Diversidad, entre déficit y diferencia: del límite a la posibilidad - Specialisterne Spain

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Diversidad significa variedad, y la variedad es uno de los elementos esenciales para el desarrollo y la evolución de cada especie, incluida la nuestra. No es solo una cuestión cultural, sino también biológica: desde la biodiversidad de los ecosistemas hasta la variedad genética de los seres vivos, la diversidad permite responder a los cambios, adaptarse e innovar. Sin embargo, cuando hablamos de diversidad humana, la perspectiva se reduce y la diferencia se convierte en un elemento que nos aleja de la normalidad, un “déficit”.

Tenemos tendencia a considerar las diferencias en función de límites -supuestos o reales- con respecto a una norma; una media ideal, construida sobre estadísticas y parámetros que tienen poco que ver con la variedad real que distingue a los individuos. Pensemos, por ejemplo, en condiciones como el autismo, el TDAH, la dislexia o el síndrome de Tourette; condiciones que, en lugar de ser vistas como expresiones de la diversidad humana, se interpretan a menudo solo en términos de “déficit”, de distancia con respecto a una norma idealizada pero inexistente en la naturaleza. De esta manera, una forma distinta de socialización se convierte en un límite social; un modo de pensamiento atípico, en una carencia cognitiva.

Neurodiversidad: un concepto emancipador

Esta visión deficitaria de la neurodivergencia, una categoría social que engloba a todas las personas con características neurocognitivas diferentes de una norma ideal, tiene efectos negativos. No solo reduce las expectativas, alimenta estereotipos y estigmatiza, sino que termina siendo interiorizada por las propias personas neurodivergentes, porque, si pasas toda la vida escuchando que tienes “dificultades” o “limitaciones”, acabas creyéndotelo.

Es aquí donde el concepto de neurodiversidad cobra un rol emancipador, al reconocer que cada persona es neurológicamente única, al igual que cada ser vivo en un ecosistema. Neurodiversidad no es un término diagnóstico o clínico, sino un concepto social que invita a todas las personas a considerar las diferencias como características y no como defectos. Implica aceptar la biodiversidad neurológica humana y reconocer que no existen dos cerebros iguales, y que esta diversidad es un valor, no una carencia.

Esto no quiere decir que algunas de estas características no puedan representar problemas o dificultades para quien las vive. Pero cambiar el paradigma de características negativas a simples diferencias nos lleva a dejar de definir a las personas por lo que supuestamente no pueden hacer, y a centrar el foco en lo que pueden hacer, en lo que desean y aspiran a lograr. Es un cambio de perspectiva que nos invita a pensar en términos de posibilidad, yendo más allá de las necesidades para dar valor a los deseos y aspiraciones.

El potencial de la inclusión en la empresa

En el ámbito empresarial, esta visión de la neurodiversidad puede ser un recurso valioso. No se trata de un ejercicio de filantropía, sino de reconocer un capital humano capaz de enriquecer a las empresas con ideas, enfoques y perspectivas únicas. Cuando una empresa invierte en un entorno inclusivo y accesible, acoge la diversidad en todas sus formas y se abre a oportunidades creativas que, de otro modo, quedarían sin explorar. Esto enriquece a toda la comunidad empresarial, que se vuelve más receptiva e innovadora gracias a la contribución de personas capaces de ver el mundo desde diferentes ángulos.

Hablar de diversidad y neurodiversidad no es solo una cuestión de necesidad: es una cuestión de potencial, de lo que las personas desean construir. Significa acoger un cambio de visión del mundo que valore todas las características humanas. Cuando las empresas adoptan esta perspectiva, pueden crear un lugar donde la diversidad se convierte en motor de crecimiento, y donde la diferencia es la verdadera fuente de innovación y creatividad.

Seguir viendo la diversidad como un defecto significa reducirla a un límite; reconocer las diferencias por lo que son —variantes, características naturales— abre, en cambio, un mundo de posibilidades. Solo con este cambio de paradigma podemos apreciar el verdadero potencial de la inclusión como un instrumento auténtico de crecimiento e innovación.

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