Juventud y violencia de género: lo que el Barómetro 2025 de Fad Juventud nos está diciendo

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Autor: Pilar Nicolás Rodríguez
15 diciembre, 2025

La violencia de género sigue atravesando la experiencia vital de una parte relevante de la adolescencia y la juventud en España. Así lo evidencian los datos más recientes del Barómetro Juventud y Género 2025, una investigación bienal impulsada por nuestro Centro Reina Sofía de Fad Juventud que permite analizar cómo viven chicos y chicas sus relaciones afectivas, cómo interpretan la violencia y qué consecuencias deja en sus vidas.
El avance de resultados presentado con motivo del 25N vuelve a poner sobre la mesa una realidad que no podemos seguir pasando por alto: la violencia no es un fenómeno marginal ni residual entre la juventud. Al contrario, aparece integrada en los entornos cotidianos, en las relaciones de pareja y en el imaginario social, con impactos muy distintos según el género.

La brecha de género no desaparece… se hace más visible

Uno de los mensajes más claros del Barómetro es que la violencia de género sigue teniendo un marcado sesgo de género. Las mujeres jóvenes no solo la sufren con mayor frecuencia, sino que también experimentan consecuencias personales más intensas y duraderas que los hombres jóvenes.

El impacto sobre la salud mental resulta especialmente revelador. El 44% de las mujeres jóvenes que han sufrido violencia en la pareja afirma haber tenido problemas de salud mental, frente al 19,6% de los chicos. Esta diferencia refleja un daño psicológico mucho más profundo en ellas, que se repite en otros indicadores como la culpa, la vergüenza, la baja autoestima o los problemas de sueño.

La violencia sexual también presenta una de las brechas más contundentes. Una de cada cinco mujeres jóvenes declara haber sido forzada a mantener relaciones sexuales cuando no quería (20,3%), mientras que entre los hombres este porcentaje se reduce al 8%. El informe subraya que estas experiencias rara vez aparecen solas y suelen combinarse con otras formas de violencia, intensificando su gravedad.

Estas diferencias no son anecdóticas: se repiten en prácticamente todas las formas de violencia sufrida analizadas en el estudio. Los datos de la investigación general son igualmente claros: nueve situaciones de violencia superan el 20% entre las mujeres, mientras que entre los hombres apenas alcanzan porcentajes entre el 8% y el 17,5%

El control sigue siendo la forma de violencia más extendida

Las formas de violencia vinculadas al control (aunque a veces se disfracen de “preocupación” o “interés”) siguen siendo las más habituales en las relaciones adolescentes y juveniles. El uso del teléfono móvil, las redes sociales y la mensajería instantánea se ha convertido en un escenario central de estas dinámicas.

Más de un tercio de las mujeres jóvenes afirma que su pareja se ha enfadado por no responder inmediatamente a mensajes o llamadas, y más de una cuarta parte declara que su pareja ha revisado su móvil sin permiso. En ambos casos, los porcentajes son sensiblemente inferiores entre los chicos, lo que vuelve a evidenciar una experiencia desigual según el género.

El informe contextualiza estas conductas dentro de un marco cultural más amplio. Una parte significativa de la juventud asocia el amor y la confianza con la disponibilidad constante (a compartir códigos, contraseñas o ubicaciones), la entrega total o la pérdida de espacios propios, lo que contribuye a que muchas prácticas de control se perciban como normales o aceptables, especialmente en las primeras relaciones. Y, esa normalización construye el terreno de fondo sobre el que después se disparan las señales de alarma.

La violencia no es ajena a la juventud

La violencia de género no solo se experimenta en primera persona. También está muy presente en el entorno cercano de la juventud. Solo el 12,9% de chicos y chicas afirma no haber presenciado nunca ninguna situación de violencia contra las mujeres en su círculo próximo.

Las mujeres jóvenes declaran haber visto estas situaciones con mucha mayor frecuencia que los hombres, con diferencias que en algunos casos superan los 20 o 30 puntos porcentuales. Revisar el móvil de la pareja, controlar con quién puede hablar, insultar o humillar son conductas ampliamente reconocidas en los entornos juveniles.

Si sumamos esto a la facilidad con la que circulan contenidos, rumores, capturas de pantalla o vídeos íntimos en redes sociales, entenderemos mejor por qué la juventud está conviviendo con la violencia a diario, aunque no siempre la identifique como tal.

Este contexto de convivencia permanente con la violencia tiene efectos claros sobre la forma en que la juventud interpreta las relaciones, identifica los límites y normaliza determinados comportamientos.

Las consecuencias emocionales son más profundas para ellas

Las consecuencias personales de la violencia vuelven a mostrar una brecha de género muy marcada. Entre las mujeres jóvenes que la han sufrido, los efectos emocionales y psicológicos aparecen con mucha más intensidad que entre los hombres.

