Somos 450 millones y tenemos que ganar | Institución Futuro

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80 años de sofá no se curan con quince días de gimnasio. La tutela estadounidense, conscientemente admitida por los europeos durante tres generaciones, solo ha conseguido hacernos dependientes del gran hermano americano que nos ha desbordado con su supremacía económica, tecnológica y de defensa. Ahora, cuando un presidente matón nos pone frente al espejo, aparece la Europa débil, desestructurada, acomodada y desentrenada. Todos los países juntos, y cada país por separado.

Recordemos que en 1944 en Breton Woods, y viéndose el final de la catástrofe mundial que se había iniciado en 1914, se sentaron las bases del nuevo orden mundial: abierto, equilibrado, con reglas de juego y no revanchista. No en vano Keynes, presente en Breton Woods -aunque su modelo económico no prosperó-, ya se había opuesto con fervor al estrangulamiento económico de Alemania al finalizar la 1ª gran guerra. Breton Woods fue el nacimiento de la multilateralidad y los equilibrios, empezando por EEUU y Europa y extendiéndose al resto del mundo a lo largo de estos 80 años.

Con una Europa arrasada y endeudada tras la 2ª guerra mundial, los americanos vieron que era el momento de insuflar grandes dosis de capital a este continente. Si en Europa en lugar de hambruna y desesperación volvía a haber crecimiento y clases medias, el principal beneficiado sería Estados Unidos. Así nació el Plan Marshall en 1948 y el comienzo de la dependencia europea. Simultáneamente, la nación americana, que prácticamente no tenía ejército en 1914 y muy reducido en 1939, comprendió que, como siempre ha marcado la Historia, solo las naciones con poder militar pueden controlar sus dominios. Desde entonces, el ejército americano no solo ha sido el más poderoso del planeta, sino que ha recibido descomunales recursos económicos.

Es posible que en estos 80 años Europa bastante haya tenido con reinventarse a sí misma. Para ello tuvimos la suerte de contar con una impresionante generación de políticos de posguerra. Comenzando por el discurso de Churchill en la Universidad de Zurich, ya en 1946, abogando por unos Estados Unidos de Europa. Siguiendo por Adenauer, Schuman, y de Gasperi; pero también, Delors, Brandt, Palme, Kohl, González. Digo impresionante porque su nivel intelectual y sus logros así lo atestiguan. Pero también hay que decir que, durante décadas, se inoculó en la población europea que lo único digno era el estado de bienestar. Olvidando de que no hay premio sin esfuerzo. Hoy los europeos somos rehenes de esa ficción. Y no tiene sentido.
Somos Europa. Somos 450 millones de habitantes. Por el contrario, en Estados Unidos no llegan a 340 millones. Y Rusia y sus satélites apenas suman 210 millones. China 1.400 millones. Y si hablamos de PIB/cápita ($/h ppa) en la UE gozamos de 60.000, en EEUU de 82.000, mientras en Rusia es de 44.000, y allá queda China con 25.000. Con estos datos, si el mundo se ha fragmentado en cuatro grandes bloques, ¿cómo es posible que los europeos no seamos conscientes de que tendríamos que aspirar a ser un bloque ganador? ¿Cómo es posible que nos tengan acochinados el dictador Putin, el matón Trump y el comunista Xi Jinping? Para empezar, y como ha dejado escrito Irene Vallejo, dejemos que Trump sea víctima de su propia hybris “aquel al que los Dioses pretenden destruir, primero lo vuelven loco”.

Pero es hora de que los europeos, cada uno de nosotros y todos juntos, comencemos un camino de reafirmación. Pero, sobre todo, un camino de esfuerzo. Cojamos el Informe Letta (a por la productividad) y el Informe Draghi (invirtamos en Europa, sin miedo) como la Biblia europea de los próximos años. Además, si buena parte del desarrollo tecnológico, y con ello económico, de EEUU ha sido por su gasto en defensa, no tengamos reparos de hacer lo mismo en Europa. Pues, como ha dicho la economista jefa del BNP, Isabelle Mateos “si el gasto en defensa conlleva una política industrial europea, la contribución puede ser enorme”. Gastar en defensa no es ser belicista.

Sin duda, esta reconfiguración mundial pone en serio riego el bienestar actual europeo y el porvenir de nuestros hijos. Pero, de paso, también puede venir bien para dejar de lado a los populistas de izquierdas que tan solo aparecen como agentes infiltrados y paralizantes. Y arrinconar a los ultranacionalistas de derechas, que nos quieren colar que a cada país europeo le puede ir mejor yendo por libre. Así, si un dictador o un matón ataca a Europa, la respuesta solo puede ser Europa, y más Europa. Más democracia, más unida de acción y más liderazgo. Somos 450 millones y tenemos que ganar. Pero desde una Europa mucho más fuerte y con unos europeos unidos y mucho más esforzados que hasta ahora. Y como ha dicho Michel Barnier “Tenemos que defendernos en un mundo inestable. Yo soy patriota, pero sobre todo soy europeo”.

Álvaro Miranda Simavilla. Miembro del think tank Institución Futuro.

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Isabel Larrión