Calendario de Adviento 2024. Día 21: el cántico - Noelia Jiménez

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PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Cantar de los Cantares (2,8-14):

¡La voz de mi amado!

Vedlo, aquí llega,

saltando por los montes,

brincando por las colinas.

Es mi amado un gamo,

parece un cervatillo.

Vedlo parado tras la cerca,

mirando por la ventana,

atisbando por la celosía.

Habla mi amado y me dice:

«Levántate, amada mía,

hermosa mía y ven.

Mira, el invierno ya ha pasado,

las lluvias cesaron, se han ido.

Brotan las flores en el campo,

llega la estación de la poda,

el arrullo de la tórtola

se oye en nuestra tierra.

En la higuera despuntan las yemas,

las viñas en flor exhalan su perfume.

Levántate, amada mía,

hermosa mía, y vente.

Paloma mía, en las oquedades de la roca,

en el escondrijo escarpado,

déjame ver tu figura,

déjame escuchar tu voz:

es muy dulce tu voz

y fascinante tu figura».

Salmo Sal 32,2-3.11-12.20-21

R/. Aclamad, justos, al Señor; cantadle un cántico nuevo.

V/. Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas; cantadle un cántico nuevo, acompañando los vítores con bordones. R/.

V/. El plan del Señor subsiste por siempre; los proyectos de su corazón, de edad en edad. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad. R/. 

V/. Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo; con él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos. R/.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,39-45):

En aquellos días, María se levantó y puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz exclamó:

«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».

***

Dicen que dijo san Agustín: «Quien canta, reza dos veces». En realidad, parece ser que su frase exacta no fue esa, sino más bien esta otra: «Aquel que canta alabanzas, no sólo alaba, sino que también alaba con alegría; aquel que canta alabanzas, no sólo canta, sino que también ama a quien le canta».

Y las lecturas de hoy están llenas de cánticos, de música y de amor.

Empiezan por el Cantar de los Cantares, cuyo nombre ya da una pista de su belleza: significa «el canto más excelente». Hay quien dice que es el menos bíblico de todos los libros incluidos en las Sagradas Escrituras; hay, en cambio, quien interpreta esta historia de amor como el amor entre Cristo y la Iglesia. En cualquier caso, son páginas plenas de belleza y encanto, de metáforas y sueños.

Primer punto: podemos –y debemos– hacer de la belleza una oración. De nuestro amor humano una muestra del amor divino.

Seguimos por el salmo que nos invita a cantar «un cántico nuevo» al Señor y afirma que «con él se alegra nuestro corazón».

Segundo punto: la alegría es innegociable (y sobre esto puedes leer aquí).

Terminamos con el evangelio y el salto de alegría de Juan en el vientre de su madre, Isabel, al oír el saludo de María. Isabel no duda en decirle a su prima esas palabras que, pasados los siglos, se han convertido en una de las oraciones más bellas a la Virgen: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!».

Tercer punto: los momentos de alegría merecen una oración. Un cántico de alabanza. Si nos acordamos del Jefe y de su Madre para pedirle, también sería interesante acordarnos para celebrar con Él.

Cantemos más. Refunfuñemos menos.

El cántico es belleza. Y la belleza es vida que nos acerca al cielo.

Obra: Adoración de los pastores, Rafael Anton Mengs (1770), ©Museo Nacional del Prado, Madrid

Asesoramiento artístico: Conchy González-Pecellín

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Noelia Jiménez