El precio de los sueños ...

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El matrimonio infantil es una dura realidad que afecta cada año a 12 millones de niñas obligadas a casarse antes de cumplir los 18 años. En el noroeste de Vietnam, de donde es Ngân, protagonista de esta historia, Plan International identificó 483 casos de matrimonio infantil, 35 de ellos en su propia comunidad.

Aunque en muchos países se ha reformado la legislación para elevar la edad mínima permitida para contraer matrimonio, en la práctica persisten excepciones legales y normas informales que crean un entorno en el que el matrimonio infantil continúa siendo tolerado y practicado en muchas partes del mundo.

La educación es una herramienta indispensable para garantizar el futuro de niños y niñas en todo el mundo. Sin embargo, en Tuyên Quang, la región de Ngân, casi el 30 % de los menores de entre 11 y 14 años no asiste a la escuela. Y, el matrimonio infantil es precisamente una de las principales barreras para acceder a la educación: las cifras muestran que menos de una de cada cinco niñas casadas continúa estudiando después del matrimonio.

Sin embargo, gracias a los esfuerzos de Plan International – proporcionando materiales escolares, espacios seguros, y programas como “Campeonas del Cambio”, niñas como Ngân están aprendiendo acerca de sus derechos y obteniendo la confianza necesaria para decir “no”. Además, el equipo de Plan International se une a los y las profesores para visitar a las familias y hablar de los riesgos de que las niñas dejen el colegio para casarse, contribuyendo a la desaparición de una práctica que impide a las niñas soñar.

Ngân fue una de estas niñas. Con solo 15 años se enfrentó a una decisión que ningún niño o niña debería tomar: aceptar un matrimonio concertado o luchar por su educación. Su historia es un poderoso recordatorio de la resiliencia de las niñas y de la importancia de enfrentarse a su futuro. 

“Me gustaría leer la parte de mi diario sobre mi futuro”, dice tímidamente. “¿Qué tipo de chica seré? ¿Conseguiré cumplir mi sueño? Es ir a la universidad antes de encontrar un trabajo. Estoy en mi último año de colegio y pronto tendré el examen más importante de mi vida para entrar al instituto”. 

Sus palabras rebosan esperanza, pero la realidad es muy dura. Al comienzo de este año, la madre de Ngân aceptó una dote de una familia que quería casarla con su hijo. “Me quedé atónita. Había oído este tipo de historias, pero esta vez me estaba pasando a mí. Estaba muy asustada y furiosa. Sabía que no quería casarme con él”. 

En las zonas rurales de Vietnam, donde la tradición aún sigue arraigada, su matrimonio había sido planificado consultando la astrología Tu Vi, y su dote negociada con discreción. Cuestionar esa creencia es desafiar todo lo que le han enseñado a aceptar. En su comunidad, cerca del 60 % de las personas se casan antes de la edad legal. La mayoría son niñas. 

Para Ngân, su matrimonio implicó el fin de su educación. Cuando se enfrentó a su madre Lan, quedó devastada con la respuesta. “Dijo que podía esperar hasta que tuviera 18 años y seguir yendo al colegio hasta entonces. También dijo que era un buen chico, que sería un buen marido para mí”. Su padre estaba de acuerdo, “dijo que era bueno casarse con un vecino”. 

Lan creyó que estaba protegiendo a su hija. “He sufrido mucho, y no quiero que tú sufras igual”, le dijo a Ngân. Pero para Ngân, esa decisión fue como una sentencia: “Ella no entiende que, al aceptar la dote, me hace sufrir como lo hizo ella”. 

Determinada a cambiar su destino, Ngân acudió a su profesora, Hồng, para pedir ayuda. “¿Podrías ayudarme a convencer a mi madre de que devuelva la dote? Tú y las otras profesoras podríais ir a hablar con ella”, le dijo Ngân. 

Hồng no dudó. “Eres una de mis mejores estudiantes. No dejes que nada arruine tu futuro. Mantente concentrada en los estudios, te ayudaré”, le dijo Hồng que, junto con otras profesoras del centro, visitó a Lan para explicarle los riesgos del matrimonio temprano. “¿No crees que el chico que pagó la dote puede interferir en su educación? Él podría llegar al colegio diciendo que es su mujer. Incluso si no es verdad, podría arruinar su reputación, y ella estaría tan avergonzada que abandonaría la escuela”, le dijo Hồng. 

Las profesoras mostraron lo que estaba en juego:. “Ngân debería ir al instituto”, dijo una. “¡Qué pena si acabara trabajando en una fábrica! Allí solo se hace trabajo manual. Los trabajadores tienen los pies hinchados de estar de pie todo el día. Con estudios, puedes trabajar en una oficina. Marca una gran diferencia, y el salario es mucho más alto”. 

Lan escuchó en silencio y finalmente aceptó: “Vale, devolveré la dote”. Dos días más tarde, mantuvo su promesa y devolvió los regalos: dos monedas de plata, una botella de vino de arroz y un kilo de cerdo, todo por valor de 250 €. “Mi hija sigue estudiando, no quiere casarse, solo quiere estudiar. No podemos forzarla”. 

Para Ngân, ese momento fue liberador. “Hoy, mi madre ha devuelto la dote”, dice con una sonrisa. “Me alegro de estar libre de este compromiso. Desearía que cada niña pudiera desafiar la decisión de sus padres de aceptar una dote. Una boda concertada por los padres de una niña no la hará feliz. Debemos mantenernos fuertes para luchar contra estas opresiones”. 

Los esfuerzos de Ngân han merecido la pena. Aprobó sus exámenes y ahora vive en una residencia estudiantil mientras acude al instituto. Está un paso más cerca de su sueño de ir a la universidad y ver mundo. Su situación nos enseña que, con apoyo del profesorado, las comunidades y organizaciones como Plan International, las tradiciones pueden cambiar, y los sueños se pueden cumplir. 

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Sadaya Delaossa