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Miedos en la adolescencia

Y cuando llegan a la adolescencia, predominan los miedos sexuales, de autoidentidad, académicos, económicos y sociales.

En este período, los adolescentes atraviesan un proceso de construcción de su identidad, lo que puede generar miedos relacionados con la aceptación social, la sexualidad y el futuro.

Los adolescentes altamente sensibles pueden experimentar estos miedos con mayor intensidad, ya que son más propensos a una autoevaluación crítica y a percibir la presión de su entorno de manera más aguda.

Las niñas y los miedos

En cuanto a las diferencias de género, los estudios indican que las niñas suelen experimentar mayores niveles de miedo que los niños en diversas etapas de la infancia y adolescencia.

Este patrón podría estar relacionado con diferencias socioculturales en las expectativas de comportamiento y el desarrollo emocional, así como con la mayor tendencia de las niñas a expresar sus emociones y preocupaciones.

Las niñas tienden a ser más abiertas en la expresión de sus miedos, mientras que los niños, en general, pueden sentirse presionados a no mostrar vulnerabilidad.

Es decir, los miedos infantiles y juveniles, aunque en su mayoría son transitorios, pueden perdurar y transformarse con el tiempo. Algunos miedos tienden a desaparecer con la madurez, mientras que otros se intensifican, como el miedo a la sangre, a los hospitales, a hablar en público o al fracaso.

Estos miedos, aunque se desarrollan en la niñez, pueden ser un reflejo de la manera en que los niños aprenden a enfrentar sus temores y a lidiar con los desafíos emocionales a lo largo de su vida.

Respuesta adaptativa para supervivencia y protección emocional

Los NAS, debido a su mayor percepción emocional y su tendencia a experimentar el mundo con una mayor profundidad, pueden encontrar que algunos de estos miedos se amplifican con la edad si no se gestionan adecuadamente.

En este sentido, el miedo en la infancia es una respuesta adaptativa crucial para la supervivencia y la protección emocional.

Para los NAS, estos miedos pueden ser más intensos y duraderos, pero al mismo tiempo, pueden servir como una oportunidad para el desarrollo emocional y la comprensión de su entorno.

El manejo de estos miedos, ya sea a través del apoyo familiar, la validación emocional y el desarrollo de estrategias de afrontamiento, es esencial para un crecimiento emocional y psicológico saludable.

¿Cómo surgen los miedos?

Respecto a cómo surgen los miedos, suele ocurrir de tres modos principales, por condicionamiento directo, debido al aprendizaje por observación, o por transmisión de información negativa.

Cada uno de estos mecanismos de adquisición de miedos tiene implicaciones diferentes sobre cómo el niño o la niña experimenta y responde al miedo, y en el caso de los niños o personas altamente sensibles (PAS), existe un factor adicional de vulnerabilidad que puede intensificar la experiencia.

Condicionamiento directo (1)

El condicionamiento directo se refiere a la experiencia personal de un estímulo asociado con una respuesta de miedo. Por ejemplo, si un niño se asusta cuando se encuentra con un perro agresivo, puede desarrollar un miedo generalizado a los perros.

Este tipo de miedo está asociado a experiencias personales directas que producen una reacción emocional inmediata.

En las PAS, este tipo de aprendizaje puede ser más intenso debido a su capacidad para procesar las emociones y sensaciones de manera más profunda.

La intensidad del miedo puede ser desproporcionada en comparación con la que experimentaría alguien menos sensible, porque la tendencia a vivenciar más agudamente las experiencias emocionales.

Aprendizaje por observación (2)

En cuanto al aprendizaje por observación, ocurre cuando un niño o una niña desarrolla miedos observando a otras personas experimentar miedo ante ciertos estímulos. Un niño puede aprender a tener miedo de ciertos animales, por ejemplo, si ve a un adulto reaccionar con ansiedad o temor frente a esos animales.

Los niños altamente sensibles son especialmente propensos a este tipo de aprendizaje, ya que son más susceptibles a captar las emociones y reacciones de las personas a su alrededor, y pueden internalizar esos miedos.

En este caso, el miedo es en gran medida social y emocional. Las PAS tienden a ser más empáticas y receptivas a las emociones ajenas, lo que puede llevar a que sus propios miedos se vean amplificados por la observación de las emociones de los demás.

Transmisión de información negativa (3)

Y en tercer lugar, adquirir miedos por la transmisión de información negativa involucra el aprendizaje de miedos a través de relatos, advertencias o mensajes recibidos desde el entorno. Por ejemplo, de los padres, abuelos u otros adultos o la propia sociedad en general.

Si un niño escucha repetidamente que «los extraños son peligrosos» o que «los lugares oscuros son aterradores», es probable que desarrolle una aversión o miedo a esos estímulos, incluso sin haber tenido una experiencia negativa directa con esas experiencias.

Las PAS, debido a su mayor capacidad para procesar información emocional y su mayor tendencia a reflexionar sobre los mensajes que reciben, pueden ser más vulnerables a internalizar estos miedos. La transmisión de información negativa puede generarles una sensación de inseguridad o miedo irracional hacia situaciones que de otro modo podrían no haberles causado temor.

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