Desde las compras responsables y la elección de regalos eco-responsables, minimizando el consumo de papel o la generación de residuos, el consumo de bebida y comida de cercanía o de pequeños productores locales, hasta la muy importante elección del tipo de árbol de Navidad, cada uno de nuestros gestos en estas fiestas puede contribuir a que lleguen los verdaderos Reyes Magos de la naturaleza
Por Garcés Rivero, especial para Terabithia / Oviedo / España
En manos del consumidor está la elección ‘verde’. Los regalos suponen la mayor fuente de las emisiones de CO2 en estas fiestas, siendo responsables del 48 % de las emisiones derivadas de la mayor actividad y comercio en estas fechas. Los ‘regalos sostenibles’ son aquellos que ya están pensados desde su diseño para que tengan un bajo impacto en el medioambiente, el menor consumo posible de energía y agua y que durante su producción quede poco residuo y una baja huella ecológica.
Si tomáramos la decisión de hacer compras eco-responsables estaríamos haciendo un gran regalo al planeta y, por supuesto, a nosotros mismos. Sólo hace falta concienciarse de cómo, por qué y para qué regalamos el qué, si perjudica al medio ambiente y, por supuesto, imaginación para elegir productos que —por ejemplo— apoyen la producción local para minimizar la huella de carbono y ayudar a frenar la despoblación en áreas desfavorecidas; o, ¿por qué no?, objetos o prendas basadas en otorgar una segunda vida las cosas, fomentando así la economía circular. Y, por descontado, compras que respeten la naturaleza, objetos fabricados con materiales reciclados o con materias primas de comercio justo, eco-certificadas, generadoras de riqueza para los pequeños productores y emprendedores rurales, ligadas a causas ambientales, solidarias…
Residuos y emisiones
También contribuye a la sostenibilidad regalar cosas que no generen residuos, como ‘viajes eco’ y bajos en emisiones (en tren o desplazamientos de cercanía), experiencias inmersivas en contacto con la naturaleza, productos comestibles artesanos o ecológicos o comida que apoye causas sociales o a colectivos vulnerables. Por qué no, como idea, un apadrinamiento a un chimpancé protegido por el Instituto Jane Goodall o un plan de voluntariado activo con una fundación ambiental.
A la hora de elegir ropa, es bueno fijarse en prendas fabricadas a partir de plásticos recuperados del océano, tejidos con algodón ecológico, fibras naturales recicladas —lino, cáñamo— o material sintético pero que sea biodegradable. Existe mucha oferta de calzado fabricado con telas y gomas recicladas, o fibra natural (como la mezcla de algodón, maíz y kenaf). Así no sólo estaremos regalando un bien útil, sino otra mentalidad más concienciada con la crisis climática y la sobreexplotación de campo y los recursos hídricos.
Envoltorios y libros
Si entregáramos el regalo (el que sea) sin envoltorio ni bolsa, evitaríamos más del 25% del residuo generado. Cada ciudadano de España gasta 176 kilos de papel al año. En 2023, el consumo de papel y cartón en España aumentó en un 10% respecto a 2022 y en torno al 80% de los siete millones de toneladas gastados fue reciclado, según informa el departamento de investigación de Statista, empresa especializada en búsqueda, análisis y clasificación de datos y magnitudes.
En Navidad, si hay un elemento del que podemos prescindir —o modificarlo— es el gasto y residuo para envolver los regalos que, por el contrario, no tienen por qué dejar de ser una sorpresa: se pueden ocultar (y luego poner junto al árbol) con trozos de telas sobrantes, con bolsas cosidas a mano usando —por ejemplo— jeans viejos; utilizando un lazo de tela o cuerda reciclada en lugar del celo o bien con restos de papeles de otros años mezclados de forma original entre ellos, para lo cual se pueden emplear también —como idea— hojas de árbol secas, páginas bonitas de revistas ya leídas que van a ir a la basura e incluso cajas de cartón recicladas, pintadas a mano y personalizadas por nosotros mismos. Así podrán tener, con seguridad, otra vida más una vez pasadas las fiestas. Y conseguirán que el regalo sea mucho más personalizado.
Si no queda más remedio que comprarlo, es importante que esté hecho con fibras recicladas y que al desecharlo se deposite en el contenedor azul, pues el papel y el cartón son materiales 100% reciclables. Sorprendentemente, “los libros, que constituyen el 18% de los regalos, sólo emiten el 2% del CO2. Una opción más ecológica que electrónica y la joyería, que representan sólo el 4% de los regalos pero son responsables del 30% de las emisiones: se trata de una huella de carbono desproporcionada”, según informes de la secretaría de ONU Cambio Climático.
¿Aún no sabes qué regalar y tu amigo cuenta con jardín o un terrenito en el pueblo? Pues regálale cualquier árbol (o planta), el regalo perfecto: absorben carbono, dan cobijo a la fauna, limpian el aire y el agua, mantienen el suelo unido y además, nos hacen la vida mucho más agradable y el momento del trasplante al suelo es todo un acontecimiento para los más pequeños de la casa.
