La industria turística se encuentra en un momento de transformación. Lejos de ser solo una actividad económica, el turismo actual está obligado a responder a retos sociales, medioambientales y culturales que no pueden ignorarse.
Como explicamos en la edición 2025 de nuestro Informe de Turismo, este año hemos querido abrir una reflexión más estratégica en torno a un concepto cada vez más relevante: el turismo responsable. Ya no basta con medir el éxito en número de visitantes o ingresos, sino también en función de su capacidad de respetar el entorno, aportar valor a las comunidades receptoras y preservar los recursos naturales y culturales de cada destino.
En este contexto, los impuestos turísticos están adquiriendo cada vez más presencia como posibles herramientas para avanzar hacia modelos de desarrollo más sostenibles y equilibrados.
¿Qué es un impuesto turístico y por qué se está normalizando?
Hablamos de un pequeño recargo por noche, estancia o acceso, aplicado generalmente a los viajeros, y destinado a financiar servicios públicos, mantener el entorno urbano o natural, y compensar posibles externalidades del turismo de masas.
En algunos destinos, esta medida ha permitido dotar de recursos a las administraciones locales para gestionar de manera más eficaz los efectos del turismo, sin que ello haya afectado de forma significativa a su atractivo. De hecho, cuando se comunica adecuadamente su finalidad —preservar lo que hace especial a cada lugar—, puede incluso reforzar la percepción positiva del destino.
Los impuestos turísticos como herramienta al servicio de la sostenibilidad
Tal como analizamos en nuestro Informe Turismo Responsable 2025, avanzar hacia un modelo turístico más equilibrado requiere no solo de voluntad política o visión estratégica, sino también de herramientas operativas que permitan gestionar los impactos y generar beneficios tangibles para las comunidades locales.
Los impuestos turísticos, implantados ya en muchos países del G20, pueden desempeñar ese papel cuando su aplicación se ajusta a las características específicas de cada destino.
Entre sus posibles ventajas se incluyen:
- Generar ingresos que se reinviertan en la mejora de infraestructuras, la limpieza, el transporte público o la conservación del patrimonio.
- Contribuir a mitigar impactos como la sobrecarga de servicios, el encarecimiento de la vivienda o la degradación ambiental.
- Promover modelos más inclusivos, responsables y alineados con los principios de economía circular.
Aun así, también hay retos asociados, como la necesidad de una gestión transparente de los fondos recaudados, su posible percepción como una carga por parte del visitante si no se comunica adecuadamente, o su aplicación uniforme en entornos turísticos muy diversos. Su conveniencia, por tanto, debe analizarse caso a caso.
¿Qué están haciendo otros países?
España ha sido uno de los primeros países en aplicar este modelo de forma regular en destinos con alta presión turística. En comunidades como Cataluña o Islas Baleares, las tasas se destinan a la protección del medio ambiente, el mantenimiento del patrimonio y la mejora de los servicios locales.
A nivel internacional, observamos cómo otros países han seguido caminos similares:
- Italia: En ciudades como Roma, Florencia o Venecia se aplican tasas que pueden alcanzar los 7 € por noche.
- Francia: Su taxe de séjour se utiliza de forma generalizada y con fines muy concretos, como la conservación del entorno urbano o el desarrollo turístico sostenible.
- Alemania, Canadá o Japón han implementado impuestos turísticos sin que ello haya afectado negativamente a su atractivo internacional.
- Indonesia, Corea del Sur y México muestran que también en contextos emergentes estas medidas pueden aplicarse de forma eficaz, siempre que se adapten a la realidad local.
Una herramienta a considerar, no una receta única
Desde Open-Ideas creemos que es fundamental analizar con perspectiva este tipo de medidas. No se trata de apostar por los impuestos turísticos de forma incondicional, sino de entenderlos como una posible vía —entre muchas— para avanzar hacia modelos de turismo más responsables.
Su aplicación, alcance y objetivos deben valorarse según la realidad de cada territorio, considerando tanto sus beneficios potenciales como sus limitaciones. En definitiva, más que una imposición, deben verse como una herramienta que, bien diseñada y comunicada, puede contribuir al equilibrio entre visitantes, residentes y entorno.
✍️ Leonard Pera