Entre la vida y los foros — Latinoamérica teje justicia en tiempos de fractura social – ISCOD

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En estos días, mientras en un hemisferio las personas acaban su jornada con debates y discursos que cuestionan el cambio climático o las violencias contra las mujeres, en el otro, las mujeres indígenas amanecen enhebrando sus agujas para tejer esperanza. La vida cotidiana continúa mientras unos hablan de “marcos económicos”, “multilateralismo renovado”, o de “ambientes propicios para las inversiones». Pero ellas, ni en este ni en otros hemisferios, hablan de eso.

Su día a día ha entrado en modo de alerta ya que sus vidas – y las de sus comunidades – dependen en gran medida de que esas palabras y grandes declaraciones no se queden vacías de contenido y se traduzcan en hechos tangibles. Amarran los hilos y tejen para que esos “marcos fiscales inclusivos” o la “promoción de las transiciones justas” se conviertan en una maloca. Es decir, que pasen de ser un proyecto en papel, un concepto abstracto, para convertirse en un espacio que es a su vez refugio y punto de encuentro.

Taller participativo de diseño de la maloca.

Esas puntadas entre discursos, que en ocasiones están apuntaladas por la cooperación y la solidaridad internacional, consiguen construir dignidad en un entorno poco favorecedor. Es así, y solo así, que la solidaridad entre los pueblos se convierte en un catalizador para construir el futuro.

Los foros que marcan el pulso global

Desde la Cumbre del G20 en Johannesburgo o la COP30 en Belém do Pará, en las que se constató nuestra vulnerabilidad ante la amenaza del cambio climático, hasta la IV Conferencia sobre Financiación para el Desarrollo en Sevilla, que puso el acento en la necesidad de una financiación feminista del desarrollo, o la Segunda Cumbre Mundial para el Desarrollo Social en Doha, junto la 69ª Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW69) en Nueva York, que conmemoró el 30º aniversario de la Declaración de Beijing.

En todas estas citas se repiten preocupaciones comunes:

  • El avance implacable del cambio climático, con impactos económicos, laborales, sociales y migratorios.
  • La persistencia de desigualdades estructurales, no solo entre el Norte y el Sur global, donde el 1% más rico captó el 41% de la nueva riqueza desde el año 2000, sino también en la agenda de igualdad real entre hombres y mujeres.
  • La urgencia de un desarrollo basado en la sostenibilidad de la vida y del planeta.

Todo ello bajo la amenaza del auge de la extrema derecha, que precisamente cuestiona lo que la ciencia, la política y la sociedad están demostrando, y el cierre de espacios para reivindicar derechos civiles, políticos, sociales y laborales.

Cuando la agenda global toca la orilla del Nanay

Estos grandes foros parecen lejanos, pero sus decisiones impactan vidas concretas. Recientemente, en una visita en la que participó la AECID a uno de los convenios que impulsamos en Santo Tomás del río Nanay, constatamos que la transición justa, de la que se debate en cumbres globales, tiene raíces profundas en lugares donde la economía de los pueblos originarios ya sufre los efectos del cambio climático. Buen ejemplo de ello: la humedad deteriora tejidos, bordados y piezas decorativas que las mujeres kukama elaboran en la comunidad, reduciendo su valor y venta.

Según datos del Panel Científico de la Amazonía (SPA) y estudios del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático), la Amazonía ha perdido el 17% de su bosque en 50 años; territorios indígenas son sumideros de carbono que capturan 100 millones tCO₂/año.

Estas grandes agendas globales y foros internacionales pasan desapercibidos en el día a día de personas que se baten entre la supervivencia y la resistencia a los embates implacables de los intereses de grandes corporaciones. A esto se suman los impactos de vertidos agroindustriales y derrames de crudo que han contaminado ríos amazónicos, sin reparación ni justicia. Según estudios recientes, el 79% de las comunidades ribereñas en Loreto presenta niveles de mercurio superiores a los recomendados por la OMS.

