Discurso inaugural del presidente de la CEE, Mons. Luis Argüello, en la 126ª Asamblea Plenaria - Conferencia Episcopal Española

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El arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Luis Argüello, inaugura el lunes 18 de noviembre de 2024 la 126ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal (CEE). Tras el discurso del presidente de la CEE, interviene el nuncio apostólico en España, Mons. Bernardito C. Auza (descargar aquí)

Discurso inaugural del arzobispo de Valladolid y presidente
de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Luis Argüello

Saludo inicial

Cardenales, arzobispos y obispos, administradores diocesanos, señor nuncio de su santidad en España, sacerdotes, laicos y consagrados, varones y mujeres que hacéis presente al pueblo de Dios, medios de comunicación social que permitís que este saludo llegue a la Iglesia y a la sociedad española, queridos vicesecretarios, directores y trabajadores de esta casa, os saludo a todos en la paz del Señor.

En nombre de todos, permitidme elevar una oración por el eterno descanso de los fallecidos a causa de las feroces inundaciones vividas en Valencia, Albacete y otros lugares de nuestra tierra, un abrazo a los damnificados con el compromiso de seguir con nuestra ayuda material y espiritual; también un reconocimiento agradecido a quienes protagonizan una «ola de solidaridad».

Encomendamos también a la misericordia de Dios el alma de nuestro hermano el excelentísimo y reverendísimo monseñor don Vicente Juan Segura, obispo auxiliar emérito de Valencia, fallecido el día 11 de octubre de 2024.

Felicitamos a los nuevos obispos:

También felicitamos al ilustrísimo señor don Antonio Manuel Pérez Morales, elegido administrador diocesano de la diócesis de Tenerife el día 17 de septiembre de 2024.

Y, por último, felicitamos a los señores obispos a los que se les ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral en estos últimos meses, concretamente a:

Introducción

Quisiera comenzar con dos citas del papa Francisco:

«Nos amó», dice san Pablo refiriéndose a Cristo (Rom 8,37), para ayudarnos a descubrir que de ese amor nada «podrá separarnos» (Rom 8,39) […]. Su corazón abierto nos precede y nos espera sin condiciones, sin exigir un requisito previo para poder amarnos y proponernos su amistad: «Nos amó primero» (1 Jn 4,10). Gracias a Jesús «nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído» en ese amor (1 Jn 4,16). Francisco, carta encíclica Dilexit nos sobre el amor humano y divino del corazón de Jesucristo (Roma, 24-10-2024) 1.

Y:

La esperanza efectivamente nace del amor y se funda en el amor que brota del corazón de Jesús traspasado en la cruz:

«Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida» (Rom 5,10) […]. La esperanza cristiana, de hecho, no engaña ni defrauda, porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino: «¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo?». Francisco, bula de convocación del jubileo ordinario del año 2025 Spes non confundit (Roma, 9-5-2024) 3.

En este ambiente de esperanza, que no brota de nuestros hechos ni programas, ni de nuestros análisis y expectativas, sino de la permanente novedad del amor de Cristo, nos reunimos para hacer un alto en la peregrinación que realizamos con la porción del pueblo santo de Dios, que se nos ha encomendado en cada una de las Iglesias particulares que peregrinan en España. Somos un pueblo peregrino entre los pueblos que constituyen nuestra singular nación. Un pueblo que cada semana hace un alto en el camino y se reúne en torno a la mesa de la eucaristía para avivar la conciencia de cuál es el origen y la meta de la peregrinación y reconocer a quien es el camino que ilumina nuestros ojos con la verdad, para no perder la senda, y fortalece nuestro cuerpo con la vida, para reconfortarnos y curarnos en el viaje que es «santo y arduo».

Peregrinamos junto a nuestros conciudadanos, que buscan sentido al viaje de la vida, o se mueven de acá para allá, expresando de forma inconsciente la secreta sed de encontrar un lugar donde descansar el corazón. Algunos quieren hacer morada permanente del presente o, desesperanzados, huyen de él, buscando refugio en la nostalgia del pasado, en sueños artificiosos de futuro o en las diversiones incesantes que proponen el mercado y tantas ideologías, optimistas o pesimistas. Sin esperanza en el advenimiento de lo nuevo, el mercado y las ideologías acuden a la cita y ofrecen «paraísos» para enmascarar la nada que anuncia la desesperanza y consolar las melancolías y angustias que genera la incertidumbre. Nos interpelan y juzgan quienes se quedan atrás o están tirados en las cunetas por tantas formas de descarte que provocan nuestras actuales formas de organizar la convivencia y el viaje por el tiempo.