Abetos sostenibles
Entre las propuestas más destacadas de una gran cadena global de mobiliario para esta temporada se encuentra el árbol de Navidad más popular en la historia de esa compañía. Con un diseño compacto para su transporte y almacenamiento, está elaborado con materiales reciclados, como plástico de polietileno, plástico PET y polipropileno. Pero, por regla general, el abeto artificial no se fabrica con material reciclado (y mucho menos todos los que llegan de China, osea, casi todos, con una huella de carbono brutal); y a decir de los expertos no es la mejor elección, porque se fabrica con derivados de los combustibles fósiles, contiene compuestos químicos tóxicos, materiales no reciclables, y habría que usarlo durante más de diez años para compensar las emisiones generadas por su producción y transporte.
Cuando sea posible, la mejor elección es un árbol natural —adquirido en un proveedor con garantías o con certificado de cultivo controlado (por cada árbol cortado se plantas al menos dos más)— o bien procedente de trasplantes, entresacas o talas realizadas en la limpieza y regeneración de bosques. Normalmente estos arbolillos serían productos que irían desde el bosque directamente bien a la generación de biomasa, bien a la producción de compost, con lo que si el abeto no lleva raíces o no puede ser trasplantado en enero no hay que preocuparse ni pensar que no somos ‘verdes’. Sólo habrá que llevarlo al punto de recogida adecuado, en cada municipio, para su descomposición controlada o bien emplearlo como leña. Además, con la compra de este tipo de árboles ‘de vivero’ o ‘gestión forestal’ se contribuye al fomentar el empleo rural y a frenar la despoblación del campo, se favorece la actividad y salud forestal y se impulsa el ecoturismo. Además, se evita la contaminación derivada de la producción de los árboles artificiales y, lo más importante, se impulsa la plantación de más árboles que, en cualquiera de los casos y sea cual sea su destino final, proporcionarán durante muchos años servicios ambientales básicos. Capturan carbono, son reguladores climáticos que frenan el calentamiento global, filtran y limpian el agua, generan oxígeno, evitan la erosión y —aparte del océano— los bosques son el gran refugio de la biodiversidad y los verdaderos guardianes del suelo.
Regalos ‘solares’
Según el consenso científico, la radiación solar que llega a la Tierra en un año podría suministrar 4.000 veces las necesidades energéticas de nuestra sociedad global. Sólo con la irradianza del Sol que llega hasta la atmósfera en un minuto (173.000 teravatios) se podría cubrir la demanda global de un año, ello si fuéramos capaces de almacenarla de algún modo y de forma limpia, según datos facilitados por la empresa de ingeniería de autoconsumo eléctrico EIG Integral.
Es imposible almacenar el sol en casa, pero si el destinatario de Papá Noel o los Reyes Magos es un enamorado de las actividades en contacto con la naturaleza hay ideas que además de sorprenderles, son muy útiles y energéticamente limpias y sostenibles. Gadgets solares como cocinas portátiles que permiten hervir, hornear o freír y que se alimentan sólo de energía solar y alcanzan temperaturas de hasta 370 °C.
Para quienes no pueden desconectar del mundo ya existen los portátiles de alimentación fotovoltaica y resistentes al agua, que no necesitan ser conectados a la red eléctrica. Se idearon en principio con el objetivo de mejorar la educación en países en desarrollo, pero son de precio asequible y muy útiles para quien pasa mucho tiempo fuera, capaces de cargar, en sólo dos horas, una batería que dure una jornada completa de trabajo ¡al aire libre!
El complemento ideal sería una buena mochila solar, otro de los ‘inventos’ sostenibles de los últimos tiempos. Sólo hace falta ‘bichear’ en internet parta encontrar diversos modelos. En escapadas a la montaña o a la playa, acampadas… queda resuelto el problema de alimentar los cargadores de iPad, cascos, móviles o mp3 y evita que las pilas gastadas (muy contaminantes de los acuíferos) sean abandonadas en el medio ambiente. Lo ideal es que además esté fabricada con telas naturales o productos reciclados —en la medida de lo posible— y equipada eso sí con buenos envases reutilizables (el aluminio es ligero y eternamente reciclable) para llevar agua y alimentos y evitar residuos plásticos en el campo.
Vinos y cavas ecológicos
Para brindar, brindar y brindar, o para maridar con las comidas familiares o de empresa, el criterio de elección de licores, vino y cava de cercanía —siempre que sea posible— es clave para reducir emisiones. Optar por bebidas locales (las hay magníficas en cada rincón de la Península) es un gesto de apoyo al productor sostenible y a la naturaleza, eso sí comprobando que dispongan de los certificados o sellos que garantizan su procedencia (mejor española) de agricultura ecológica, libre de productos químicos sintéticos o genéticamente modificados y de fertilizantes o herbicidas.
O bien comprar producto en las incipientes bodegas que están utilizando desde hace años en España uvas autóctonas más resistentes al cambio climático, aplican nuevas tecnologías para gestionar el riego por mapas de humedad y reducir el consumo de agua, y también recuperando terrenos yermos o zonas agrícolas abandonadas para restaurar la naturaleza, recuperar su productividad y fomentar el empleo local.