El turismo catalán ante el reto climático: vulnerabilidades crecientes y el camino hacia la adaptación
El cambio climático ya no es un horizonte futuro, sino una realidad palpable que está impactando sectores fundamentales de nuestra economía y modelo territorial. Entre estos, el turismo —uno de los pilares de la economía catalana— se encuentra especialmente expuesto. En Catalunya, con más de 26 millones de turistas internacionales anuales, la sostenibilidad y la capacidad de adaptación del sector resultan cuestiones estratégicas.
El año 2024 marcó un hito al convertirse en el primero en superar los 1,5 °C de calentamiento global respecto a la era preindustrial, con consecuencias directas sobre las destinaciones españolas: olas de calor prolongadas, sequías severas e inundaciones cada vez más frecuentes alteran tanto la experiencia del visitante como la operatividad de las infraestructuras.
La magnitud del desafío exige pasar de la conciencia al compromiso. Adaptarse al cambio climático no es tan solo una necesidad ambiental: es una prioridad económica y social.
Vulnerabilidades evidentes en un territorio diverso
La geografía catalana, diversa y atractiva, es también fuente de vulnerabilidades específicas ante el calentamiento global. Los efectos ya identificados incluyen:
- Reducción de la cobertura de nieve y la duración de la temporada de esquí en los Pirineos.
- Pérdida de confort climático en las ciudades costeras, especialmente durante los meses de verano, debido a las olas de calor.
- Degradación del litoral: erosión de playas, subida del nivel del mar y salinización de acuíferos.
- Escasez de agua en zonas de gran afluencia turística y aumento de los conflictos de uso.
- Reducción de los caudales fluviales, con consecuencias para el turismo activo y de naturaleza.
Estas afectaciones no solo ponen en riesgo el atractivo turístico de determinadas zonas, sino que pueden modificar los patrones de demanda y comprometer la viabilidad económica de muchos actores locales.
Según la Comisión Europea, varias regiones turísticas españolas, Catalunya entre ellas, podrían experimentar descensos en torno al 5 % en las llegadas de visitantes en el escenario de evolución de las temperaturas más plausible. Estos impactos ya son palpables: diferentes estudios de CaixaBank Research confirman que la probabilidad de regreso de los visitantes disminuye si los mismos han sufrido una ola de calor, existiendo también correlación entre el gasto turístico y las temperaturas (entre 2019 y 2023 el gasto turístico disminuyó más en las zonas más cálidas de España).
A la presión térmica se añaden las restricciones hídricas, un reto para hoteles, parques acuáticos o campos de golf. Paralelamente, la subida del nivel del mar y la erosión costera amenazan uno de nuestros principales activos: el litoral.
Estos fenómenos debidos al cambio climático generan además otros impactos físicos, económicos y reputacionales. La prensa internacional —el New York Times llegó a describir a España como “un paraíso veraniego perdido”— advierte de que la competitividad turística también se juega en la arena climática.
Las políticas de mitigación, un nuevo reto para la demanda
El sector también se enfrenta a los efectos indirectos derivados de las políticas de descarbonización. El coste de los billetes de avión —actualmente la principal vía de llegada del turismo internacional a Catalunya— puede aumentar de manera significativa a causa de la introducción de nuevos impuestos ambientales, el encarecimiento de los derechos de emisión o la implantación de los combustibles sostenibles de aviación (SAF). Este incremento tendría un efecto directo sobre:
- El número total de visitantes internacionales
- La estancia media y el gasto por turista
- La procedencia geográfica de los visitantes, con afectaciones más graves en los mercados intercontinentales como EUA, Japón o China
Este nuevo escenario obliga a reformular estrategias de promoción, conectividad y diversificación de la oferta.
De la vulnerabilidad a la resiliencia
El turismo catalán se encuentra en una encrucijada. Por un lado, debe continuar siendo motor económico, generador de ocupación y vertebrador territorial. Por otro, debe encajar dentro de una sociedad que quiere vivir en armonía con su entorno y ser resiliente ante el cambio climático.
La adaptación no es opcional, sino una necesidad urgente. Y, como demuestran las experiencias recientes, no hay adaptación efectiva sin planificación estratégica, conocimiento territorial y colaboración público-privada.
Es hora de transformar las vulnerabilidades en oportunidades para construir un nuevo modelo de turismo: más diverso, más responsable, más resiliente.