En Navarra se vive bien, hay mucha calidad de vida, y por eso tenemos una fiscalidad exigente. Este es el mantra que el Gobierno repite, día sí, día también, para justificar que los navarros suframos una fiscalidad más elevada que otras regiones. O dicho de otra forma, a los contribuyentes nos toca rascarnos el bolsillo más que nuestros vecinos, pero compensa.
Y no digo yo que hace unos años no fuera cierto. Navarra en general y Pamplona en particular siempre han podido sacar pecho por el elevado nivel de vida del que se gozaba. En términos de salarios, de servicios… éramos muy buenos. Y digo éramos porque de un tiempo a esta parte los servicios púbicos se están deteriorando de una manera nunca vista. La sanidad, las infraestructuras, el acceso a la vivienda, el atractivo de la región para establecer nuevas empresas y lograr que las que ya están no se vayan… Todo eso se está perdiendo.
Lo grave es que esa merma en la calidad de los servicios se está dando en un momento en que la recaudación fiscal está en máximos, así como el gasto público. No hay que ser un experto en economía y finanzas para entender que el problema no viene solo por la parte de los ingresos, como digo elevadísimos, sino también por cómo se están gastando.
Asimilar, como viene siendo habitual, que más gasto es mejor para los navarros, es un error de bulto. Lo que debemos exigir es que se gaste lo justo y necesario para tener unos servicios públicos de calidad. Y el resto del dinero donde mejor está es con el que lo ha ganado, que tendrá libertad de emplearlo como considere oportuno.
Hace unos días oí una metáfora que me pareció muy descriptiva. Si pagas un reloj a precio de Rolex, quieres un Rolex. No que no es admisible es que estemos pagando Rolex y nos estén dando un Casio. Pues eso, que basta ya de fiscalidad exigente. Lo que queremos es una fiscalidad justa.