Ecos de un debate (II) – Centro Pignatelli

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«Porque piense cada uno que tanto se aprovechará en todas cosas spirituales, quanto saliere de su proprio amor, querer y interesse.». EE 189
San Ignacio de Loyola
Hace un mes celebramos el primer debate del Foro Baltasar Gracián. En la posición de moderador del debate asumí un papel neutro, de facilitador y animador. Intencionadamente me mantuve al margen de las cuestiones de fondo debatidas. En esta breve reflexión voy a permitirme dejar a un lado esta neutralidad y mojarme un poquito, al menos interpretar y ordenar las ideas.
Las posturas y discursos de los tres pudieron sorprender a algunos menos familiarizados con la vehemencia de Quintana Paz, la transparencia de Bohorquez y la combinación de rigor científico (social) y asertividad de Vidal. Los tres representaron o jugaron el rol que era esperable. Es más fueron elegidos precisamente por ello y el formato fue definido justamente para provocar la sana confrontación de pareceres.
Más allá del “ruido de sables” dialécticos que acompañó, sobre todo, la segunda parte del debate, se pueden detectar algunas ideas fuerza entre los tres ponentes.
La primera parte del debate se centró en los Hechos, una radiografía sociológica de las creencias de los españoles. Una lectura en titulares de lo que ya todos sabemos “empíricamente”: Iglesias vacías, anecdótica presencia de los jóvenes, participación en los sacramentos en franco retroceso etc. La única diferencia que se podría haber manifestado, como ante toda semblanza numérica es si los datos extraídos de diferentes informes y estudios del ramo, nos ofrecían una botella medio llena o medio vacía. Dada la contundencia de esta foto, esta posible lectura siquiera se suscitó.
A partir de un cierto momento se dio una vuelta de tuerca y el debate comenzó a calentarse. Llegados a este punto nos preguntamos sobre la calidad de estas creencias y la calidad de la identidad cristiana (católica) en nuestro país. Hablar de calidad nos sitúa fuera del espectro propiamente sociológico. Hablar de calidad es entrar de lleno en el terreno de la Teología y de la Pastoral, es preguntarse ¿Qué significa ser cristiano? y podemos añadirle ¡Hoy! Ciertamente no era este el debate en sí, pues se trataba más de explicar el porqué de esta progresiva desafección de católicos en nuestra iglesia que de juzgar la idoneidad o calidad de los que todavía se autodefinen  como cristianos dentro de la Iglesia. 
Sin embargo parece que ambas preguntas: ¿Por qué se van? y ¿En qué creen y cómo viven su Fe los que permanecen? (las preguntas sociológicas o comportamentales) y ¿En qué medida esta Fe es hoy una verdadera Fe cristiana fiel al evangelio? (La teológica o pastoral) son dos caras de la misma moneda. A partir de ahí unos se preguntan: ¿Es posible que la desafección se explique por el vaciamiento o banalización de la Fe que hoy se produce en la Iglesia? y otros más bien la pregunta que se hacen es ¿Es tan importante cuántos somos, no será más relevante preguntarse cómo debemos vivir la llamada del evangelio a trabajar por una Humanidad Nueva?
La primera pregunta refleja más una de las posturas en el debate que reclama una presencia más explícita de la cultura cristiana y un discurso más autónomo de la iglesia para afianzar una identidad con veinte siglos de tradición y aportación de sentido y valores. La segunda pregunta representa a quienes preocupados por los problemas de nuestro mundo se afanan por encontrar las mediaciones más efectivas para construir el Reino de Dios y hacer un mundo más humano y por ende más cristiano. Ambas posturas no son necesariamente antitéticas, probablemente son complementarias y se retroalimentan, pero fuera como fuese en el debate se expusieron en parte como rivales.
Ahondemos en estos dos discursos o posturas, la que defendía Quintana Paz y en buena medida Bohorquez y la que defendía, más bien, Vidal.
