Calendario de Adviento 2024. Día 6: los ojos - Noelia Jiménez

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PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Isaías (29, 17-24):

Esto dice el Señor: «Pronto, muy pronto, el Líbano se convertirá en vergel, y el vergel parecerá un bosque. Aquel día, oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos. Los oprimidos volverán a alegrarse en el Señor, y los pobres se llenarán de júbilo en el Santo de Israel; porque habrá desaparecido el violento, no quedará rastro del cínico; y serán aniquilados los que traman para hacer el mal: los que condenan a un hombre con su palabra, ponen trampas al juez en el tribunal, y por una nadería violan el derecho del inocente.
Por eso, el Señor, que rescató a Abrahán, dice a la casa de Jacob: “Ya no se avergonzará Jacob, ya no palidecerá su rostro, pues, cuando vean sus hijos mis acciones en medio de ellos, santificarán mi nombre, santificarán al Santo de Jacob y temerán al Dios de Israel”. Los insensatos encontrarán la inteligencia y los que murmuraban aprenderán la enseñanza».

Salmo Sal 26,1.4.13-14

R/. El Señor es mi luz y mi salvación.

V/. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? R/.

V/. Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo. R/.

V/. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor. R/.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,27-31)

En aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús, gritando:
«Ten compasión de nosotros, hijo de David».
Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo:
«¿Creéis que puedo hacerlo?».
Contestaron:
«Sí, Señor».
Entonces les tocó los ojos, diciendo:
«Que os suceda conforme a vuestra fe».
Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente:
«¡Cuidado con que lo sepa alguien!».
Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.

***

Hay que ser muy valiente para ver con los ojos cerrados. O, con más exactitud, para ver más allá de la oscuridad cuando la vista física (y también la intelectual) no alcanza.

Confieso que, durante las etapas más oscuras de mi vida, he estado ciega porque no he querido ver. Y ya se sabe lo que dice el refrán.

Ver de verdad, con los ojos  bien abiertos, exige tanto o más valor que querer abandonar la oscuridad. Lo oscuro da jindama pero es relativamente cómodo. A oscuras no se ve el polvo de los muebles, ni se aprecia la ropa mal doblada. A oscuras no se nota el rímel corrido ni el pelo que pide a gritos un retoque en la raíz.

Podemos llegar a acomodarnos tanto a la oscuridad que no nos hace falta encender la luz de la cocina si nos despertamos a medianoche a beber agua.

Pero ser consciente de que la tiniebla, por cómoda que resulte, no es el estado natural de una vida sana, obliga necesariamente a despegar las pestañas y pisar con los pies desnudos el suelo gélido de terrazo en busca de un interruptor que nos encienda de nuevo.

Si pides que se haga la luz, has de creer en que esto sucederá. Que pulsarás la llave y la corriente llegará hasta la bombilla que cuelga, pelada y solitaria, del casquillo de tu vieja comodidad.

Es probable que, cuando se encienda tu pequeña gran habitación, haya ciertos detalles que empiecen a incomodarte. Y ahí es donde todo sucede conforme a tu fe.

Si estás aquí es porque has decidido ser valiente. Abrir los ojos.

No te dejes cegar por la prisa, la angustia o los miedos.

El Jefe es tu luz.

Obra: Adoración de los Reyes Magos, Diego Velázquez (1619). Museo Del Prado (Madrid)

Recapiti
Noelia Jiménez