La Navidad suele asociarse a celebración, abundancia y reencuentros, pero también es una época en la que ciertas enfermedades aumentan de forma silenciosa. Infartos, problemas digestivos e hipertensión se disparan durante diciembre, no solo por los excesos alimentarios, sino por el estrés emocional, los conflictos familiares, las expectativas sociales y la ruptura de rutinas que caracterizan estas fechas. Comprender por qué el cuerpo enferma más en Navidad —y qué factores físicos y emocionales lo desencadenan— es clave para atravesar las fiestas con mayor conciencia, prevención y cuidado de la salud.
“La Navidad no es un momento ni una estación, sino un estado de la mente” Calvin Coolidge (1930)
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Enfermedades en fechas navideñas:¿Sabías que el riesgo de infarto aumenta un 15%?
La llegada de las fiestas de final de año y especialmente la Navidad suele asociarse a compromisos, obligaciones, corridas por compras, comidas de empresa, encuentros familiares, platos copiosos, brindis, viajes y emociones intensas.
Será por ello quizás que este periodo coincide con un aumento significativo de problemas cardiovasculares, digestivos y picos de tensión arterial. Lo que no siempre se conoce es que, según diversas investigaciones, el riesgo de sufrir un infarto puede aumentar alrededor de un 15 % durante estas fechas.
La Asociación Estadounidense del Corazón explica que las fiestas navideñas implican cambios en las rutinas, más estrés, menos descanso, comidas más abundantes, mayor consumo de alcohol y una reducción de la actividad física. Además, muchas personas ignoran señales de alarma pensando “ya lo miraré después de fiestas”, lo que retrasa la atención médica en momentos críticos.
Todo ello crea un escenario propicio para la descompensación cardiovascular.
Por qué aumentan los infartos en diciembre
Las enfermedades isquémicas del corazón, como el infarto agudo de miocardio, siguen siendo una de las principales causas de muerte tanto en España como en el resto del mundo. Aunque en las últimas décadas la mortalidad ha disminuido en los países desarrollados, todavía representan cerca de un tercio de todas las muertes en personas mayores de 35 años.
La OMS estima que más del 75 % de estas muertes podrían prevenirse con cambios de estilo de vida. Sin embargo, factores como el estrés, el ejercicio físico excesivo, el frío, la contaminación o la exposición a situaciones emocionalmente intensas pueden precipitar un evento cardíaco. Durante la Navidad, estos elementos se combinan y se potencian.
La evidencia científica: un pico en Nochebuena y Año Nuevo
Uno de los estudios más citados procede de Suecia y fue publicado en British Medical Journal. El análisis revisó 283.014 casos de infarto registrados entre 1998 y 2013 en el sistema público de salud sueco.
Los resultados fueron claros:
- El momento de mayor riesgo es la noche del 24 de diciembre, alrededor de las 22 h.
- Durante Navidad y Año Nuevo, el riesgo de infarto aumenta aproximadamente un 15 % respecto al resto del año.
- No se observó el mismo aumento en Semana Santa ni durante grandes eventos deportivos.
- El riesgo es especialmente alto en personas mayores de 75 años, diabéticas o con antecedentes coronarios.
Un hallazgo llamativo es que los infartos registrados en Año Nuevo suelen corresponder a síntomas iniciados durante la celebración de Nochevieja, que con frecuencia se pasan por alto o se interpretan como indigestión.
El “efecto Navidad”: más muertes cardíacas y no cardíacas
La tendencia no es exclusiva de Europa. Un estudio estadounidense analizó más de 57 millones de certificados de defunción entre 1979 y 2004 y encontró:
- Un aumento significativo de muertes naturales el 25 y 26 de diciembre y el 1 de enero.
- Sólo en las semanas navideñas hubo un exceso de 42.325 muertes, incluso considerando el incremento habitual del invierno.
Este fenómeno se ha observado también en Nueva Zelanda, donde la Navidad cae en verano, lo que sugiere que no depende del clima, sino del contexto festivo. Aun así, no todos los países muestran el mismo patrón: en Australia no se encontró un incremento significativo. Es probable que intervengan factores culturales, sociales y del sistema sanitario.
El papel del estrés y las emociones intensas
Todos los estudios científicos hacen referencia a las condiciones de estrés durante este período ya que en estas fechas se acumulan situaciones que pueden elevar la tensión interna:
- Reencuentros familiares complejos.
- Expectativas poco realistas sobre “cómo deben ser las fiestas”.
- Presión económica por los regalos.
- Viajes, tráfico y prisas.
