La escena del marketing digital lleva meses temblando. Cada vez que Google enseña un nuevo diente de sus AI Overviews, más de uno siente un pinchazo en el estómago. Y claro, la pregunta aparece sola: ¿se nos acaba el chollo del tráfico orgánico? Voy a contarte todo lo que he podido averiguar de cómo la IA está reescribiendo el SEO.
Ojo al detalle: muchos sitios ya ven el famoso “efecto cocodrilo”. Las impresiones suben como si nada, mientras los clics se derrumban sin piedad. Eric Siu (Rank math) lo explica con esa imagen tan gráfica de la mandíbula abierta. Y sí, duele verla.
Aun así, lo curioso es que este no es un funeral. Es un cambio profundo, incómodo, pero lleno de oportunidades si sabes dónde mirar. Y lo que viene a continuación no son predicciones apocalípticas, sino cinco lecciones que desmontan mitos y aclaran dónde están las palancas reales del SEO en 2026.
1. El SEO no ha muerto; simplemente dejó de vivir solo en Google
Durante demasiado tiempo, el SEO era como jugar un solo deporte: Google-ball. Todo giraba ahí. Pero los usuarios se han rebelado.
Si quieren opiniones auténticas, se van a Reddit.
Si buscan tutoriales que no aburran, abren YouTube.
Si quieren comprar algo, Amazon manda.
Quedarse solo en Google es como intentar pescar en un solo estanque cuando el océano está lleno de vida. Y ojo, esto no va de subirse a todas las plataformas porque “toca”. Va de pura supervivencia. La gente ya no busca igual, y o estás donde ellos empiezan sus dudas… o te quedas hablando solo.
El SEO de siempre sigue vivo, aunque ahora comparte foco con otros escenarios que también actúan como motores de búsqueda sin llamarse así. Sin duda, estamos viviendo cómo la IA está reescribiendo el SEO.
2. El KPI que manda ahora es la mención, no el clic
Suena contraintuitivo, ¿verdad? Aun así, el dato está ahí: lo realmente valioso ya no es que alguien pulse tu enlace, sino que una IA te coloque como referencia. Esa cita es el nuevo sello de autoridad.
Con los resúmenes de IA apareciendo en un tercio de las búsquedas —aprox., según Semrush— el escenario cambió. Mucha gente ya ni entra a la web porque la respuesta la da la IA. Eso ha hundido el tráfico de algunos sitios web hasta un 37%.
Sin embargo… cuando tu marca aparece mencionada por la IA, ahí has ganado algo incluso más potente que un clic: autoridad.
Esa mención es una especie de “oye, esta gente sabe de lo que habla”. Es el nuevo OK de E-E-A-T.
El objetivo es mucho más que subir posiciones en una lista de enlaces: es ser la referencia que la IA utiliza para explicar el mundo a millones de usuarios.
3. El tráfico que llega desde la IA es pequeño, pero vaya… convierte como un tiro
Esta parte sorprende a cualquiera. Ramón Ruiz (Eleven Agency) mostró un caso que debería hacernos levantar una ceja:
- Tráfico desde LLMs: 1.68% de conversión.
- Tráfico orgánico clásico: 0.7%.
- Ads: 0.3%.
Y lo más loco: este tráfico se queda 10 minutos de media en la web. Diez.
¿Por qué pasa esto? Muy simple: el visitante llega con una recomendación previa. Una IA le ha dicho “ve aquí”. Eso te coloca en una vitrina de confianza que ni el mejor anuncio podría comprar.
Es poco tráfico, sí… pero es tráfico premium. Oro puro.
4. GEO, AEO, LLMO… tranquila la cosa: la sopa de letras no es para tanto
Cada semana aparece un nuevo acrónimo y parece que nos toca volver a estudiar desde cero. Pero si rascas un poco, te das cuenta de que todo apunta a lo mismo: buen SEO.
Ramón Ruiz y Amit Tiwari (expertos SEO) lo dicen de forma muy clara: estas siglas son caras distintas del mismo proceso.
El “GEO” tan comentado no es magia nueva. Es lo de siempre, bien hecho:
entender al usuario, contextualizar, sintetizar, escribir claro.
Sí, hay ajustes. Sí, el enfoque cambia.
Pero no porque haya que tirar todo a la basura, sino porque la IA premia justo lo que un SEO sólido lleva años predicando.
5. Toca volver a lo técnico: primero convences al robot, luego al humano
Durante años nos repetimos aquello de “escribe para personas”. Y sigue siendo verdad… pero con una coletilla importante: antes de que la persona te lea, un robot tiene que decidir si te merece la pena.
Los LLMs no tienen paciencia. Necesitan contenido claro, estructurado y fácil de digerir. Si lo complicas, pasan de largo.
Aquí van algunas tácticas esenciales del “SEO para robots”:
Cómo escribir para que la IA entienda tu contenido
Pequeños ajustes en la forma de escribir pueden marcar la diferencia entre pasar desapercibido o convertirse en una fuente de respuestas para asistentes y modelos de IA.
Empieza siempre con un buen resumen
Coloca un TL;DR o un resumen claro al principio de la página. Así, tanto la IA como las personas entienden de un vistazo de qué va el contenido y qué pueden esperar.
Piensa en formato Q&A y bloques cortos
Usa preguntas y respuestas, párrafos breves y secciones fáciles de escanear. Crea “bloques” que se puedan extraer sin esfuerzo como fragmentos destacados o respuestas directas.
Trabaja con entidades reales
Nada de conceptos vagos. Menciona asistentes y herramientas concretas como Alexa, Siri o Google Assistant. Las IAs entienden mucho mejor las marcas y nombres propios.
HTML limpio, JavaScript justo
Mantén el HTML simple y bien estructurado. Gran parte del JavaScript pesado es invisible o poco útil para muchos modelos de IA, así que no bases en él la información importante.
Schema.org al detalle
Marca el contenido con datos estructurados como si fueras maniático del detalle. Cuantos más campos rellenes correctamente en Schema.org, mejor entenderán tu sitio las máquinas.
Si la IA entiende bien tu contenido, es mucho más fácil que también lo entiendan tus futuros clientes.
Al final, el robot es el filtro. Si él entiende tu contenido, el humano llegará.
Así es como la IA está reescribiendo el SEO. Adaptarse es obligatorio
El SEO no se está apagando. Se está transformando. Y lo hace rápido.
El camino vuelve a las raíces: autoridad real, contenido útil, estructura impecable. Pero ahora con un público adicional que examina cada línea antes de mostrársela a nadie: la IA.
Quizá la pregunta que deberíamos hacernos no es si la IA acabará con el SEO. La pregunta es otra mucho más pragmática:
¿estamos listos para jugar con las nuevas reglas y convertirnos en una fuente imprescindible para humanos y máquinas?