José Ignacio Viñado
Ingeniero de Telecomunicación. Prescriptor y formador. Especialista de producto de Keynet Systems
En el mundo de las telecomunicaciones, la fibra óptica es la gran autopista invisible que mueve nuestras conexiones. Pero más allá del cable, hay dos piezas que juegan un papel fundamental: los pigtails, que permiten conectorizar las fibras, y los latiguillos, que las enlazan con los equipos de telecomunicaciones. Sin ellos, la señal es imposible que viaje.
Que todo funcione bien depende de algo tan delicado como invisible: que la señal de luz no se pierda por el camino. Para medirlo se utilizan dos parámetros clave:
- La pérdida de inserción, que indica cuánta señal se atenúa al pasar de una fibra a otra (y que debe ser mínima)
- La pérdida de retorno, que mide cuánto rebota hacia atrás la señal (y que debe ser lo más baja posible).
Pero aquí viene el detalle que marca la diferencia: la concentricidad de las férulas, es decir, que el diminuto orificio por donde pasa la luz esté perfectamente alineado con el centro del conector. En teoría, debería ser un ajuste milimétrico (9 micras en fibra monomodo), pero en la práctica alcanzar esa perfección es casi misión imposible.
Por eso, la normativa internacional define cuatro grados de calidad (A, B, C y D). El más habitual en el mercado es el grado C: suficiente para la mayoría de proyectos, con un coste razonable y un rendimiento fiable. El grado B, más exigente, requiere un proceso de selección muy cuidadoso que solo un pequeño porcentaje de conectores supera. Y el grado A, la élite de la precisión, se fabrica en casos muy especiales y con costes mucho más elevados.
Según la normativa, las pérdidas de inserción y retorno para los diferentes grados son:
Estas diferencias en la concentricidad de las férulas es lo que explica qué los resultados de atenuación y retorno nunca son iguales cuando enfrentan unos conectores con otros aun cuando estén fabricados para cumplir el mismo grado (A, B, C ó D). A esto se suma que las desviaciones suman la no concentricidad de los 2 conectores que se enfrentan.
Los pigtails/latiguillos comerciales son de grado D ó C. Es conveniente que sean de grado C ya que cumplen un alto grado de calidad suficiente para la gran mayoría de las necesidades con un coste muy competitivo.
El grado B es difícil de obtener por los medios habituales de producción y responde a un proceso de selección donde menos de un 15% alcanzan este rendimiento. Empresas como Keynet, por ejemplo, tienen la capacidad de fabricar el grado B y aportar un certificado individual del equipo de medida si así es requerido con el cliente
El grado A es extremadamente difícil de obtener, pero se puede hacer. Su coste se incrementa muy sensiblemente.
En definitiva, cuando enchufamos un latiguillo de fibra óptica quizá no lo pensemos, pero detrás de esa conexión hay ingeniería a escala microscópica. Un leve desfase de un micrómetro puede marcar la diferencia entre una conexión perfecta… o una pérdida de señal.