La construcción es una de las actividades económicas más importantes en cualquier país, pero también es uno de los sectores con altos índices de siniestrabilidad laboral. La naturaleza del trabajo en este sector, que a menudo implica la colaboración de múltiples empresas y profesionales, hace que la coordinación de actividades empresariales sea crucial para garantizar la seguridad y la salud de todos los trabajadores involucrados. En este contexto, el Real Decreto 1627/1997 y el Real Decreto 171/2004 establecen un marco normativo que busca mitigar los riesgos laborales en estos entornos.
La coordinación de actividades empresariales es esencial para crear un entorno de trabajo seguro. En la construcción, es habitual que diferentes empresas realicen tareas simultáneamente, lo que aumenta el riesgo de accidentes si no se gestionan adecuadamente las interacciones entre los distintos agentes.
Es por ello el disponer de un enfoque efectivo de coordinación, de manera que se tenga en cuenta:
– La identificación de riesgos. Todas las empresas deben colaborar en la identificación de riesgos potenciales en la obra: esto incluye la evaluación de tareas que se realizarán simultáneamente y la identificación de peligros específicos asociados a cada una de ellas.
– El establecer y/o disponer de protocolos de manera que se definan cómo se llevarán a cabo las actividades, quién será responsable de cada tarea y cómo se comunicará cualquier cambio o incidente.
– Es fundamental la formación y sensibilización de todos los trabajadores intervinientes, independientemente de la empresa para la que trabajen, de manera que se fomente una cultura de seguridad en el lugar de trabajo.
– La realización de reuniones periódicas de coordinación entre las empresas involucradas es esencial para revisar el progreso del trabajo, discutir cualquier problema que haya surgido y ajustarlos planes de seguridad según sea necesario.
Lo anteriormente indicado además de ser un requisito legal, es un pilar fundamental de cara a evitar los accidentes laborales, los cuales no solo generan costes directos e inmediatos, sino que también conllevan pérdidas no tangibles que pueden tener un impacto significativo en la empresa y en la vida de los trabajadores. Entre dichas pérdidas se puede discernir:
– Impacto psicológico. Los trabajadores que sufren accidentes pueden experimentar efectos emocionales y psicológicos duraderos, como ansiedad, depresión o estrés postraumático. Estos efectos no solo afectan al individuo, sino que también pueden repercutir en el rendimiento del equipo y en el ambiente laboral.
– Pérdida de productividad. La ausencia de un trabajador debido a un accidente puede interrumpir el flujo de trabajo y afectar la productividad general de la obra. Además, otros trabajadores pueden verse sobrecargados con tareas adicionales, lo que puede disminuir aún más la eficiencia.
– Deterioro de la reputación. La ocurrencia de accidentes en el lugar de trabajo puede dañar la imagen de la empresa.
– Efectos en la calidad del trabajo. La presión adicional sobre los trabajadores tras un accidente puede llevar a una disminución de la calidad en la ejecución de las tareas, lo que puede resultar en retrabajos y un mayor riesgo de futuros incidentes.
Con la entrada de las nuevas tecnologías se está consiguiendo un mayor control e implantación de la coordinación de actividades empresariales, siendo claros ejemplos:
– Monitoreo predictivo de riesgos: utilización de la IA para analizar datos históricos de accidentes y condiciones laborales de manera que se puedan.
– Una reputación negativa puede resultar en la pérdida de contratos, la dificultad para atraer talento y la desconfianza de los clientes.
– Costes de reemplazo. La necesidad de contratar y capacitar a nuevos trabajadores para reemplazar a aquellos que han sufrido accidentes genera costos adicionales que no siempre son evidentes en las cuentas de la empresa.
– Efectos en la calidad del trabajo. La presión adicional sobre los trabajadores tras un accidente puede llevar a una disminución de la calidad en la ejecución de las tareas, lo que puede resultar en retrabajos y un mayor riesgo de futuros incidentes. Con la entrada de las nuevas tecnologías se está consiguiendo un mayor control e implantación de la coordinación de actividades empresariales, siendo claros ejemplos:
– Monitoreo predictivo de riesgos: utilización de la IA para analizar datos históricos de accidentes y condiciones laborales de manera que se puedan analizar diferentes patrones de comportamiento y condiciones climáticas para predecir cuándo y dónde pueden ocurrir accidentes. Esta herramienta permite tomar medidas preventivas, como aumentar la vigilancia en áreas de alto riesgo o reprogramar tareas peligrosas.
– Aplicaciones de realidad aumentada: implantación tecnologías de realidad aumentada para la formación de trabajadores, permitiendo que trabajadores, en tiempo real, puedan visualizar los peligros potenciales en su entorno mientras realizan tareas específicas, mejorando la formación y promoviendo una mayor conciencia de la seguridad en el lugar de trabajo.
– Sistema de gestión de seguridad basado en IA: implantación de desarrollos de gestión de seguridad basado en IA para evaluar el cumplimiento de los protocolos de seguridad en tiempo real. Este sistema recopila datos de diversas fuentes, como sensores de movimiento y cámaras, para garantizar que se cumplan las normativas de seguridad. De manera que, en el caso de desviaciones, el sistema alerta automáticamente tanto a trabajadores como a los supervisores para que tomen medidas correctivas.
Fomentar una cultura de seguridad, facilitar la comunicación y garantizar que todos los trabajadores estén debidamente formados son pasos esenciales para lograr una coordinación efectiva. Además, el uso de tecnologías como la inteligencia artificial puede potenciar significativamente los esfuerzos en seguridad, al proporcionar herramientas para la identificación de riesgos y la gestión proactiva de la seguridad en las obras.