El arte de restaurar la vida - RICOMS

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 «El sincero afecto e interés por el enfermo y sus problemas es la clave de la vocación médica, y el paciente suele tener una especial intuición para percibirlo.»

 Juan Antonio Vallejo-Nágera (1926-1990)

Por la prensa de junio de este año conocemos que en Andalucía solicitan plaza para ser médicos o enfermeros más de 120.000 universitarios. Se elegirán por currículum y el resultado del examen, no por la predisposición y cualidades vocacionales para dedicarse a la Medicina con la calidad y el talante que requiere el arte de Galeno. Se dice que hoy en día entre los jóvenes médicos cuesta más el trato personal con el paciente que la disposición para organizar e interpretar lo que padece el paciente en su salud.

Quizás domina el sentido práctico, técnico y procedimental sobre el diagnóstico personalizado e integral de quien acude al médico en busca de alivio y curación. Se olvida que cada persona es única e irrepetible, no hay dos iguales, y, por lo tanto, no existen dos tratamientos idénticos, aunque la enfermedad parezca la misma. Hemos de distinguir entre Enfermedad, que existe sólo en los tratados y en las historias clínicas, y Dolencia, que es la enfermedad personalizada en el individuo enfermo. Todo paciente llega con su propia historia, sus miedos, sus quejas y su manera de afrontar el dolor. Y el médico, como un artista frente a un lienzo en blanco, debe leer entre líneas, ver más allá de los síntomas evidentes y encontrar la mejor manera de ayudar. La Medicina no consiste sólo en chequear con analíticas, pruebas de imagen o cuestionarios analizables con I.A. La Medicina trata de curar, aliviar, acompañar, comprender, consolar… Esto integra el contenido de una palabra que hoy en día falta bastante en el quehacer médico: la Humanización. El buen médico empatiza, escucha, piensa y razona con la persona enferma, observa y mira, interpreta lo que expresa su interlocutor necesitado. Afirmaba Laín Entralgo que la medicina es la actividad vivida por dos personas necesitadas, el paciente que precisa curación y el médico que necesita curar.

Considerar la Medicina como Ciencia y Arte es una realidad manifiesta. Así es el personalismo que requiere el oficio y arte de curar. Tras cada consulta, cada diagnóstico, cada historia que un médico elabora con atención se esconde todo un conocimiento, experiencia, colaboración profesional y afecto ya cultivados. El maestro Gregorio Marañón exponía la silla como el primer instrumento diagnóstico en el encuentro médico-paciente. Es la sensibilidad, intuición y creatividad en beneficio del enfermo lo que personaliza el acto médico. Además, es en la recomendación terapéutica el momento donde se expresa y adapta el remedio y donde. la medicina deja de ser solo técnica y se convierte en arte. Un diagnóstico mal comunicado puede ser más devastador que la propia enfermedad, mientras que unas palabras bien elegidas pueden convertirse en el mejor alivio. La manera en que un médico se acerca a su paciente, cómo le explica lo que ocurre en su cuerpo, cómo lo escucha y le ofrece esperanza, marca la diferencia entre un profesional técnico y un verdadero sanador.

En la Medicina Psicosomática el paradigma bio-psico-socio-eco-espiritual clarifica la unidad de la persona sana o enferma, pues la enfermedad afecta al cuerpo y también sacude la mente, remueve las emociones y, en muchos casos, arrebata al paciente la sensación de control sobre su propia vida. Suele ser el momento de devolver la confianza, dignidad y esperanza, elementos esenciales para cualquier recuperación. Si fuera una ciencia exacta, bastaría con seguir fórmulas predecibles, pero la realidad es distinta: las decisiones médicas suelen tomarse en terreno incierto, donde los síntomas encierran múltiples causas y los libros, protocolos y pruebas no siempre tienen la respuesta. Aquí es donde la experiencia, el juicio clínico y la intuición se vuelven fundamentales para elegir el mejor camino. Cada diagnóstico es una historia en construcción, un proceso dinámico que exige interpretación constante y un enfoque que va más allá de la técnica. Y por eso repetimos que el quehacer médico requiere un elenco de cualidades y capacidades innatas o adquiridas junto a ese componente vivido que denominamos Humanismo. La Medicina es una manifestación de la esencia humana. No se ocupa solo de reparar cuerpos, sino también de sanar personas desde dentro. Porque en su forma más pura y noble conlleva lo necesario para ser considerada como el arte de restaurar la vida.

Dr. Manuel Álvarez Romero, Médico Internista

Dr. José Ignacio del Pino Montesinos, Médico Psiquiatra

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Manuel Fernández