Compartimos el viaje, pero peregrinamos desde una experiencia de encuentro con la misericordia que nos acompaña hacia la tierra donde se cumplen las promesas. Compartimos la historia, sabiendo que, en ella, además del dinamismo de la libertad y el tiempo, germina la novedad de la gracia y de la eternidad en la historia de salvación. Una única historia que compartimos, queridos conciudadanos; en dos ritmos: el de la libertad en el cosmos, el de la gracia en la libertad. Compartimos cosmos y libertad. Son nuestro punto de encuentro y ámbito de alegrías y problemas. Ofrecemos el amor gratuito, hecho carne en Jesucristo, que innova la historia y salva a los que por ella transitamos.

Sabemos, con pensadores antiguos y modernos, que los verdaderos problemas humanos no tienen solución, sino historia, en la manera de aparecer, afrontarlos y reaparecer. El mito del progreso pretende solucionarlos hoy con las nuevas máquinas que nos abren a un mundo poshumano. Los peregrinos de esperanza sabemos que esos grandes asuntos humanos —el mal, el sufrimiento, la muerte, el amor, el sentido…— no son problemas que ciencias o ideologías puedan solucionar sino misterio, a los que el misterio innombrable y ahora nombrado: «Jesús, Cristo, Señor», puede iluminar y sanar. Esta experiencia es la que la Iglesia quiere vivir y compartir con los compañeros de andadura.

1.  Mirada a la realidad de la vida española

El papa Benedicto XVI en su discurso a los miembros del Consejo Pontificio para los Laicos del año 2010 afirmó que «la contribución de los cristianos solo es decisiva si la inteligencia de la fe se convierte en inteligencia de la realidad, clave de juicio y de transformación». A la hora de realizar una mirada a la realidad de la vida española en los últimos meses he querido elegir cuatro temas que me parecen significativos de nuestra vida social y que además ofrecen la oportunidad de bajar al corazón y «unir los fragmentos» como sugiere Francisco en Dilexit nos (nn. 17-23). Estos asuntos son: crecimiento demográfico en su doble dimensión, vegetativo y migratorio, trabajo, vivienda y la situación de la convivencia política. A ellos he de añadir la catástrofe provocada por la descomunal riada de los últimos días de octubre, provocada por una DANA, que ha desbordado de lágrimas la vida de tantas familias y realizando destrozos que creíamos solo posibles en tierras lejanas o en pantallas de cine. El asombro dolorido permanece en nuestra retina y en nuestro corazón.

1.1. Crecimiento demográfico

Durante 2022 se registraron en España 329.251 nacimientos. Continúa así la tendencia a la baja de la última década: en 2012, nacieron 454.648 personas. Desde el año 2012, el número de nacimientos ha descendido un 27,6 %. El indicador coyuntural de fecundidad, número medio de hijos por mujer, se situó en 1,16 en 2022 (madres españolas: 1,12, extranjeras: 1,35). En este tiempo el número de abortos se ha mantenido siempre cercano a los 100.000. Comoquiera que los nacimientos han disminuido mucho, la relación entre embarazos, nacimientos y abortos desgraciadamente ha crecido en favor de estos últimos. El número de hijos abortados representa casi el 40 % del déficit demográfico español.

Durante 2022 fallecieron en España 464.417 personas, es decir, el saldo vegetativo fue negativo en 135.166 personas. El crecimiento de población de España se debe al incremento de personas llegadas del extranjero. El saldo migratorio fue de 727.005 personas en 2022. La población nacida en el extranjero era ya de 8.569.954 personas, de las cuales casi algo más de dos millones tienen ya la nacionalidad española.