Empecemos por Quintana. Lo que viene a decir es que una parte (cada vez más notable) del cristianismo hoy se identifica con una serie de movimientos o causas, identidades y propuestas morales en boga (todas ellas legítimas en sí mismas) que han venido llamarse movimiento WOKE. El “wokismo” resulta peligroso para el mantenimiento y desarrollo de una identidad cristiana fiel a sí misma por cuanto que se termina subsumiendo dentro de otras que sin ser necesariamente anticristianas (aunque en sus versiones más extremas sí que lo son) no conforman por si mismas la identidad cristiana. Digamos que la identidad cristiana las precede y por tanto son más bien el resultado de un proceso de discernimiento que una postura de vida constitutiva del ser cristiano. En consecuencia, el “problema”, reside en que se pueda confundir ser cristiano con adoptar actitudes y posiciones “buenistas” muy sensibles con las distintas realidades y colectivos sufrientes o víctimas de toda naturaleza en los términos que la cultura política actual ha definido como “políticamente correcto”. ¿Y por qué se puede llegar a producir esta confusión? Porque una parte de la Iglesia habría renunciado a presentar la Fe como lo que es, dentro del cuerpo doctrinal y cultural que le es propio y se habría, por otro lado, sumado de forma acrítica a los postulados de la cultura Woke, hasta el punto de convertir el púlpito de las iglesias, la catequesis o las clases de religión en canales de difusión de estos valores, formando antes en estos valores que en la fundamentación cristiana de la que se derivan. 
Como consecuencia, y aquí retomamos la raíz del debate, se termina formando más bien buenos militantes o ciudadanos conscientes del siglo XXI recubiertos de una piel o cáscara creyente que una vez llegados a la edad adulta, en el contexto de una sociedad secularizada que profesa estos mismos valores, se termina desprendiendo o cayendo. El cristiano “Woke” se puede llegar a preguntar si su pertenencia a la Iglesia y sus creencias añaden algo significativo a su vivencia “buenista” y perfectamente definida en los términos que el discurso oficial ya se encarga de recordarnos a través de todos los medios de comunicación, el cine, la literatura etc.
Hablemos ahora de la segunda postura.  Probablemente precisa menos explicaciones. La posición de Vidal nos es familiar a la mayoría de los que hemos crecido en entornos de la Compañía y las CVX, la hemos oído, leído e incluso defendido, forma parte de nuestra historia de fe. Desde esta óptica, ser cristiano es trabajar codo con codo con todos los hombres y mujeres de buena voluntad por un mundo más justo, sostenible, equitativo, respetuoso con las minorías…Un cristiano inspirado en la llamada al amor y la fraternidad que se proclama en el evangelio ha de involucrarse en la historia para empujar estas diferentes causas en la dirección correcta. A partir de aquí los objetivos de sostenibilidad y justicia fijados desde diferentes plataformas como la Agenda 2030, las diferentes instituciones globales y los gobiernos más sensibles con estas causas son mediaciones necesarias y legítimas de todo cristiano que aspire a hacer de este mundo un mundo mejor. Esto no significa, sería falaz siquiera sugerirlo, que no se reclame una cultura cristiana, una vivencia de la Fe y una vida interior. No obstante el foco en la idea de “Misión” y la relevancia en la misma de las causas sociales, de un sentido de justicia social entendido en los términos de la cultura actual, son partes fundamentales de esta perspectiva. Así, lo importante es cómo vivimos, si lo hacemos según el evangelio y su llamada universal a la fraternidad y el amor, no tanto la identificación con un corpus doctrinal, moral, espiritual que forma parte de una tradición. Hasta el punto, de que uno puede ser cristiano sin tener conciencia de serlo si actúa según los valores y el talante del evangelio (cristiano anónimo).
Mi sugerencia al final, es tratar de elevarse sobre el debate y sus juegos y recursos dialécticos. Lo interesante, al fin y a la postre es que podamos reunir dos visiones aparentemente tan diferentes durante dos horas, ponerlas a debatir y aprender de ellas. Un debate como éste hace grande al Centro Pignatelli, pocas plataformas culturales, del signo que sean, pueden presumir de poner a conversar posturas realmente diferentes. Como se señaló al inicio del acto, esperemos que todos hayamos abierto un poco nuestra mente, escuchado con amplitud de miras, y aprendido algo de la postura que nos es menos afín. Si esto se hubiera conseguido, el objetivo estaría hartamente cumplido. Dejemos a otros que se dediquen a entregar carnets de buenos y malos cristianos.

José Carlos Sainz

Blog publicado el 27 de diciembre de 2021

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Ana Fernández