Con 27 años, Judy camina con firmeza por los caminos de la vereda San Antonio, en el municipio de Santander de Quilichao, corazón del norte del Cauca. Esta región, reconocida por su riqueza cultural afrodescendiente, pero también atravesada por el conflicto armado, la crisis climática y las desigualdades sociales, ha sido escenario de resistencia y organización comunitaria durante generaciones. Allí, donde la palabra colectiva y la memoria son herramientas de defensa, Judy ha encontrado su lugar como joven lideresa.
Hija de una mujer campesina y lideresa comunitaria, creció entre cultivos, asambleas y tertulias con las y los mayores. “Mi mamá siempre ha estado en procesos comunitarios y eso a mí también me despertó el querer y el amor por la comunidad”, recuerda. La fuerza de su madre marcó en ella un camino claro: el compromiso con la gente y la defensa de la vida en el territorio.
Hoy, mientras finaliza sus estudios de posgrado en trabajo social, Judy hace parte activa del Consejo Comunitario Aires de Garrapatero, desde donde coordina el Palenque Juvenil. Allí, junto a otros jóvenes, impulsa actividades educativas, culturales, deportivas y de fortalecimiento de la identidad afro. “Nuestro trabajo es abrir caminos para que los jóvenes y niños tengan opciones, sueños y arraigo con su cultura”, explica Judy, con la convicción de una mujer que trabaja en pro de las comunidades.
El palenque se ha convertido en un espacio de creatividad y resistencia. Uno de sus hitos para este año es el Festival de Cometas, que recupera una tradición que estaba desapareciendo: elevar cometas en agosto. Durante dos días, los niños aprenden a construirlas y luego, desde la cima de la vereda Brasilia, pintan el cielo con sus colores.
También está el Ciclopaseo comunitario, un recorrido por varias veredas donde las y los jóvenes no solo hacen deporte, sino que escuchan de la voz de las personas mayores la historia de cada lugar y comparten un plato tradicional. A ello se suma el Cusasa, un encuentro cultural que celebra los saberes y costumbres de la comunidad, con cocina ancestral y música propia, reafirmando la identidad afro del territorio.
Ese espíritu de arraigo conecta profundamente con su participación en el proyecto DG ECHO Creer, Comunidades resilientes escuelas resilientes, una iniciativa que busca fortalecer las capacidades comunitarias frente a emergencias y eventos de impacto múltiple. En este proceso, Judy ha aportado procesos de memoria y fortalecimiento comunitario. Para ella, el proyecto ha sido una oportunidad de reafirmar la importancia de la resistencia y la resiliencia que guardan las comunidades afrodescendientes a través de sus saberes ancestrales. “He aprendido que la cultura, la palabra de las y los mayores son herramientas para cuidarnos y mantenernos firmes frente a cualquier adversidad”, señala.
El proyecto le ha mostrado cómo la medicina ancestral, el conocimiento de las plantas, el cuidado de la salud comunitaria y la palabra de los mayores son más que tradiciones: son estrategias para sostener la vida frente a crisis climática, deslizamientos o emergencias. “Ha sido muy gratificante trabajar con las comunidades, porque nos permite a nosotros como jóvenes llevar esa identidad y que eso no se pierda”.
Cuando piensa en el futuro, Judy lo imagina tejido en resiliencia y palabra. Sueña con comunidades afro fortalecidas, orgullosas de su identidad, conversando más con sus mayores y compartiendo la vida alrededor de una comida sencilla. “Me encantaría que nos reuniéramos más a conversar con nuestros mayores, a compartir un arroz con papa y escuchar sus historias. Ahí está nuestra fuerza y nuestro futuro”, dice con una sonrisa.
La historia de Judy nos muestra como la participación juvenil junto a procesos como el apoyado por el Departamento de Protección Civil y Operaciones de Ayuda Humanitaria de la Comisión Europea (DG ECHO), construyen caminos de resiliencia y esperanza en medio de un territorio con múltiples afectaciones, pero lleno de fuerza y dignidad.