El cambio climático pone en alerta al seguro

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Los riesgos del cambio climático son cada vez más evidentes. Y el sector asegurador es uno de los más sensibles a su impacto, hasta el punto de que ha sido la principal causa de más de un tercio de todas las pérdidas de seguros relacionadas con el clima en los últimos 20 años, según un reciente informe de la campaña Insure Our Future. Compañías, mediadores y clientes tienen ante sí el reto de adoptar medidas preventivas y adaptar los productos ante fenómenos cada vez más frecuentes e intensos que ponen en jaque la sostenibilidad del sistema.

REPORTAJE PUBLICADO EN LA REVISTA PYMESEGUROS Nº 141

TODAS LAS FOTOS DE ESTE REPORTAJE HAN SIDO CREADAS CON INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Las pérdidas aseguradas por catástrofes naturales a nivel mundial superarán los 135.000 millones de dólares en 2024. Así lo pone de manifiesto Swiss Re, con lo que sería el quinto año consecutivo en el que se rebasaría la barrera de los 100.000 millones de dólares. Y ninguna región del mundo está exenta de sufrir la rigurosidad de los fenómenos meteorológicos. En Europa, se han sufrido, en el último año, intensas inundaciones que han dado lugar a las segundas pérdidas aseguradas por inundación más elevadas de la historia en el continente. 
En nuestro país, Unespa recuerda que solo en 2023 las aseguradoras contribuyeron con 464 millones de euros para reparar los desperfectos que los fenómenos naturales causaron en inmuebles, vehículos y empresas, a los que hay que sumar los 120 millones de euros en indemnizaciones proporcionados por el Consorcio de Compensación de Seguros (CCS). Una cifra que se verá claramente sobrepasada en 2024 por la dana de Valencia, que ha generado daños sobre personas y bienes asegurados que se calcula serán de unos 3.500 millones de euros. 
Además, portavoces de la patronal del seguro recalcan que donde se nota especialmente la creciente gravedad y recurrencia de los siniestros climáticos es en el campo, cuyas cosechas y cabañas ganaderas están protegidas por Agroseguro: “Las indemnizaciones que paga este pool no paran de crecer. Hace cinco años, los pagos anuales se situaban en el entorno de los 600 millones de euros, mientras que, en 2023, las indemnizaciones superaron los 1.200 millones”, precisan.
Se está produciendo, en definitiva, un incremento significativo en la frecuencia y la gravedad de siniestros relacionados con fenómenos climáticos extremos: “Las inundaciones, incendios forestales y tormentas son cada vez más comunes y afectan a áreas geográficas donde antes no se consideraban riesgos principales”, manifiesta Iván Artiles, delegado regional de Apromes Canarias

Cambios en el sector

La magnitud de estos fenómenos está provocando cambios en el seguro y en las variables que este utiliza para todos sus cálculos, por el incremento de la frecuencia en los siniestros relacionados con eventos climáticos, el aumento de su intensidad y el número de afectados. Lo que, inevitablemente, “implica directamente la revisión de las primas al alza”, por el aumento de los costes de reaseguro y por los propios costes de las aseguradoras que ven aumentar la siniestralidad que tienen que gestionar, explica Santiago Macho, presidente de Aunna Asociación. De hecho, pone en evidencia que los reaseguros que contratan para diferir los riesgos, no solo tienen en cuenta el aumento local de la siniestralidad, sino que miden el riesgo climático de una manera global, “lo que además genera un efecto acumulativo y recurrente”, que se ve reflejado no solo en el aumento de las primas, sino en el endurecimiento de las condiciones de contratación. 
De lo que no cabe duda, según Aemes, es que el aumento de los riesgos climáticos ha llevado a las aseguradoras a revisar y adaptar sus pólizas: “Se están identificando zonas geográficas más vulnerables a fenómenos climáticos extremos, lo que puede resultar en ajustes en las primas de seguros o en la aplicación de deducibles más altos en esas áreas. Las coberturas se están ampliando o modificando para incluir nuevos riesgos emergentes, y en algunos casos, se establecen límites más estrictos para ciertas garantías”, argumentan desde la patronal de la mediación.
“Estamos viendo coberturas más específicas para riesgos asociados al cambio climático, como seguros parametrizados que ofrecen indemnización rápida basada en datos medibles como precipitaciones o temperaturas extremas”, señala Iván Artiles, a la vez que las compañías están implementando cláusulas de prevención y ajustando primas según la exposición al riesgo climático de cada cliente.
Pero no solo las primas se ven afectadas. La crisis climática está incidiendo directamente en la configuración de los productos, ya que, según Paco Hoya, vicepresidente de Sostenibilidad y Expansión de Fecor, las aseguradoras están apostando por innovar en nuevas coberturas que afectan a las interrupciones de los diferentes riesgos, incentivando las medidas de prevención, como construcciones resilientes, con mejores primas.

