Cargarse el modelo: Aragón vence a Navarra | Institución Futuro

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En las últimas semanas se está viviendo en Navarra una verdadera consternación por el cierre de BSH y el traslado del domicilio social de PANASA-Berlys; lo que se suma a lo vivido a lo largo de este año con el fracaso de Flamagás de Aoiz, el traslado de sede de Acciona Energía a Madrid y el fiasco de Susundegui. Y todo ello sumado a algo más invisible como es el retroceso permanente del número de empresas que trasladan su sede a Navarra o la nula inversión exterior.

Este lamentable escenario se ha visto aderezado por el asombro de la lluvia de inversiones y proyectos empresariales a tan solo 180 kilómetros de aquí, en Zaragoza y en Aragón. Ello azuza la reflexión de por qué esos proyectos van a Aragón y ni se acercan a Navarra. Conozco bastante bien ambas sociedades y su evolución en los últimos treinta años. Navarra era, hasta hace pocos años, algo inalcanzable para los aragoneses, objeto de una sana o no tan sana envidia. Nuestras carreteras, educación, sanidad y eficacia administrativa eran vistas como algo propio de otros países y ellos, los aragoneses, estaban en el furgón de la medianía española. No digamos nada de nuestra fiscalidad, verdadero hecho diferencial que atrajo a no pocos contribuyentes de más allá de Cortes.

Hoy las tornas han cambiado por completo y es Aragón quien da sopas con onda a la Comunidad foral y se prepara para disfrutar de unos años prodigiosos. Pero eso no es un hecho fruto de la casualidad ni de algo extraordinario que haya ocurrido en los últimos meses. La Comunidad de Aragón, que también es muy exigente consigo misma, acumula bazas muy favorables que ha sabido aprovechar. Bazas diferentes a las de Navarra, pero mientras Navarra se está parando, Aragón está despegando y nos dejará atrás.

Señalaré tres. Los proyectos neurálgicos de Aragón, es especial la logística y el desarrollo de las energías renovables, se han impulsado con decisión desde el Gobierno aragonés durante las últimas décadas, con visión de largo plazo y una extraordinaria estabilidad, siendo respetados aunque hubiese cambios de gobierno. Aragón mima a sus empresarios, gobierne quien gobierne, PSOE o PP y, aunque la crítica social existe, no hay un ataque permanente a toda nueva iniciativa. Y en Aragón no existe Bildu y toda su campaña de intoxicación política y social.

Navarra, en cambio, está destruyendo su propio modelo. Siendo como somos una Comunidad Autónoma de menos de 700.000 habitantes, no teniendo nada extraordinario que ofrecer y sin peso político, solo podíamos destacar y ser atractivos habiendo profundizado nuestro modelo de excelencia que se inició con el Plan de Promoción Industrial de Navarra. Una Administración pequeña, cercana y eficaz; hoy eso es imposible con 10.000 funcionarios más que hace diez años. Un presupuesto y políticas públicas productivas enfocadas a la innovación, la promoción industrial y al desarrollo de infraestructuras; todo ello fuera de la agenda del Gobierno foral. Un marco fiscal audaz y atractivo, sin contemplaciones, utilizando toda la potencia de fuego del Convenio Económico para favorecer a los contribuyentes y para atraer empresarios y empresas; hoy la obsesión recaudadora del Gobierno foral hace que el Convenio sea dinamita para Navarra, haciendo que el ingreso fiscal en los últimos años haya crecido el doble que la riqueza generada en la Comunidad Foral, una auténtica barbaridad. Y una estabilidad de la centralidad política foral que se inició con los apoyos de UPN a los primeros gobiernos del PSN y que continuó a la inversa hasta 2012; mientras, hoy Navarra navega a la deriva, rota en dos bloques irreconciliables, y donde Bildu se frota las manos pues está consiguiendo todo lo que pretendía. Primero sembrar y ahora segar.

O Navarra, es decir los navarros y navarras reaccionan, o dentro de 15 o 20 años verán que esta Comunidad foral, antes próspera y envidiada, será mediocre, vulgar e irrelevante. Aragón está recogiendo ahora los frutos dulces de su perseverancia, estabilidad y fiabilidad. Navarra está empezando a recoger los frutos amargos de la radicalidad, división e ineficacia.

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