Así, mientras estas mujeres realizan sus periplos diarios, existen otros foros en los que se acuerdan tratados comerciales que buscan explotar los minerales de zonas remotas del planeta para impulsar transiciones tecnológicas y digitales basadas en la economía verde y que tienen, también, impactos directos en sus vidas.

Diálogo social y comercio: la otra cara de la transición

A cientos de kilómetros, en Lima, se celebró la Sesión Pública del Subcomité de Comercio y Desarrollo Sostenible en el marco del Acuerdo Comercial UE–Andinos. Allí se debatió, entre otras cuestiones, sobre cómo garantizar que el comercio no erosione derechos ni ecosistemas. Sindicatos, sociedad civil y autoridades locales afinábamos en diagnósticos compartidos sobre la situación y propuestas comunes.

Para ISCOD, este espacio es vital: conecta la agenda global con la defensa local de empleos verdes y la transición justa que ya se trabaja en Loreto.

Nos preocupa profundamente el impacto que estos acuerdos comerciales puedan tener en las comunidades. Como organización sindical de cooperación, nuestra misión, junto a sindicatos y organizaciones sociales, es clara: impulsar economías sostenibles, la reconversión laboral y el diálogo social, sin dejar atrás la igualdad de género y los cuidados.

Pero, sobre todo, apoyar la lucha por la dignidad de estas mujeres y de todas sus comunidades. Son ellas el motor de su propio desarrollo. Los grandes discursos en los foros internacionales necesitan dotarse de coherencia en la intención y de congruencia en las acciones que se emprenden.

Dos latitudes, un mismo desafío

Casi al mismo tiempo, en Santo Domingo, República Dominicana, el ministro de Trabajo, la OIT y las centrales sindicales se reunían para hablar de igualdad laboral y erradicación de la violencia de género, en el marco de otro proyecto que impulsamos en América Latina en la Región del Caribe. Dos latitudes distintas, con un mismo telón de fondo: garantizar que las transiciones sean justas y sistémicas, incorporando la triple dimensión de justicia climática, justicia de género y justicia económica y social, sobre cimientos de gobernabilidad democrática.

Las estadísticas de la CEPAL (Observatorio de Igualdad de Género) y ONU Mujeres, que publican informes anuales sobre violencia contra las mujeres en la región, retratan un panorama desolador en el que, solo en 2024, se produjeron 11 feminicidios por día en América Latina, unos 3.828 en total de los que se tenga conocimiento.

2025: un año duro, un año de resistencia

Lo confirman todos los informes: el año 2025 ha sido un año particularmente difícil. Las voces expertas hablan de guerras prolongadas, crisis de la deuda, recortes brutales en el Sur global, además de una creciente desconfianza hacia las instituciones democráticas.

Pero también ha sido, y continúa siendo, un año de resistencia. Desde las artesanas del Nanay hasta las sindicalistas que en Perú debaten cómo convertir Loreto en un laboratorio de empleos verdes, la respuesta y la propuesta es clara: organizarse, persistir, imaginar.

Porque la justicia no se decreta en cumbres; se construye en cada maloca, en cada taller, en cada mesa de diálogo donde alguien se atreve a decir: “queremos un futuro distinto”.

Es ahí donde está la clave: conectar las grandes agendas con las pequeñas victorias. Encontrar las fórmulas para que la cooperación, como instrumento, coadyuve a la transición ecológica, social y en materia de igualdad. Así, en nuestro trabajo en alianzas con otras organizaciones, vamos más allá de las palabras para que nuestros actos traspasen fronteras, lleguen hasta el río Nanay, hasta las manos que bordan, hasta las comunidades que esperan que la justicia deje de ser promesa y se convierta en práctica.

Entre la maloca y los foros, entre el tejido y la negociación, se está construyendo el ahora y se está construyendo dignidad. No es fácil, no es rápido, pero es una transformación real. Cada puntada, cada mesa de diálogo, cada documento de posicionamiento y cada esfuerzo que emprendemos nos recuerda que la justicia no es un destino: es un camino largo que se recorre juntos.

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Verónica Castañeda