¿Es aconsejable utilizar a menudo la carga rápida en un coche eléctrico?

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El vehículo eléctrico (VE) está redefiniendo nuestra idea de la movilidad y el repostaje. En este nuevo panorama, la carga rápida se presenta como una solución tecnológica clave que promete reducir los tiempos de espera y equiparar la experiencia de “llenar el depósito” a la que ofrecen los coches de combustión. Sin embargo, a medida que se vuelve más accesible, una duda parece repetirse entre los usuarios: ¿es aconsejable utilizar a menudo la carga rápida?

La respuesta, lejos de ser un categórico sí o no, requiere un análisis profundo de la tecnología existente y el equilibrio entre la comodidad inmediata y la longevidad del elemento más valioso de este tipo de coche: la batería. En Eranovum te ayudamos a contestar esta pregunta con explicaciones sencillas.

Una diferencia fundamental: carga AC vs. carga DC 

Para saber cómo funciona la carga rápida de los coches eléctricos, es crucial entender las dos clases que existen:

Carga en corriente alterna

Es la que se obtiene en casa o en muchos puntos públicos de baja y media potencia. La red eléctrica suministra corriente alterna (AC), que el inversor del vehículo convierte en corriente continua (DC) para almacenarla en la batería. La potencia está limitada por la capacidad del inversor interno, que suele oscilar entre los 3,7 kW y 22 kW. Se trata, por tanto, de un proceso más lento y controlado.

Carga en corriente continua

También llamada carga rápida, la estación es mucho más grande y potente porque la conversión de AC a DC se hace fuera del coche. El punto de carga suministra energía en corriente continua directamente a la batería, por lo que “se salta” el inversor interno. Esto permite alcanzar potencias muy superiores, de 30 kW a 1 MW, lo que reduce los tiempos de espera de forma considerable. Sin embargo, como habrás deducido, la intensidad de esta transferencia de energía es precisamente lo que genera el debate.

El calor, un factor crítico para la batería

El principal problema para la vida útil de las baterías clásicas de los coches eléctricos es el calor. En términos sencillos, el proceso de carga y descarga implica un movimiento físico de iones, por lo que cuando se inyecta una gran cantidad de energía a alta velocidad, la resistencia interna de las celdas genera mucho calor.

Dicho estrés térmico acelera las reacciones químicas secundarias no deseadas dentro de la batería, lo que deriva en una degradación aún más rápida de sus componentes. Con el tiempo, este proceso disminuye la capacidad total de la batería para almacenar energía, su autonomía y su capacidad para entregar potencia.

El papel del sistema de gestión de la batería

Para abordar estos retos, los vehículos eléctricos modernos están equipados con un avanzado sistema de gestión de la energía (BMS) que supervisa y protege la batería en todo momento. Durante la carga rápida, cumple varias funciones críticas:

  • Control de la temperatura. Los sensores miden la temperatura en tiempo real y, si se acerca a un umbral peligroso, avisan al sistema de refrigeración para que disipe el calor activamente.
  • Gestión de la curva de carga. Supervisa la potencia que la batería acepta para que la carga rápida no sea lineal. Por ejemplo, el vehículo no carga a 250 kW de forma constante del 0 % al 100 %, sino que la potencia máxima solo se alcanza en un rango óptimo —normalmente entre el 0 % y el 60 %—. A medida que la batería se llena, sobre todo por encima del 80 %, el BMS reduce drásticamente la potencia para proteger las celdas y optimizar la carga.

Entonces, ¿se puede usar la carga rápida a menudo?

Tras analizar estos factores y consultar las recomendaciones de los propios fabricantes, podemos afirmar que la carga rápida se debe utilizar como una herramienta puntual para viajes largos o situaciones excepcionales, no como el método habitual de recarga. Es decir:

  1. El escenario ideal es usar la carga lenta a diario, ya sea por la noche o en el trabajo. Es la opción más saludable porque genera un calor mínimo y maximiza la vida útil de la batería.
  2. Una posibilidad aceptable es utilizar cargadores rápidos durante un viaje por carretera o una vez a la semana porque realmente se necesita, ya que el BMS está diseñado para gestionar estos picos puntuales de estrés.
  3. Un uso desaconsejado es depender exclusivamente de la carga rápida para todos los requisitos energéticos del coche porque someterá la batería a un estrés frecuente que, con el tiempo, acelerará su degradación.

Buenas prácticas para la carga rápida de un coche eléctrico

Para minimizar el impacto de la carga rápida, sigue estas recomendaciones:

  • Carga hasta el 80 %. Salvo casos necesarios para llegar a tu destino, desconecta el VE al llegar a este porcentaje: ahorrarás tiempo, ya que la velocidad de carga disminuye mucho a partir de este punto, y eludirás la fase de mayor estrés para la batería.
  • Prioriza las potencias apropiadas. Si puedes y no tienes prisa, usa un cargador de 50 kW: es más respetuoso con la batería que uno de 150 kW o superior.

Apuesta por la movilidad eléctrica, una opción sostenible 

En definitiva, la carga rápida es una tecnología práctica que elimina el miedo a la falta de autonomía de los vehículos eléctricos y posibilita los desplazamientos largos. No hay que evitarla, sino entender su funcionamiento y aprender a utilizarla con inteligencia. Resérvala para viajes largos y aprovecha la carga lenta para llenar a diario la batería de tu coche.

En Eranovum queremos ayudarte a planificar tus recargas de forma rápida y sencilla con nuestra app. Accede a una red de puntos de carga que se amplía continuamente y cuenta con diferentes potencias para que puedas elegir la opción que más te conviene en cada momento. ¡Descubre ahora todas sus ventajas!

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