Estas cristalizaciones de óxidos de manganeso solían confundirse con restos fósiles vegetales debido a su apariencia, ya que recuerdan helechos o ramas de árbol, pero son estructuras claramente inorgánicas creadas por procesos químicos naturales.
Por su engañoso aspecto despertaron la curiosidad de los naturalistas de siglos pasados que incorporaron lo que creían que eran plantas fósiles a sus colecciones y gabinetes de curiosidades. Uno de ellos fue Pedro Franco Dávila, en cuya colección se conservan diversas láminas en el archivo del MNCN con calcografías y grabados de esos pseudofósiles, algunos trabajados como joyas (sig. ACN100B/001/00684). Por otro lado, en la colección iconográfica del naturalista holandés Johannes Le Francq van Berkheij también hay diversas láminas de esas estructuras con forma ramificada conocidas como dendritas que reciben su nombre del término griego "dendron" que significa "árbol" (sig. ACN100B/004/01308).
Otros objetos donde podemos encontrar dendritas de manganeso son los lapidarios, como las cuatro placas florentinas de pietre dure (piedras duras) que se conservan en la colección de geología. Estos lapidarios realizados en Florencia entre 1750 y 1767 llegaron a España con Carlos III, para servir de modelos en la formación de artesanos del Real Laboratorio de Mosaicos y Piedras Duras del Buen Retiro (Madrid), creado en 1762. Las placas se realizaban cortando las piedras en láminas finas, que después de ser cortadas y pulidas se colocaban en una base hecha de pizarra, para que ajustasen bien y no se viesen las uniones. En la placa que mostramos, la inclusión de una dendrita de óxido de manganeso se utilizó para representar un árbol.
Hasta bien avanzado el siglo XX se creía que las dendritas de manganeso estaban formadas por pirolusita (MnO2), dada la estabilidad de este mineral y, también, por ser generalmente el más abundante en los yacimientos industriales de óxidos de manganeso. Fue el mineralogista austriaco Wilhelm Karl Ritter von Haidinger quien le dio nombre en 1827, inspirado en los vocablos griegos "pyros" que significa "fuego" y "louein" que significa "lavar", ya que se utilizaba para eliminar las manchas de tinte producidas por la presencia de hierro durante el proceso de fabricación del vidrio.
La pirolusita de Crivillén (Teruel) fue la primera que se explotó en España. El libro Historia de la economía política de Aragón de Ignacio de Asso publicado en 1798, refiere cómo el mineral extraído se usaba en la Real Fábrica de Cristales de San Ildefonso (Segovia) como decolorante de vidrio, ya que permitía eliminar los tonos verdes. Antes de Asso, el astrónomo y alquimista Bernardo Pérez de Vargas en su libro De re metallica (1569) ya indicaba la aplicación como decolorante de la manganesa, que fue conocida durante siglos como jabón de vidrieros.
Aunque tradicionalmente a estas cristalizaciones se las conoce como dendritas de manganeso o dendritas de pirolusita, en realidad no están compuestas por manganeso metálico ni tampoco por pirolusita. Los estudios realizados han demostrado que la pirolusita no suele ser casi nunca el mineral dominante; es más, en muchas ocasiones ni tan siquiera está presente. Hasta la fecha, que se sepa, no se han encontrado dendritas de pirolusita en ningún lugar del mundo.
Los supuestos especímenes de pirolusita en forma dendrítica que aparecen en muchos libros de texto y en las cartelas de algunos museos son realmente otros óxidos de manganeso más complejos como los minerales: birnessita, romanechita, hollandita, todorokita, coronadita o criptomelano. La dificultad para distinguir visualmente estos minerales entre sí cuando aparecen en forma de dendritas ha provocado esta confusión. Pero el estudio espectroscópico infrarrojo de las dendritas de manganeso ha demostrado que la disparidad de formas que se aprecia entre ellas tienen una base sólida en las diferencias que se registran en su mineralogía.
Estas llamativas dendritas, que durante siglos se confundieron con vegetales fósiles, se forman cuando el agua rica en manganeso se filtra a través de grietas o superficies porosas, depositando cristales de óxido de manganeso. Suelen ser de color oscuro, que van del marrón oscuro al negro, dependiendo del compuesto de manganeso presente. Cuando se forman con otros minerales aumenta la complejidad de estas estructuras ramificadas.
El crecimiento de las dendritas es un proceso lento que puede tardar entre cientos y miles de años, dependiendo de la concentración de manganeso en la solución, la temperatura y la humedad del ambiente, y la porosidad de la superficie donde se forman las dendritas. Sus patrones de crecimiento son aleatorios, pero no todos los depósitos de manganeso de aspecto dendriforme responden a un diseño fractal.
Recientemente, un equipo internacional de investigadores ha proporcionando información novedosa sobre la formación de dendritas minerales y la historia geológica que reúnen. Se sabe que las dendritas de manganeso, en particular, se desarrollan como estructuras bidimensionales en las superficies rocosas. Sin embargo, hasta ahora, los procesos de crecimiento de las dendritas tridimensionales habían permanecido en gran medida desconocidos.
Los investigadores descubrieron que el crecimiento de las dendritas se produjo mediante la adhesión de nanopartículas de óxido de manganeso. Estas nanopartículas se formaron al mezclar fluidos ricos en Mn con agua intersticial oxigenada, lo que dio lugar al desarrollo de estructuras dendríticas complejas. Sorprendentemente, la geometría de estas dendritas registró la historia hidrogeoquímica de la roca, incluyendo la concentración de iones, el volumen de fluido infiltrado y el número de pulsos de fluido. En síntesis, estas dendritas tridimensionales pueden servir como huellas geológicas, preservando un registro de las condiciones ambientales en el pasado.
Referencias bibliográficas:
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Sellés-Martínez, J. S. 2020. Parecen plantas fósiles pero no, son dendritas.Trad. por CDR Carneiro. Tierras Didáctica, 16, 1-19, e020024. DOI: 10.20396/td.v16i0.8659636.