Además de los problemas de salud mental, destacan los sentimientos de culpa o vergüenza, el deterioro de la autoestima, los problemas de sueño y los cambios en la forma de vivir la sexualidad. Estos efectos no solo condicionan la relación en la que se produjo la violencia, sino también las experiencias afectivas posteriores.

El informe añade un elemento clave: la acumulación de violencias. A partir de cuatro o más formas de violencia sufridas, los porcentajes de mujeres superan ampliamente a los de los hombres, y en los casos más extremos llegan a triplicarlos (17,4% de mujeres frente al 6,7% de hombres con más de seis formas de violencia sufrida).

¿Cómo interpreta la juventud la violencia de género?

En el plano de las percepciones sociales, el Barómetro observa un escenario ambivalente. Por un lado, aumenta el consenso en torno a la gravedad del problema. El 67,7% de la juventud considera que la violencia de género es un problema social muy grave, el dato más alto desde que se realiza este estudio.

Sin embargo, este avance convive con un aumento de posturas problemáticas. Crecen hasta el 36,5% quienes consideran que la violencia de género es inevitable o quienes la niegan directamente como fenómeno específico. Estas posiciones son más frecuentes entre los hombres jóvenes y han ido ganando peso en los últimos años.

También resulta significativo el alto grado (50,8%) de acuerdo con afirmaciones que sitúan a los hombres en desventaja ante la ley, como la idea de que están desprotegidos frente a denuncias falsas o que han perdido la presunción de inocencia.

Estos discursos han penetrado de forma notable en el imaginario juvenil. Y lo hacen con intensidad desigual según el género.

Las relaciones afectivas entre la igualdad teórica y algunos mitos resistentes

Aunque la mayoría de jóvenes respalda ideas sanas sobre las relaciones (como la importancia de la comunicación o del espacio personal) también conviven en ellos creencias que pueden abrir la puerta al control o los celos.

Sin embargo, casi la mitad sigue asociando la pareja con la entrega absoluta o con la idea de que una relación debe pensarse desde el inicio como definitiva. Estas creencias, más presentes entre los hombres jóvenes, se relacionan con una mayor tolerancia hacia ideas como que “los celos son una prueba de amor” o “es normal mirar el móvil de la pareja para saber lo que hace”.

Este cóctel de idealización del vínculo, dependencia emocional y control normalizado es fundamental para entender cómo se construyen muchas relaciones adolescentes y dónde pueden aparecer los primeros signos de violencia.

Diferencias generacionales de convivencia con la violencia

La comparación intergeneracional refuerza la singularidad del contexto juvenil. Mientras que casi la mitad de las personas de 50 o más años afirma no haber presenciado ninguna situación de violencia en su entorno, este porcentaje se reduce drásticamente entre la juventud.

En ambos casos, el mensaje es claro: la violencia de género está mucho más presente (o al menos más visible) en los entornos juveniles, lo que refuerza la necesidad de estrategias específicas de prevención, educación e intervención dirigidas a la adolescencia y la juventud.

¿Qué hacer ante todo ello?

El Barómetro Juventud y Género 2025 confirma que la violencia de género sigue siendo un problema estructural en las relaciones jóvenes, con una incidencia claramente desigual entre mujeres y hombres. Las formas de control permanecen ampliamente normalizadas, la violencia sexual afecta de manera desproporcionada a las mujeres jóvenes y las consecuencias emocionales son más profundas para ellas.

Al mismo tiempo, el estudio muestra un aumento del consenso sobre la gravedad del problema, acompañado de discursos negacionistas y de resignación, especialmente entre los chicos. Este escenario plantea un reto central para la investigación y la acción social: cómo seguir avanzando en igualdad sin perder la capacidad de diálogo con la juventud.

Entender cómo viven chicos y chicas sus relaciones, cuáles son sus miedos, sus ideas y sus experiencias no es solo una tarea académica: es un compromiso colectivo.

Los datos de este barómetro manifiestan que aún queda mucho trabajo por hacer, pero también que cada edición nos permite avanzar un paso más hacia relaciones más libres, más igualitarias y más seguras. Ya que la adolescencia y la juventud merecen crecer lejos de la violencia. Y porque sin investigación, análisis y estudio (tres pilares esenciales del trabajo de Fad Juventud) no podremos acompañarlos como realmente necesitan.

BIBLIOGRAFÍA

Kuric Kardelis, S., Gómez Miguel, A. y Sanmartín Ortí, A. (2025). Barómetro Juventud y Género 2025. Avance de resultados: violencia de género. Centro Reina Sofía de Fad Juventud.

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Pilar Nicolás Rodríguez