Cómo elegir las copas para el vino en las cenas de Navidad - Bodegas Protos

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En la entrada anterior hablábamos de algo muy concreto: qué vino llevar cuando te invitan a cenar, sin necesidad de ser un experto. Pero, una vez elegida la botella, queda otra decisión silenciosa que pesa mucho en la mesa: en qué copa se va a servir.

En estas semanas de cenas encadenadas, no hace falta tener una cristalería profesional, pero sí ayuda conocer algunos tipos de copas para vino y saber cuáles funcionan mejor con un blanco fresco, un tinto con estructura o un vino más dulce. No se trata de complicarse la vida, sino de entender dos o tres ideas sencillas para que el vino que hemos elegido para la cena pueda expresarse bien.

Una sola copa para casi todo 

En muchas casas, sobre todo cuando la mesa el número de comensales crece, la tentación es clara: una única copa para blancos, tintos y lo que venga. Es comprensible, pero condiciona la experiencia.

Una copa muy pequeña, cerrada y gruesa tiende a encerrar los aromas, a calentar rápido el vino y a volverlo plano. En el otro extremo, una copa enorme y muy abierta puede resultar incómoda en mesas apretadas y hacer que el vino se oxide más deprisa de lo que nos gustaría.

Si solo va a haber un tipo de copa, conviene que sea de tamaño medio, con un cáliz que permita mover ligeramente el vino sin miedo a derramarlo y un cierre suave en la parte superior para concentrar algo los aromas. Ahí tanto un blanco con cierta presencia como un tinto joven como Protos Roble pueden defenderse con igual.

A partir de ese punto, si se quiere mejorar de verdad la experiencia sin llenar el aparador de vidrio, tiene sentido pensar en dos familias: copas algo más estilizadas para blancos y vinos más ligeros, y copas de mayor volumen para tintos de estructura como un Protos 3er Año o un Protos 27.

Blancos y tintos

Los blancos jóvenes, como un Protos Verdejo o un Aire de Protos, agradecen copas de tamaño medio, con una boca algo más cerrada. No necesitan un cáliz gigantesco; lo importante es que el vino tenga superficie suficiente para abrirse un poco, pero mantenga la frescura. La forma ligeramente estrecha arriba ayuda a concentrar la parte aromática: cítricos, fruta blanca, notas herbales.

Los tintos pensados para la mesa diaria, o para cenas informales, pueden funcionar bien en esa misma copa, siempre que no sean vinos muy potentes. Pero cuando hablamos de tintos con más capa y estructura, el vino pide algo de espacio extra.

Una copa algo más ancha permite que el oxígeno haga su trabajo, que el vino se relaje y que aparezcan los matices de fruta madura, especias, notas de crianza. El volumen ayuda a que el alcohol se integre mejor y a que los taninos se perciban más redondos. No hace falta una copa monumental, pero sí un poco más de aire que en la del blanco.

En una cena donde conviven un blanco para los entrantes y un tinto para el plato principal, lo ideal es diferenciar copas. Si no es posible por cuestión de espacio o logística, al menos conviene servir primero el blanco, en menor cantidad, y reservar una parte de la botella de tinto para cuando ya haya dejado de estar helado por efecto del ambiente y de la propia copa.

Detalles que marcan la diferencia (aunque nadie los nombre)

Más allá del tipo de copa, hay pequeños gestos que, sin convertirnos en técnicos, mejoran mucho la experiencia:

  • No llenar en exceso: dejar siempre espacio para mover el vino sin miedo.
  • Sujetar la copa por el tallo o la base, sobre todo en blancos, para no calentar el vino en segundos.
  • Asegurarse de que las copas están bien enjuagadas, sin restos de detergente ni olores del armario.

Son detalles que casi nadie comenta en voz alta, pero que se perciben en cuanto el vino llega a la nariz.

Elegir copas como elegimos el vino: pensando en la mesa

En estas semanas de manteles largos y mesas repletas, debemos contar con una copa razonablemente versátil, diferenciar si se puede entre blancos y tintos, y reservar formatos más pequeños para dulces y vinos muy concentrados.

Los vinos de Protos – desde un blanco fresco para abrir la noche hasta un tinto de guarda para el momento central – van a agradecer ese cuidado mínimo. No hace falta ser experto ni tener un catálogo de copas especializado; basta con entender que la forma del vidrio también cuenta parte de la historia que la botella quiere contar.

Al final, igual que en la elección del vino, la clave está en leer bien el contexto: cuántos seréis, qué se va a comer, qué espacio hay en la mesa y qué tipo de brindis queréis que quede en la memoria. Las copas son solo el soporte, pero, bien elegidas, ayudan a que cada vino encuentre su voz en medio del ruido amable de las cenas de invierno.

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Bodegas Protos (F)