- Nostalgia o tristeza por personas ausentes.
Los estudios comparativos muestran que los pacientes que sufren un infarto en Navidad presentan niveles más altos de estrés y malestar emocional que los atendidos en otras épocas del año.
Los conflictos biológicos asociados
En Descodificación Biológica hablamos de los dos tipos de conflicto que descubrió el Dr. Hamer. Existen dos posibilidades de conflicto para los dos tipos de ataques cardíacos, y en cada uno de ellos los contenidos de conflicto, así como los centros de control en el cerebro, son diferentes. En ambos casos, la posibilidad de sobrevivir o morir depende de la gravedad y duración del conflicto.
El primer tipo corresponde a los conflictos de sobreexigencia, saturación, sensación de “ya no puedo más” o de traición o engaño, que están controlados por la sustancia blanca cerebral y afectan al músculo del corazón (miocardio). Estos conflictos en el momento de estrés provocan pérdida de tejido, y durante la fase de reparación se produce la inflamación con el consecuente infarto de miocardio. La sobreexigencia siempre debe tener un contexto social, es decir, relacionarse con otras personas o animales; una mera exigencia material, como el deporte, no es suficiente. Por ejemplo, el simple hecho de “tener mucho trabajo que hacer” no genera un conflicto de sobreexigencia. Se requiere la presión de un jefe u otra figura que imponga responsabilidad sobre todo el trabajo que hay que realizar.
Una situación frecuente es querer ayudar a alguien, pero no poder hacerlo, un fenómeno conocido como el “síndrome del ayudante”. En estos casos, no se soporta ver sufrir a otros y no se puede decir “no”, lo que genera un profundo agotamiento emocional. Se estima que probablemente más del 20 % de los infartos se deben a conflictos de sobreexigencia que afectan al miocardio.
El segundo tipo de ataque cardíaco está relacionado con conflictos de pérdida de territorio, controlados por la corteza cerebral y que afectan a las arterias coronarias. Este conflicto provoca inflamación y obstrucción de los vasos durante la fase de curación. El conflicto de pérdida de territorio masculino supone la pérdida de todo un territorio o de algo contenido en él, como por ejemplo perder a la pareja, el puesto de trabajo, el rango, la casa, la empresa o el dinero. Es el típico sentimiento de “¡me rompe el corazón!” o “me dejaron sin lo mío”. En aproximadamente el 80 % de los casos el ataque cardíaco se produce cuando se encuentran arterias coronarias obstruidas y eso ha sido visto en las autopsias, lo que indica la vivencia de un conflicto territorial masculino que afecta a los vasos coronarios.
Problemas digestivos y vesícula: otro clásico navideño
Las comidas copiosas, los dulces, los horarios irregulares y el alcohol favorecen que aumenten los problemas gastrointestinales y, particularmente, los cólicos de vesícula. Estos pueden provocar dolor intenso en el costado derecho o en la parte alta del abdomen y, en ocasiones, se confunden con síntomas cardíacos. No es raro ver urgencias saturadas en estos días.
En Descodificación Biológica hablamos de un conflicto de enojo territorial o de identidad cuando los límites no son respetados, algo nos enoja, nos faltan al respeto o se cruzan límites que consideramos sagrados. En Navidad, cuando las familias se reúnen y cada uno llega con su historia, sus heridas y sus expectativas, estos conflictos suelen reactivarse con fuerza. Las emociones asociadas son rabia, ira, rencor se mezclan con la presión de “todo tiene que salir bien”, “no podemos discutir ahora” y eso vuelve aún más difícil o imposibilita digerir, y por ello es normal asociar y confundir las comidas “copiosas” con los síntomas hepatobiliares como dolor de costado derecho, digestión pesada, náuseas, sensación de “hacer bilis”. A menudo no es la comida, es lo que pasa en la mesa.
El conflicto en Navidad
- Cenas familiares tensas, donde resurgen viejas discusiones o comparaciones odiosas: “a ti siempre te regalan más”, “mamá siempre lo defiende a él”.
- Regalos desigualados, que hacen sentir a alguien desplazado, menos querido o invisibilizado: “A mi hermano le regalaron algo caro y a mí una tontería”.
- Comentarios intrusivos, típicos de estas fechas: “¿Y tú para cuándo hijos?”, “¿Sigues con ese trabajo?”, “Has engordado, ¿eh?”. La sensación de invasión es directa.
- Rivalidades entre hermanos, reavivadas por la presencia de los padres o por recuerdos de Navidades anteriores.
