Rankings de facturación de despachos y mentiras: un cortoplacismo contraproducente - Diferencia Legal

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Cada año, en nuestro querido sector, se repite el mismo ritual: los despachos sacan pecho con sus cifras de facturación y los medios corren a montar sus rankings, con más o menos entusiasmo según el caso. Lo cierto es que, aunque algunos los miran con ilusión y otros con resignación, casi nadie se escapa del fenómeno ranking. Se convierte en una especie de photo-finish en la que cada firma se mide con sus rivales, unas veces con juego limpio, otras no tanto, entre fichajes estratégicos, clientes “robados” y operaciones puntuales que maquillan bien el cierre del año.

¿Entonces por qué se prestan los despachos a este escrutinio? Pues porque, aunque sean datos públicos, el impacto reputacional sigue siendo enorme. Estar en el ranking, ya sea en la cima o a mitad de tabla, ya da visibilidad, credibilidad y cierto caché. Sirve para atraer clientes, cerrar alianzas, proyectar éxito y, cómo no, captar talento. A nadie le da igual figurar o no figurar, porque eso marca diferencias en temas tan clave como el tipo de encargos que llegan, las condiciones laborales, o incluso el plan de carrera.

Ahora bien, no todos están, y no todos los que están deberían. Algunos se autoexcluyen porque no quieren mostrar debilidades, otros por principios, otros porque simplemente no dan la talla. Y también los hay que se maquillan demasiado para salir bien en la foto, metiendo cifras de negocios que poco o nada tienen que ver, o directamente inflando los números. Casos ha habido, con sus respectivas “tarjetas rojas” y bochornos públicos.

En resumen, aunque estos rankings pueden ser útiles, lo son en la medida en que reflejen una realidad sólida. Construir sobre exageraciones o mentiras es pan para hoy y hambre para mañana. Este sector es pequeño y todo se sabe. Jugar a corto plazo puede salir caro. Al final, como decía un socio veterano, esto no va de correr 100 metros, sino de aguantar una buena maratón. Y sí, Ben Franklin tenía razón: cuesta años levantar una buena reputación, pero basta un desliz para perderla.

Nuestro compañero Alfonso Everlet comenta para el Confidencial esta jugada estratégica. Descubre más aquí.

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