Calendario de Adviento 2024. Día 8: el camino - Noelia Jiménez

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PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Baruc (5,1-9):

Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción que llevas, y vístete las galas perpetuas de la gloria que Dios te concede. Envuélvete en el manto de la justicia de Dios, y ponte en la cabeza la diadema de la gloria del Eterno,
porque Dios mostrará tu esplendor a cuantos habitan bajo el cielo. Dios te dará un nombre para siempre: «Paz en la justicia» y «Gloria en la piedad». En pie, Jerusalén, sube a la altura, mira hacia el oriente y contempla a tus hijos: el Santo los reúne de oriente a occidente y llegan gozosos invocando a su Dios. A pie tuvieron que partir, conducidos por el enemigo, pero Dios te los traerá con gloria, como llevados en carroza real. Dios ha mandado rebajarse a todos los montes elevados y a todas las colinas encumbradas; ha mandado rellenarse a los barrancos hasta hacer que el suelo se nivele, para que Israel camine seguro,
guiado por la gloria de Dios. Ha mandado a los bosques y a los árboles aromáticos que den sombra a Israel. Porque Dios guiará a Israel con alegría, a la luz de su gloria, con su justicia y su misericordia.

Salmo Sal 125,1-2ab.2cd-3.4-5.6

R/. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres

V/. Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares. R/.

V/. Hasta los gentiles decían: «El Señor ha estado grande con ellos». El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. R/.

V/. Recoge, Señor, a nuestros cautivos como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares. R/.

V/. Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (1,4-6.8-11):

Hermanos:
Siempre que rezo por vosotros, lo hago con gran alegría. Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del Evangelio, desde el primer día hasta hoy.
Ésta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado entre vosotros esta buena obra, llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús.
Testigo me es Dios del amor entrañable con que os quiero, en Cristo Jesús.
Y esta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores.
Así llegaréis al Día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Lucas (3,1-6):

En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tretarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: «Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; los valles serán rellenados, los montes y colinas serán rebajados; lo torcido será enderezado, lo escabroso será camino llano. Y toda carne verá la salvación de Dios».

***

Llegar a un destino exige recorrer un camino. Sé que parece demasiado obvio, pero yo misma trato muchas veces de alcanzar un objetivo como Álex y Cristina, haciendo chas para que aparezca a mi lado. Y la cuestión es que nada que realmente tenga valor se alcanza sin que nos preparemos para ello.

Ese camino no suele ser uniforme, ni recto, ni llano. Igual que en cualquier vuelta ciclista se alternan las etapas de montaña con las contrarrelojes y las mesetas –que, por cierto, según dicen los expertos, son las jornadas más plomo de todas–, en nuestra propia carrera vital hay momentos en los que tenemos que demostrar velocidad y luchar contra el tiempo –siento que demasiado a menudo–; otros en los que hemos de poner a prueba nuestra resistencia y capacidad de sufrimiento mientras escalamos; otros en los que el camino se hace tedioso porque, aunque no resulte especialmente complicado, no nos motiva.

El desierto siempre va a aparecer. A veces en forma de enfermedad. Otras, con problemas laborales, económicos, familiares. Con discusiones. Con miedos. Con malentendidos. Con soledad. La cuestión es saber sobreponerse, con la vista puesta en lo que hay más allá de las tormentas de arena.

Estar en modo granjero, siempre sembrando, cansa. Confieso que me corroe la envidia cuando veo que hay personas que parecen alcanzar un éxito detrás de otro con aparente facilidad. Claro que sólo me fijo en lo visible. No sé de sus afanes ni de sus desiertos. Ni siquiera sé si eso que se aprecia desde fuera como un éxito lo es en realidad. Si su protagonista lo siente como tal.

Llega un momento en el que siembras entre lágrimas. Harta de tanto agacharse y meter las manos entre la tierra. Cansada de tanto oler a estiércol. 

Pero se cosecha entre cantares. Y el abono maloliente se convierte en el aroma de una flor que nos hace olvidar los malos ratos.

Quiero creerlo. Y también sé que el fruto quizá no sea el que yo tengo en la cabeza. Quizá el Jefe tenga otros planes para mí. Pero lo que está claro es que no me dejará perdida en el desierto.

Obra: La Natividad, Federico Barocci (1597),  ©Museo Nacional del Prado (Madrid)

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Noelia Jiménez