El extranjero, de Albert Camus, y el lenguaje de las emociones

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Se acaba de estrenar una nueva versión cinematográfica de la novela El extranjero, de Albert Camus. La película recrea, con gran fidelidad argumental, la historia contada en 1942 por el literato francés que obtendría el Premio Nobel en 1957.

            La primera película con guion adaptado de esta novela fue la que dirigió en 1967 Luchino Visconti, protagonizada por Marcello Mastroianni.

            Ahora es François Ozon quien ha escrito y dirigido esta película, protagonizada por Benjamin Voisin en el papel de Meursault.

            Meursault es un francés que vive en Argel y que se enfrenta a un juicio por haber matado a un árabe.

            El fiscal basa su argumentación en la personalidad de Meursault, al que describe como un individuo carente de emociones. El interrogatorio al que somete, tanto al acusado como a los testigos, va encaminado a probar que Meursault no se comporta como cabría esperar de un ser humano.

            La historia comienza con la notificación, a través de un telegrama, del fallecimiento de la madre del protagonista en el asilo donde este la había ingresado años atrás.

            La actitud de Meursault en el velatorio de su madre, sin expresión de tristeza, así como su comportamiento en los días posteriores, redunda en la idea de que es un claro culpable del crimen del que se le acusa.

            Tanto la novela como sus adaptaciones cinematográficas llevan por título “el extranjero”. Cierto es que el personaje de Meursault es un francés que vive en Argel, con lo que podría considerarse un extranjero. Pero su origen habría sido una ventaja en las circunstancias que rodean el hecho del que se le acusa, pues la víctima, un árabe, importaba poco a la justicia del momento.

            Meursault es un extranjero, no por su procedencia, sino por su lenguaje. Y nos estamos refiriendo al lenguaje emocional. A Meursault lo están juzgando por carecer de emociones pero, en realidad, nadie puede saber a ciencia cierta si Meursault tiene o no emociones. Estamos, pues, ante un problema comunicativo. La sociedad espera un lenguaje y Meursault habla otro lenguaje diferente.

            La novela está escrita en primera persona; es el propio protagonista el que nos hace partícipes a los lectores de sus pensamientos. Como lectores, tenemos voluntad de entender las motivaciones del personaje para comportarse como se comporta, y al atender a sus pensamientos, entendemos que efectivamente es capaz de sentir emociones, aunque su expresión de cara a los demás no sea la que esperan.

            La película encuentra una dificultad a la hora de reflejar estos pensamientos de Meursault, que resuelve, por un lado, incluyendo la voz en off con el monólogo interior del protagonista, y por otro lado, con la magnífica interpretación a cargo de Benjamin Voisin, quien con su mirada nos demuestra que Meursault tiene respuestas profundas para la cotidianeidad de la vida.

            Es interesante reflexionar sobre los interrogantes que nos plantea Albert Camus con esta novela: ¿Es lícito juzgar a alguien por tener o no tener emociones? Es más, ¿podemos conocer las emociones de los demás?

            La trama gira en torno a dos hechos – el fallecimiento de la madre y el asesinato del árabe – que son claramente independientes y no deberíamos observar el primero para emitir sentencia sobre el segundo. Pero el comportamiento de Meursault en el primero permite al fiscal dibujar un perfil de personalidad compatible con el de un culpable para el segundo. En cierto modo, ese perfil es una forma posible de entender los hechos, pero no la única. Para entender el porqué de las actuaciones de Meursault habría que estar en su cabeza. La técnica narrativa del monólogo interior nos lo permite, tanto a los lectores de la novela como a los espectadores de la película. Pero dentro de la historia, solo los personajes realmente cercanos pueden entender a Meursault, porque comprenden su lenguaje emocional.

            Una emoción es una reacción automática a un estímulo. Es una reacción de tipo físico y suele ser muy breve. De esa emoción natural nacerá un sentimiento. Los sentimientos son más duraderos e incluso pueden alargarse días en el tiempo. Las emociones, como reacciones físicas inmediatas, suelen ser inevitables. Pero los sentimientos son controlables. Podemos regular el sentimiento tras una emoción.

            Por tanto, ante un estímulo como es, en esta historia, la noticia del fallecimiento de una madre, se generará en Meursault una emoción breve y prácticamente imperceptible para los demás. De esa emoción saldrá un sentimiento, con una duración mayor, y del que los demás se pueden hacer eco si conocen la manera de expresar dicho sentimiento por parte de Meursault. Pero Meursault es un extranjero a ojos de la fiscalía, que no comprende los sentimientos que lo embargan pues no conoce su lenguaje emocional.

            Albert Camus nos presenta a un hombre que se comporta según un código de conducta. Para el director François Ozon este código consiste en que Meursault nunca miente. Así lo recalca el personaje de la novia hasta en dos ocasiones. Los conceptos de verdad y mentira no aparecen en la novela, pero son una aportación interesante en la propuesta de François Ozon, pues inciden en la idea de “lenguaje”. Como decíamos, Meursault es un extranjero porque su lenguaje emocional es diferente al de los demás, aunque es un lenguaje sincero, pues no miente. Pero de nada le sirve ser sincero si no hay comunicación porque falla el código.

            Para concluir, diremos que las personas altamente sensitivas pueden ser muchas veces acusadas de lo contrario que nuestro Meursault, de ser demasiado emotivas. Si su lenguaje emocional es diferente al de sus receptores, puede haber fallos en la comunicación. De una misma emoción, derivan en las PAS unos sentimientos muy intensos cuya expresión resulta extraña para los demás. Eso convierte a las PAS en extranjeros, pues “hablan otro idioma” cuando se trata de lenguaje emocional. Sin embargo debemos considerar la posibilidad de un problema mayor, ser extranjero de uno mismo; es decir, no entender de dónde viene lo que sentimos y por qué reaccionamos de la forma en que lo hacemos. Así, al igual que Meursault, debemos plantearnos un ejercicio de autoconocimiento y ser honestos con nosotros mismos. Es nuestra tarea gestionar los sentimientos nacidos de las emociones que nos estimulan, y eso, Meursault, lo tenía muy claro.

Elena Villar Conde

Filóloga y lingüista. Profesional PAS acreditada.

Bibliografía:

Albert Camus, Bonifacio del Carril (tr.), El extranjero, Emecé editores, 2007.

Imagen ilustrativa creada con IA.

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