Autocuidarse también es cuidar

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En muchas familias, el cuidado de una persona dependiente recae casi por completo sobre un solo miembro. Esta tarea, tan necesaria como invisible, suele asumirse sin formación, sin apoyo y, muchas veces, sin descanso. Pero cuidar no debería significar dejarse en segundo plano. De hecho, autocuidarse también es cuidar.

En España, la familia ha jugado y juega un papel predominante como principal red de protección para cubrir las necesidades de las personas en situación de dependencia. En nuestro país, esto se debe a la baja participación de mujeres de mediana edad en el mercado laboral, que han asumido los cuidados de personas dependientes.

Los cuidados prestados por la familia y el entorno afectivo de una persona, cuya autonomía se encuentra limitada, suelen denominarse cuidados informales. Generalmente, estos cuidados son un servicio de naturaleza heterogénea, que no tiene un mercado definido y que es prestado por uno o más miembros del entorno social del demandante de dichos cuidados. En general, no son profesionales y no reciben ningún tipo de remuneración. Este tipo de trabajo, que a día de hoy sigue sin considerarse como tal, permanece continuamente en la sombra sin recibir el valor económico, laboral y social que merece. En la gran mayoría de los casos, las personas cuidadoras no profesionales dedican gran parte de su día a día a los cuidados de sus familiares, lo que genera un gran desgaste en su salud física y mental.

Para dar a conocer y poner en valor el apoyo que ejercen las personas cuidadoras no profesionales, es importante distinguir entre dos tipos de actividades que suelen llevar a cabo:

Actividades básicas e instrumentales

  1. Actividades básicas de la vida diaria (ABVD):
    Son aquellas orientadas al autocuidado y la movilidad personal, como comer, vestirse, ducharse, controlar esfínteres, usar el baño a tiempo o trasladarse.
  2. Actividades instrumentales de la vida diaria (AIVD):
    Permiten mantener la independencia dentro de la comunidad, como cocinar, cuidar la casa, hacer la compra, utilizar medios de transporte, controlar la medicación, o realizar gestiones económicas.

A pesar de que los cuidadores informales no perciban una compensación económica, sus cuidados no son “gratuitos”. El precio lo pagan en forma de desgaste físico y emocional. Esta carga puede agravarse si no se toman precauciones, como el reparto de tareas entre familiares o el uso de recursos disponibles como los Servicios Sociales o la Ley de Dependencia.

Muchas personas cuidadoras ven afectado su ocio, su vida social, su salud e incluso su vida profesional. En este contexto, no pueden salir de vacaciones, tienen conflictos de pareja, pierden amistades, no pueden trabajar fuera de casa o deben renunciar a su empleo. A nivel de salud, sufren desde agotamiento crónico hasta depresión o ansiedad. Este conjunto de síntomas se conoce como síndrome del cuidador y se caracteriza por:

  • Cansancio persistente
  • Problemas de sueño
  • Pérdida de aficiones o intereses
  • Irritabilidad o aislamiento social
  • Dolores físicos sin causa médica clara
  • Uso frecuente de ansiolíticos o antidepresivos

Ante esta situación, el autocuidado no es un lujo, sino una necesidad urgente y legítima. Por ello, hemos elaborado una pequeña guía con algunos consejos prácticos para proteger el bienestar de las personas que cuidan de una persona dependiente:

9 claves de autocuidado para personas cuidadoras

1. Reconoce tus emociones.
Aceptar que te sientes triste, frustrada, sola o agotada no es un fallo, es el primer paso para gestionarlo. Habla con alguien de confianza o busca apoyo profesional.

2. Cuida de ti.
Recuerda: cuidarte no es egoísmo, es la única forma de poder cuidar bien a otra persona.

  • Duerme entre 7-8 horas
  • Evita pantallas antes de dormir
  • Alimentación equilibrada
  • Camina al menos 20 minutos al día

3. Establece límites.
No puedes estar disponible 24/7. Poner límites es una forma de protección para ti y para la calidad del cuidado que ofreces.

4. Organiza tu tiempo.
Haz listas de tareas, prioriza, usa recordatorios. Esto evita el colapso mental y te da mayor sensación de control.

5. Pide y acepta ayuda.
Cuidar no es hacerlo todo sola. Pedir apoyo no te hace menos fuerte, sino más sostenible en el tiempo.

6. Busca redes de apoyo.
Habla con otras personas cuidadoras. Compartir experiencias reduce el aislamiento y te puede aportar nuevas herramientas.

7. Tómate descansos.
Lee, escucha música, sal a caminar o simplemente toma un café en silencio. Tienes derecho a pequeños momentos para ti, cada día.

8. Prueba técnicas de relajación.
Yoga, meditación, respiración consciente o mindfulness ayudan a calmar la mente y recargar energías.

9. Detecta señales de alerta.
Si notas irritabilidad constante, insomnio, fatiga física, sentimientos de culpa o desesperanza, pide ayuda profesional.

Cuidar de una persona dependiente cambia tu vida, pero no debe anularla. Tu bienestar también importa. Cuidarte es una forma de resistir, de acompañar y de seguir adelante con dignidad.

En Columbares desde el proyecto Ayudando-Te ofrecemos apoyo, fomentamos el autocuidado y capacitamos a las familias cuidadoras de personas mayores dependientes para mejorar su calidad de vida. Este proyecto está financiado por la Junta de Andalucía, a través de la Consejería de Inclusión Social, Familias e Igualdad.

Detalles de contacto
M. Aroca