Modelos predictivos

“Debemos trabajar en productos flexibles, que premien las medidas de mitigación de los efectos climáticos, así como premiar aquellos riesgos que estén construidos de manera sostenible”, propone Santiago Macho, quien se queja, sin embargo, de que “los modelos predictivos seguramente estén obsoletos y esto provoca una incertidumbre que nunca le sienta bien a la industria aseguradora”.
Coincide Javier Barberá, presidente Consejo General de Mediadores de Seguros, en que los sofisticados modelos de catástrofes que históricamente han usado las aseguradoras para predecir los desastres relacionados con el clima y fijar los precios de las pólizas, empiezan a no ser un predictor fiable de los acontecimientos futuros, dado el ritmo acelerado en que se producen: “La creciente ocurrencia de lo que antes se consideraban fenómenos que se producían una vez cada 100 años, plantea un profundo análisis para la fijación de primas y la suficiencia de las reservas”, cita, lo cual está derivando en que las compañías no quieran cubrir determinadas actividades industriales.
Ahora bien, desde Aemes sí aprecian la adopción de “un enfoque integral” en el sector, que combina la mejora continua de los modelos predictivos y análisis de datos para una evaluación más precisa de los riesgos climáticos con el desarrollo de productos específicos adaptados a las nuevas realidades climáticas, la estrecha colaboración con el CCS y la inversión en tecnología y sistemas de monitorización para anticipar y gestionar mejor los riesgos.
Precisamente, las nuevas herramientas tecnológicas se están mostrando como claves tanto en el proceso de prevención y mitigación de los riesgos climáticos cada vez más frecuentes e intensos, como en la tramitación de los siniestros que, en muchos casos resultan muy voluminosos. Unas herramientas “que permiten analizar las zonas de más riesgo, diseñar coberturas adaptadas y fomentar la resiliencia”, aprecia Paco Hoya, que resalta también la prevención a través de inversiones sostenibles y productos innovadores.
Lo que es evidente, como puntualiza Javier Barberá, es que el sector aprovecha cada vez más la tecnología para gestionar las complejidades que generan los cambios climáticos: análisis predictivo, cartografía geoespacial o el aprendizaje automático están transformando la forma en que las aseguradoras evalúan el riesgo y fijan el precio de las pólizas. De hecho, para dar respuesta a los nuevos escenarios, las compañías están acudiendo a otras herramientas, como la inteligencia artificial, con la que pueden fijar el precio de sus pólizas utilizando técnicas de estimación estadística para tener en cuenta esas pérdidas que se pasan por alto. “Para los corredores, mantenerse al día con estos avances tecnológicos es crucial, ya que proporcionan herramientas para una evaluación de riesgos más precisa y soluciones personalizadas”, asegura.

Papel de los corredores

No obstante, ante una catástrofe climática los corredores desempeñan “un papel clave”. “Somos la primera línea de apoyo para los afectados”, declara Hoya, de modo que cuando han ocurrido grandes desastres, como la dana de Valencia, han estado ayudando a que las tramitaciones sean claras y correctas y se han acortado los plazos de las indemnizaciones. 
Las grandes catástrofes además de requerir un asesoramiento específico por parte de los corredores en la tramitación de las reclamaciones, supone “un reto a largo plazo, ya que las aseguradoras ajustan sus políticas de suscripción, incrementan primas o limitan coberturas en zonas de alto riesgo, lo que nos obliga a negociar productos más adaptados y a educar al cliente sobre la gestión del riesgo”, declara Artiles.
De lo que no cabe duda es que el aumento de siniestros de índole climático y su intensidad hace más complejo el análisis y aseguramiento de determinados riesgos, “lo que implica una mayor dificultad en todos los ámbitos”, según Macho. Además de que el aumento siniestral, tanto por frecuencia como por intensidad incrementa el trabajo que deben realizar los corredores, a nivel administrativo y de gestión de los siniestros.
Exige, asimismo, mucha más especialización, una visión global y más formación, añade Barberá. “El trabajo de asesoramiento se hace más complejo y, una vez producido el siniestro, demanda mucha dedicación y agilidad para atender las reclamaciones en el menor tiempo posible”, asegura. Y pone el acento en que además de los daños directos, los corredores también deben estar al tanto de las reclamaciones indirectas que pueden surgir de la interrupción de las actividades comerciales y de la cadena de suministro: “La cobertura silenciosa, en la que las pólizas cubren inadvertidamente los riesgos relacionados con el clima, también puede dar lugar a pérdidas inesperadas y significativas”, explica.