- Disputas por quién organiza la cena, quién cocina, quién paga o quién pone la casa. Cada uno defiende su territorio: la casa, la autoridad, la tradición.
- Cuñados o suegros que opinan de más, cruzan límites o hacen bromas pesadas que generan rabia contenida.
- Hermanos que discuten por quién cuida a los padres ancianos, justo cuando todos están juntos en fiesta. Lo que en el fondo se disputa es el territorio emocional del reconocimiento y el valor.
Un caso real: La historia de Paco
Paco, un hombre ya jubilado, vive con molestias de hígado desde hace años. Siempre fue una persona de carácter fuerte, acostumbrada a imponer orden. En su historia familiar hay muchos enfados no resueltos, especialmente con un hermano con el que siempre compitió por la aprobación de los padres.
Llega la Navidad y la familia decide reunirse en casa del hermano. Durante la cena, se descubre que ese hermano ha gestionado la herencia de los padres sin informar a nadie y que, casualmente, él salió más beneficiado. La noticia cae en la mesa como dinamita.
Para el jubilado, aquello supone un ataque directo a su identidad y una injusticia. Siente que le han ocultado algo que también era “suyo”. La discusión sube de tono, él se levanta de la mesa furioso y exclama: “Esto me revuelve el estómago, me va a dar algo”.
Rompe todo contacto con su hermano. Sin embargo, el rencor y la sensación de injusticia no disminuyen: por dentro sigue “haciendo bilis”. Con el tiempo, entra en una recidiva emocional profunda que agrava su deterioro hepático, acabando finalmente en un coma hepático.
La hipertensión también aumenta en Navidad
La tensión arterial también suele descontrolarse durante diciembre. La OMS recuerda que la hipertensión obliga al corazón a esforzarse más para bombear sangre y es un factor de riesgo silencioso, muchas veces sin síntomas.
A nivel emocional y conductual, diciembre mueve dos tipos de tensiones muy frecuentes. En Descodificación Biológica hablamos de un conflicto:
1. Situaciones relacionadas con “líquidos”
Alcohol, accidentes acuáticos, lluvias, inundaciones, o cualquier evento donde el agua o un líquido juega un papel simbólico o literal.
2. Situaciones relacionadas con “liquidez” (dinero)
Gastos, compras, deudas, créditos, comparaciones familiares, miedo a no poder llegar a fin de mes.
En muchas familias, estas situaciones aparecen cada diciembre: miedo a perder el trabajo, preocupaciones económicas, duelo por un ser querido, obligaciones familiares intensas o la sensación de tener que “cumplir” más de la cuenta. Estos factores conflictuales elevan el estrés y pueden desencadenar o agravar la hipertensión.
Expectativas, tradiciones y presión social: el cóctel emocional de diciembre
Las fiestas están llenas de rituales y expectativas que, en ocasiones, generan más ansiedad que alegría. Nos exigimos demasiado: organizar cenas perfectas, cumplir con todos, comprar regalos, aparentar bienestar, o sostener tradiciones que quizá ya no nos representan.
Para vivir estas fechas con más serenidad, es útil plantearse preguntas como:
- ¿Qué importancia tendrá esta comida o este regalo dentro de seis meses?
- ¿Le doy más valor al encuentro humano o al intercambio material?
- ¿Puedo decir “no” sin sentir culpa?
- ¿Necesito seguir una tradición si me causa malestar?
- ¿Puedo regalar tiempo en lugar de objetos?
A veces, un paseo, una conversación honesta o un momento de calidad vale mucho más que cualquier obsequio.
Cómo reducir el riesgo de enfermedades en Navidad (según la evidencia médica)
1. Celebrar con moderación
No se trata de prohibir, sino de equilibrar:
- Controla el consumo de sal y alcohol.
- No abuses de los alimentos muy grasos.
- Mantén horarios relativamente regulares.
- No abandones tu medicación.
2. Mantenerse activo
La OMS recomienda al menos 150 minutos de actividad física semanal. Puedes integrar el movimiento cada día:
- Caminar después de las comidas.
- Actividades familiares al aire libre.
- Juegos, baile o excursiones breves.
3. No ignorar señales de alarma
Dolor en el pecho, falta de aire, mareo, sudor frío, náuseas o dolor irradiado al brazo o mandíbula requieren atención inmediata, incluso en pleno 24 o 31 de diciembre.
4. Cuidar el descanso
El desvelo mantiene elevada la tensión arterial y aumenta el riesgo de arritmias. No uses el café para mantenerte despierto. Esa es una función del sueño y del descanso.