La extraordinaria variabilidad de una lagartija insular

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Las islas constituyen lugares idóneos para estudiar la evolución. Su contribución a la biodiversidad es muy importante y, en muchas de ellas, encontramos especies exclusivas que no podemos localizar en ningún otro punto del planeta.

La lagartija balear (Podarcis lilfordi) es endémica de las islas Baleares y uno de los símbolos de Menorca, aunque no vive en la isla, sino en los islotes que rodean Menorca, Mallorca y el archipiélago de Cabrera. Fue en 1865 cuando el ornitólogo británico Lord Lilford (1833-1896), que visitaba España con frecuencia recopilando y tomando notas detalladas de lo que veía, recogió los primeros individuos en la Isla del Aire, que más tarde permitirían al zoólogo Albert Günther (1830-1914) describir la especie.

La historia de este lacértido está muy ligada a los avatares geológicos de las islas. Hace 5,3 millones de años el Mediterráneo sufrió una desecación durante más de 200.000 años, conocida como la crisis del Messiniense, que provocó que las islas Baleares se unieran al continente. Aprovechando la situación, muchos animales atravesarían el desierto salino que fue el mar Mediterráneo en ese período, para colonizar otros territorios y acceder a nuevos hábitats; entre ellos estarían los antepasados de estas lagartijas. Cuando el agua volvió a separar definitivamente Mallorca y Menorca del continente, y de Ibiza y Formentera, esos reptiles evolucionaron de forma aislada. Y así fue cómo surgió la lagartija balear.

Lagartija balear (Podarcis lilfordi). Imagen: Frank Deschandol.

Hace unos 2.000 años, Podarcis lilfordi se extinguió de Menorca y Mallorca, probablemente como consecuencia de la introducción de depredadores terrestres por parte de los romanos. Hoy solo está presente en 43 poblaciones de islotes costeros, incluido el archipiélago de Cabrera. Al parecer, ese aislamiento es lo que ha hecho posible la evolución de cada subespecie. Actualmente se reconocen diez, pero no se aprecia una concordancia entre las diferencias morfológicas de esas poblaciones y su identidad genética, por lo que los resultados moleculares no aclaran la validez de las subespecies.

Cada población de lagartija balear muestra una evolución independiente, ligada a distintos entornos ecológicos, a la diferente disponibilidad de recursos tróficos, a la particular presencia de competidores o depredadores, y a tamaños de población muy variables. Todo ello ha dado lugar a adaptaciones, en muchos casos exclusivas, de estas poblaciones. Por esta razón los investigadores proponen alejarse del concepto de subespecie e identificar a cada población como una unidad evolutiva significativa (ESU, en sus siglas inglesas), definida como un grupo de organismos aislados reproductivamente que representan un componente importante en el legado evolutivo de la especie.

Llama la atención la diversidad que se da en esta especie en caracteres como la coloración dorsal, el tamaño corporal y el número y tamaño de las escamas, que parecen estar relacionados con las diferentes condiciones climáticas que se dan entre poblaciones. En el caso de rasgos como el melanismo, entre cuyas funciones se encuentra la de facilitar la termorregulación, se aprecia una fuerte señal filogenética.

La lagartija negra de la isla del Aire (Podarcis lilfordi lilfordi) es la más popular. Es relativamente grande, puede medir hasta 22 centímetros, y su coloración es oscura en el dorso y los costados, y azul brillante en la zona del vientre. Es la más diferenciada del resto de las subespecies de los islotes de Menorca, lo que podría ser debido a que este islote fue el primero en separarse definitivamente de Menorca. La conservación de esta ESU, preservaría no sólo la población, sino el proceso evolutivo que se verifica en ella, como puede ser el mutualismo único que se da entre la rapa mosquera (Helicodiceros muscivorus), conocida también como atrapa moscas, y la lagartija balear.

Macho de lagartija balear tomando el sol sobre la espata de rapa mosquera en la Isla del Aire, Menorca. Imagen: Ana Pérez Cembranos.

Esta planta vascular de la familia Araceae es un paleoendemismo de Mallorca, Menorca, Córcega y Cerdeña. La flor de la rapa mosquera consta de un pedúnculo verdoso largo y grueso cubierto por cerdas negruzcas, el espádice. Tiene una bráctea grande y solitaria de color rosado, la espata, cuya parte basal envuelve al espádice. En el eje vertical del mismo coexisten las flores masculinas cargadas de polen en la parte superior y las femeninas, que originarán los carnosos frutos tan apreciados por las lagartijas, en la parte inferior.

Su diseño pretende engañar a las moscas. Durante los dos días que dura la floración, la espata se abre desprendiendo un fuerte olor a carne en descomposición; incluso está caliente. Los dípteros necrófilos, atraídos por la planta, entran en el estrecho túbulo floral y quedan retenidos en su interior, pues unas gruesas cerdas impiden su salida hasta varias horas después. La vibración del zumbido de las moscas atrapadas dentro, esparce la carga de polen sobre las flores femeninas, fertilizándolas.

Más allá del sofisticado sistema de polinización de la rapa mosquera, la relación de Podarcis lilfordi lilfordi con esta planta vascular es muy interesante y la causa de que la Isla del Aire esté invadida por ella. La cuestión está en que en primavera la superficie de la espata puede estar hasta 10 grados por encima de la temperatura ambiental, por lo que la lagartija balear se acerca a la planta para regular su propia temperatura. Esto le permite oír el zumbido de las moscas cuando quedan atrapadas, lo que hace que entre en el túbulo floral para comérselas. Además, en verano los frutos constituyen una parte de su dieta, de tal modo que hasta el 95% de los excrementos contienen semillas de rapa mosquera. Se ha comprobado que estas semillas al pasar por el tracto digestivo de las lagartijas germinan mejor, lo que ayuda a entender que, aunque P. lilfordi sea muy escasa en el conjunto de su área de distribución, su abundancia en la isla del Aire sea la mayor a nivel mundial.

Holotipo de la subespecie Podarcis lilfordi codrellensis, isla Escull de Codrell, Menorca. Colección de Herpetología del MNCN. Imagen: Alberto Sánchez Vialas.

Con la conservación de la población de la isla del Aire, no solo se conservaría la ESU de Podarcis lilfordi lilfordi, sino los procesos evolutivos que se verifican en ella, como el mutualismo único de la rapa mosquera y la lagartija balear.

En la colección de herpetología del MNCN se conservan los holotipos y paratipos de ocho subespecies de Podarcis lilfordi, que pueden consultarse en este enlace.

Referencias bibliográficas:

Pérez-Cembranos, A., Pérez-Mellado, V., Alemany, I. et al. 2021. Diversidad y evolución de la lagartija balear, Podarcis lilfordi (Günther, 1874). Revista de Menorca, 100: 113–142. 

Pérez-Mellado, V., Riera, N., Piccolo, V., Potter, C. 2003. Mutualismo en ecosistemas insulares: la interacción de dos endemismos mediterráneos, la rapa mosquera, Dracunculus muscivorus (araceae), y la lagartija balear, Podarcis lilfordi (squamata, lacertidae). Revista de Menorca, 87(1): 45-77.

Sánchez-Vialas, A., Calvo-Revuelta, M. 2021. Catálogo ilustrado de los ejemplares tipo de reptiles albergados en la Colección de Herpetología del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. Bol. Asoc. Herpetol. Esp. 32(1).

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Martínez López Carmen