Brecha de desprotección

Toda la industria aseguradora se está viendo afectada por el cambio climático, no solo con el impacto económico directo, sino también en su forma de trabajar de manera interna y con los clientes. Desde las corredurías, aunque todavía no lo están sufriendo “de una manera clara”, el presidente de Aunna Asociación sí denuncia que se aprecia que algunas aseguradoras, empiezan a seleccionar zonas de alta exposición al riesgo, “si bien no negándose a asegurar, sí a seleccionar, vía aumento de primas significativo”. “La consecuencia de todo ello es que el primer impacto lo reciben los clientes, que, de manera directa, ya ven cómo se transfiere este aumento del riesgo al precio de sus pólizas, que a su vez reduce la capacidad de los clientes, provocando la dificultad de acceso a los seguros a determinada parte de la sociedad”, arguye.
Como se destaca en el estudio de Swiss Re, el aumento de los riesgos de catástrofes naturales hace prever que el incremento anual de entre el 5% y el 7% de las pérdidas aseguradas continuará en los próximos años, poniendo en evidencia las lagunas de protección, por lo que será necesario la adaptación de una cobertura de seguro adecuada que pueda respaldar la resiliencia financiera. “Es probable que las pérdidas aumenten a medida que el cambio climático intensifique los fenómenos meteorológicos extremos, al tiempo que aumenta el valor de los activos en las zonas de alto riesgo debido a la expansión urbana”, indica el informe.
Efectivamente, ante este panorama un temor que manifiesta el presidente del Consejo General es que, si la naturaleza se sale de control, “a priori corremos el riesgo de que cada vez menos empresas y hogares puedan acceder a seguros, independientemente de los esfuerzos que hagan sus mediadores”. 
Para gestionar este tipo de eventos extraordinarios se promueven entornos de colaboración público-privada. Es el caso reciente de la dana de Valencia, cuya magnitud ha derivado en que aseguradoras y sector público hayan trabajado juntos desde el primer día para dar una respuesta coordinada a la catástrofe: “Unespa ha firmado acuerdos con el Ministerio de Economía para agilizar la gestión de los daños y las indemnizaciones, proporcionando una respuesta rápida y efectiva a los afectados. Cerca de 40 entidades que representan el 98% del negocio asegurador en la Comunidad Valenciana ya se encuentran adheridas al procedimiento operativo especial (POE) definido por el CCS”, comenta la patronal de las aseguradoras.
No obstante, el seguro actúa como “escudo de protección” y está comprometido con ayudar a los afectados. “Pero desde el sector asegurador creemos que, además de impulsar la prevención y mitigación de los riesgos, es necesario abordar las brechas de desprotección que tenemos en la sociedad española, concienciando a la ciudadanía sobre estas vulnerabilidades y ayudándole a identificarlas y protegerse”, proponen portavoces oficiales de Unespa.

