Tribuna de Antonio Bonet y Marisa Poncela: «Grandes retos transformadores del comercio internacional» (Expansión)

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Grandes retos transformadores del comercio internacional

Tribuna publicada en Expansión. Por Antonio Bonet, Presidente del Club de Exportadores e Inversores Españoles y Marisa Poncela, Economista y ex-Secretaria de Estado de Comercio.

12 de septiembre de 2024

Existe un consenso generalizado sobre que la globalización ha traído consigo un importante aumento de la prosperidad mundial. El comercio internacional y las inversiones extranjeras han crecido bastante más que el PIB mundial desde que empezó la globalización, especialmente tras la caída del telón de acero a principios de la década de los 90. Datos del Banco Mundial muestran que ocho de los países con mayor nivel de globalización son países que están también entre los 15 que tienen un mayor nivel de renta, de entre los cuales la gran mayoría son miembros de la Unión Europea.

La deslocalización de la producción a través de las cadenas globales de valor ha llevado a una importante reducción de costes para las empresas porque pueden usar mano de obra más barata, atraer talento de cualquier origen, comprar materias primas a menor coste, y usar tecnologías más avanzadas en diferentes partes del mundo. La globalización ha facilitado la aparición de nuevas empresas de países emergentes y ha provocado un aumento de la competencia con las empresas suministradoras tradicionales. Un mayor número de países se ha involucrado en los intercambios de bienes y servicios. Es decir, ha traído consigo una mayor especialización y diversificación del comercio internacional, desarrollando una red comercial más compleja, sofisticada y dinámica.

Tras décadas de funcionamiento de este modelo deslocalizado de producción y comercio, se han evidenciado importantes vulnerabilidades. Esto se ha puesto de manifiesto en una Nota Técnica publicada por el Club de Exportadores e Inversores, cuya autora es Marisa Poncela, que identifica tres causas: geopolíticas, tecnológicas y de valores.

Entre las de carácter geopolítico cabe destacar, entre otras, la guerra Rusia-Ucrania, la rivalidad EE. UU.-China, el conflicto en el Canal de Suez y la pandemia. Se han producido importantes disrupciones en las cadenas de suministro, evidenciando vulnerabilidad y poniendo en duda la resiliencia del modelo productivo globalizado y el trade off entre seguridad y competitividad. Además, está surgiendo un nuevo orden mundial, en el que se disputa, por parte de China y otros países del “Sur Global”, el liderazgo de Estados Unidos. La existencia de múltiples polos de poder dificulta la cooperación y coordinación de políticas económicas globales necesarias para abordar problemas comunes, incita al establecimiento de políticas proteccionistas y a no respetar las “reglas del juego internacionales”.

A esto se une un deterioro de la gobernanza multilateral. Hoy la influencia de la Organización Mundial del Comercio, del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial está muy mermada. Esto afecta a la capacidad de resolver disputas comerciales entre países, permite un mayor proteccionismo, y justifica políticas más agresivas para favorecer las exportaciones nacionales y atraer (o limitar) la inversion extranjera.

Entre los factores tecnológicos, la producción y distribución de bienes y servicios está siendo profundamente alterada por nuevas tecnologías como la digitalización, la impresión 3D, el blockchain, la robótica oel bigdataentre otros. Toda esta innovación tecnológica está cambiando los paradigmas heredados del siglo XX y transformando la forma en que las empresas operan a nivel global. Su adopción favorece la presencia de empresas de economías emergentes, genera nuevos mercados y nuevas formas de abordarlos. Se está modificando el patrón de comercio nacional e internacional, ayudando a reducir las barreras de entrada para las empresas y abriendo nuevas oportunidades, pero también está generando amenazas para aquellas que no identifiquen estos cambios tan disruptivos que se están produciendo.

En tercer lugar, la Nota Técnica arriba mencionada señala la creciente conciencia de países y ciudadanos de todo el mundo sobre los desafíos ambientales y de producción ética. El Acuerdo de París sobre el clima lo han firmado 195 países; la Agenda 2030, 193 países. Las decisiones de compra de los consumidores están cada vez más sesgadas hacia productos justos, éticos y sostenibles.  La Unión Europea está fuertemente comprometida con estos Acuerdos y ha puesto en marcha paquetes normativos de obligado cumplimiento fijando estándares medioambientales o sociales durante todo el proceso de fabricación y venta que son de obligado cumplimiento para las empresas. Esto se materializa en obligaciones de reporting, certificaciones, imposición de aranceles basados en criterios de sostenibilidad, incentivos y subsidios para promover prácticas comerciales sostenibles (energías renovables o tecnologías limpias), por ejemplo.

En la práctica, estos tres retos transformadores del comercio internacional, nuevo entorno geopolítico, tecnología y sostenibilidad, suponen una mayor incertidumbre y unos mayores costes para las compañías. Por tanto, las empresas deben, por una parte, modificar sus estrategias empresariales para adaptarse a los cambios y aprovechar las oportunidades que se están presentando para competir en el mercado internacional en mejor posición. Y, además, deben invertir en formación de capital humano.

En el caso de España, la situación puede ser preocupante puesto que solo el 1,09% del tejido empresarial tiene más de 50 empleados. Por ello es imprescindible que las normativas de sostenibilidad y restricciones comerciales que definan las administraciones ayuden y no lastren la competitividad de las empresas. Esto sería el caso, por ejemplo, de medidas de trazabilidad para proteger los derechos laborales extraterritoriales y promover la igualdad de género que no supongan elementos de desventaja competitiva para nuestras empresas en los mercados exteriores. En segundo lugar, la Administración debe seguir impulsando el despliegue de la infraestructura necesaria para tener acceso a las oportunidades que la digitalización brinda al comercio internacional. Y, por supuesto, no podemos olvidar que sin apoyo institucional será difícil que las empresas, especialmente las pequeñas, puedan invertir en capital humano, tan relevante para sortear las incertidumbres del nuevo orden económico internacional y para identificar y aprovechar las oportunidades que se presenten.

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