En este período también han disminuido los matrimonios, y ha crecido el número de parejas de hecho. El 40 % de los matrimonios no tiene hijos y la mitad de las parejas de hecho tampoco. Las adopciones han disminuido drásticamente, pero han crecido las familias numerosas. Cuatro de cada cinco matrimonios son civiles. El número de divorcios sigue aumentando; en los últimos diez años el número de menores afectados por la ruptura de sus padres llega casi al millón. El número de hijos nacidos fuera del matrimonio en 2022 fue ya superior al 50 %. La edad media de los primeros matrimonios entre solteros es de 35,3 años. Ya hay más solteros que casados. Se está produciendo una transformación de la sociedad, donde hay cada vez más solteros, más divorciados/separados y, por el contrario, una reducción de casados. Se está evolucionando hacia una sociedad amatrimonial.

Todo ello obedece a diversos condicionamientos. Unos son económicos, las dificultades que plantean las condiciones laborales, económicas y de vivienda dificultan la independencia de los jóvenes y el mantenimiento de un hogar. Otros, culturales y ambientales, un entorno que no valora a los matrimonios como la mejor forma de convivencia, una propuesta de estilo de vida a través de diversos medios de comunicación que no solo no promocionan el matrimonio y la familia, sino que atacan y denigran a la institución y plantean modelos alternativos como única opción «liberadora». Estos mismos medios y ambientes elogian la bondad de la falta de vínculos y la asunción del divorcio sin drama, como salida normalizada y deseable ante cansancios y conflictos. Este clima hace frágil el compromiso y empuja a los casados, ante cualquier crisis, hacia la ruptura como la única salida sin ofrecer la alternativa de la mediación y la reconciliación.

Ha calado en nuestra sociedad un mensaje: «tener niños no es buena idea». Los argumentos que envuelven esta propuesta están, a veces, centrados en la economía, «tener hijos es muy caro» o en la ideología de género, «los hijos son un lastre para la plena realización de la mujer»; en ocasiones se ha llegado a poner como excusa el cambio climático, «los niños son malos para el planeta porque consumen muchos recursos»; y de forma más implícita, pero muy decisiva, en lo que tiene que ver con el estilo de vida, el ocio y el negocio, «de lunes a viernes tener hijos limita tus posibilidades de promoción laboral y profesional y en el fin de semana, tus oportunidades de viajar y salir de fiesta». Da igual cuál sea el formato de la excusa, la idea que se transmite es que tener hijos es negativo. «Sí, de vez en cuando dan alegrías, pero la vida es mucho más sencilla sin ellos. Tienes más libertad, menos límites y, en general, una existencia menos complicada». El papa Francisco añade otra causa, la falta de esperanza:

«La primera consecuencia de ello es la pérdida del deseo de transmitir la vida. A causa de los ritmos frenéticos de la vida, de los temores ante el futuro, de la falta de garantías laborales y tutelas sociales adecuadas, de modelos sociales cuya agenda está dictada por la búsqueda de beneficios más que por el cuidado de las relaciones, se asiste en varios países a una preocupante disminución de la natalidad. Por el contrario, en otros contextos, «culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de no enfrentar los problemas». Francisco, Spes non confundit, 9.

Estos condicionantes ideológicos han tomado cuerpo en la reciente legislación sobre la persona, el matrimonio y la familia. La problemática familiar no solo no es abordada, sino que desde el Estado se promueven medidas y legislaciones que agravan dichos problemas. España es el farolillo rojo en políticas familiares de protección de la familia y promoción de la natalidad.

Como consecuencia, cada vez hay más personas aisladas, muchas en soledad no deseada y menos familias estables. Las familias son cada vez más pequeñas y muchas ya no tienen hijos. España se encuentra en una auténtica quiebra demográfica. Todo el sistema social, económico y, consecuentemente político, se enfrenta a un panorama de crisis global a medio plazo. El «invierno demográfico» no es algo privativo de España, aunque nuestro país destaca como alumno aventajado de ese Occidente posmoderno.

Ante este problema el papa propone una alianza social para la esperanza:

La apertura a la vida con una maternidad y paternidad responsables es el proyecto que el Creador ha inscrito en el corazón y en el cuerpo de los hombres y las mujeres, una misión que el Señor confía a los esposos y a su amor. La comunidad cristiana, por tanto, no se puede quedar atrás en su apoyo a la necesidad de una alianza social para la esperanza, para […] no conformarse con sobrevivir o subsistir mediocremente, amoldándose al momento presente y dejándose satisfacer solamente por realidades materiales. Eso nos encierra en el individualismo y corroe la esperanza, generando una tristeza que se anida en el corazón, volviéndo

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