Sensibilización ante los riesgos

En esta línea, el vicepresidente de Sostenibilidad y Expansión de Fecor pone en valor que cuando ocurren grandes desastres, como el terremoto de Lorca, la irrupción volcánica de La Palma o la misma dana en Valencia, aumenta directamente la concienciación ante estos riesgos por parte de los ciudadanos: “La sociedad en general, empresas y particulares, han tomado nota y reclaman este tipo de coberturas”, comenta, a la vez que aboga por reforzar aún más la educación y sensibilización sobre la importancia del seguro como herramienta clave para mitigar el impacto económico y social sobre estas causas.
Tanto la mayor frecuencia de los eventos climáticos extremos como los informes sobre el cambio climático han incrementado la percepción de vulnerabilidad entre individuos y empresas, lo que “ha llevado a una mayor demanda de coberturas que protejan contra riesgos asociados al clima y los clientes muestran mayor interés en entender las condiciones y alcances de sus pólizas”, especifican desde Aemes. 
En este sentido, los datos que manejan en Unespa reflejan un aumento en el número de pólizas del seguro patrimonial, tanto en Multirriesgo del Hogar, como en el de Comercio y el de Comunidades. El crecimiento es especialmente notable en el ramo de Hogar, con más de 21,4 millones de viviendas aseguradas a cierre de 2023. Aunque es difícil conocer con seguridad los motivos que hay detrás del aumento de la contratación de esta modalidad de seguros para salvaguardar las viviendas y los negocios, lo cierto es que “los seguros que protegen el patrimonio de las personas ante los siniestros climáticos y otro tipo de riesgos son una de las figuras del seguro contratadas por particulares y empresas que han experimentado una mayor expansión en las últimas décadas”. Por otro lado, los datos de Agroseguro reflejan que la contratación de seguros agrarios creció un 16% en 2023 y superó los 1.000 millones de euros por primera vez, “lo que respondería a la necesidad de agricultores y ganaderos de protegerse frente a los episodios de sequía, pedrisco, lluvia y heladas; unos fenómenos cada vez más frecuentes y que provocan graves daños en el campo”.
Es en esta labor de sensibilización ante los riesgos cuando la figura de los mediadores se vuelve esencial, dada su cercanía con los clientes y el conocimiento directo de sus necesidades. “Realizamos un estudio de los bienes que aseguramos y en esa labor concienciamos de los riesgos que pueden afectar e instamos a la adopción de medidas que minimicen las consecuencias y, en caso de ser insuficientes, que el seguro sea el arma con el que suplir las pérdidas materiales”, aclara Santiago Macho, presidente de Aunna Asociación.
“Los mediadores ejercen una labor clave a la hora de educar proactivamente a los clientes sobre las implicaciones de los riesgos físicos, de transición y de responsabilidad civil”, incide Javier Barberá, presidente Consejo General, ya que, al mantenerse informados sobre los avances normativos, aprovechar las innovaciones tecnológicas y promover prácticas sostenibles, los corredores pueden ayudar a los clientes a navegar por este entorno complejo. 

Medidas de prevención

Pero no solo se trata de concienciar a los clientes, sino también de prevenir: “Los corredores podemos ayudar concienciando a los asegurados en las medidas de prevención y en protocolos de actuación ante emergencias”, defiende Paco Hoya, vicepresidente de Sostenibilidad y Expansión de Fecor. “Otro valor, ya no solo frente al cliente, si no frente a la industria aseguradora, es la colaboración activa con las entidades en diseñar productos que fomenten la resiliencia con descuentos o menores tasas por medidas preventivas implantadas”, cita.
En este papel “esencial” de los corredores, tanto como asesores como educadores, el delegado regional de Apromes Canarias destaca que deben “facilitarles soluciones aseguradoras adaptadas a sus necesidades, promoviendo una gestión proactiva del riesgo”, además de fomentar la colaboración con las aseguradoras y otras partes interesadas “para desarrollar productos más innovadores y eficaces que protejan tanto a los asegurados como al medioambiente”.
Por eso, Javier Barberá cree que las compañías de seguros también pueden alentar a sus asegurados a tomar la iniciativa, instalando, por ejemplo, puertas anti inundación o sistemas de alerta temprana, para mitigar el riesgo. Unas situaciones que se deberían traducir en primas más bajas, ofreciendo así una mejor cobertura y manteniendo una oferta constante de productos de seguros.
De hecho, las aseguradoras ya están ofreciendo productos especializados que incentivan la adopción de medidas de mitigación por parte de los asegurados, como mejoras en infraestructuras o prácticas sostenibles que reduzcan la exposición al riesgo climático, como comentan en Aemes. No obstante, las compañías pueden identificar las vulnerabilidades específicas de cada asegurado y recomendar medidas preventivas, como mejoras en infraestructuras, adopción de prácticas sostenibles o implementación de planes de emergencia. 

Viabilidad del sistema

El actual Sistema de Riesgos Extraordinarios que rige en España podría asumir un aumento de entre un 15% y un 20% de la siniestralidad por riesgos directos del cambio

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