Brecha salarial: cómo lograr una política retributiva justa

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La brecha salarial sigue siendo uno de los mayores desafíos para las empresas que aspiran a construir entornos laborales justos, sostenibles y coherentes con sus valores. No se trata solo de una cifra que refleja diferencias de ingresos entre hombres y mujeres; es un reflejo de cómo se reconocen las aportaciones, cómo se valoran los puestos y hasta qué punto la organización es capaz de ser coherente con su propósito.

En Atisa entendemos que cerrar la brecha no es únicamente una obligación legal. Es un proceso de transformación cultural que impacta directamente en la motivación, la confianza y la productividad del equipo.

¿Qué es la brecha salarial y cuáles son sus causas principales?

La brecha salarial mide la diferencia promedio de ingresos entre hombres y mujeres por hora trabajada. Aunque las cifras muestran una mejora progresiva, el avance real sigue siendo limitado. La causa no es una sola, sino un conjunto de factores estructurales y culturales que se acumulan con el tiempo.

Estas son las más comunes:

  • Segmentación profesional. Las mujeres siguen concentrándose en sectores o funciones menos remuneradas.
  • Dificultad para acceder a posiciones de liderazgo. Las trayectorias de carrera se ven interrumpidas o ralentizadas por barreras invisibles.
  • Interrupciones profesionales. Las responsabilidades familiares o de cuidado siguen recayendo en mayor medida sobre las mujeres, afectando su progresión.
  • Valoración desigual de puestos. Funciones con igual nivel de responsabilidad reciben compensaciones diferentes, según el área o el perfil dominante.
  • Falta de transparencia. Cuando no existen criterios claros para definir los salarios, se generan desigualdades difíciles de justificar.

Estas causas se retroalimentan, y si no se abordan de forma estructural, terminan erosionando la cultura y la credibilidad interna.

¿Por qué seguir ignorando la brecha salarial ya no es una opción?

Hasta hace pocos años, muchas empresas abordaban este tema como un asunto secundario o meramente estadístico. Hoy, ignorarla tiene consecuencias reales.

El marco legal europeo y español obliga a las organizaciones a analizar, documentar y justificar las diferencias salariales entre trabajadores de igual valor. La Directiva Europea 2023/970, en proceso de transposición, refuerza la obligación de la transparencia retributiva y endurece las sanciones ante desigualdades no justificadas.

Pero el riesgo no es solo normativo. Una empresa que mantiene diferencias salariales injustificadas envía un mensaje claro a su plantilla: que el esfuerzo y el mérito no se valoran de forma equitativa. Esto erosiona la motivación intrínseca de los empleados, debilita la confianza interna y, a medio plazo, incrementa la rotación y el coste de retención de talento.

Abordar las desigualdades retributivas no es solo una cuestión legal; es una forma de proteger la cultura corporativa y reforzar la confianza entre las personas y la organización.

Impacto de la brecha salarial en las empresas

Las desigualdades salariales genera efectos profundos que trascienden lo económico:

  • Desmotivación y pérdida de compromiso. Cuando los empleados perciben desigualdad, la confianza en la empresa se deteriora. La motivación intrínseca —esa que impulsa a dar lo mejor de uno mismo sin incentivos externos— se sustituye por la desafección.
  • Fuga de talento. Los profesionales más cualificados buscan entornos donde la equidad sea una realidad, no una declaración. Las empresas que no corrigen desigualdades corren el riesgo de perder a sus perfiles clave.
  • Deterioro reputacional. En un entorno donde la sostenibilidad social y la equidad forman parte de los criterios ESG, mantener desequilibrios retributivos impacta directamente en la marca empleadora.
  • Riesgos legales y sanciones. La Inspección de Trabajo y los organismos competentes pueden exigir informes retributivos y auditorías salariales. Las sanciones económicas pueden superar los 225.000 euros, además del impacto reputacional que conllevan.

Corregir la brecha salarial no es un coste: es una inversión en sostenibilidad, clima laboral y competitividad.

¿Y ahora qué? Herramientas para reducir la brecha salarial

Eliminar la diferencia salarial exige una gestión basada en datos, transparencia y coherencia. No basta con revisar sueldos: se necesita una estrategia integral que combine análisis, planificación y cultura.

1. Valoración de puestos de trabajo

La valoración de puestos es el punto de partida. Permite comparar funciones, responsabilidades y competencias de manera objetiva, eliminando sesgos de género o antigüedad. Es el paso esencial para definir qué aporta realmente cada rol al negocio y retribuirlo en consecuencia.

2. Transparencia salarial

Una política retributiva transparente no significa publicar salarios, sino definir criterios claros y comprensibles: qué se paga, por qué y cómo se decide. La transparencia genera confianza, mejora la comunicación interna y fortalece la motivación del equipo.

3. Auditorías salariales

Las auditorías permiten detectar desigualdades no justificadas y diseñar planes de corrección. Integrar esta práctica de forma periódica ayuda a anticipar riesgos y alinear las decisiones retributivas con la estrategia empresarial.

4. Planes de igualdad

Los planes de igualdad son el marco que articula todas estas medidas. No se limitan a cumplir una obligación legal: son una oportunidad para impulsar políticas de conciliación, promoción profesional y cultura inclusiva.

A través de nuestra área de Soluciones de Cultura y Talento, en Atisa acompañamos a las empresas en este proceso, combinando análisis de datos, valoración de puestos y herramientas de gestión que permiten construir estructuras salariales coherentes, competitivas y sostenibles.

La igualdad retributiva se construye con un plan

Reducir la brecha salarial no ocurre por inercia. Requiere voluntad, metodología y seguimiento.
Las empresas que asumen este compromiso no solo cumplen la ley: mejoran su cultura, fortalecen su liderazgo interno y proyectan una imagen coherente con los valores que el mercado actual exige.

Porque la igualdad no se mide en intenciones, sino en decisiones. Y decidir avanzar es, en sí mismo, una forma de liderazgo.

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