierno Vasco merced al convenio firmado con el Estado) dejasen previsto la posible conexión del Corredor Navarro en Ezkio, por si acaso…y así lo hicieron. Pues, aun así, a mí ahora que no me pregunten si por Ezkio o por Vitoria (loseta o adoquín).

Es lamentable pensar que los grupos políticos de Navarra (menos aquellos que ya están bastante entretenidos saboteando los sondeos) animados por algunos espontáneos de todo tipo, tan solo se interesen por los últimos 40 kilómetros del corredor navarro entre Alsasua y la Y Vasca, menos del 15% del trazado. Mientras, nadie se preocupa lo más mínimo de los 220 kilómetros anteriores, el 85% del corredor. Los kilómetros importantes, los estratégicos para Navarra (y también para el País Vasco). Aquéllos que nos conectarían a través de Zaragoza con la Red de Alta Velocidad española y que además nos sacarían del bucle ferroviario de Pamplona. Que nos traerían las nuevas estaciones en Tudela y Pamplona, propias del siglo XXI y no del XIX como las actuales. Esos 220 kilómetros, cuya ejecución está a día de hoy más muerta que viva. Esos 220 kilómetros entre Zaragoza y Alsasua sin cuya construcción es un absurdo hablar de los últimos 40, que es en lo único que estamos. Por cierto ¿sabe alguno de los opinadores que el sistema de transporte de mercancías a nivel nacional se va a transformar por completo con las ‘autopistas ferroviarias’?

O sea, que mientras el TAV avanza a toda velocidad en toda España menos en Navarra, las fuerzas vivas de nuestra Comunidad solo se preocupan de cómo nos peinaremos el pelo, si con raya en medio o con raya al lado: Ezkio o Vitoria (loseta o adoquín) mientras estamos desnudos de cuello para abajo. Cuando lo imprescindible, para andar, es poner los bueyes delante del carro y no al revés. Si no, no tendremos ni carro ni bueyes.

En este momento lo mejor que le podría pasar a Navarra (y al País Vasco) es que el MITMA de Puente y Santano metiese en un cajón el estudio informativo de la conexión del Corredor Navarro con la Y Vasca, pues su urgencia es nula y el debate es inconsistente y está podrido. Y que en estos próximos cinco años se dedicasen todos los recursos a poner en marcha las obras desde Zaragoza a Castejón y de la Comarca de Pamplona hasta Alsasua; obras ahora sin proyectos e inexistentes y que son las realmente imprescindibles. A ver si así, de una vez por todas, nos centramos en lo urgente y, con ello, conseguimos lo importante. Lo demás, loseta o adoquín.

Álvaro Miranda Simavilla. Ingeniero de Caminos y miembro del ‘think-tank’ Institución Futuro.

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Isabel Larrión