Época de encuentros: se despierta el resentimiento - Instituto Ángeles Wolder

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Diciembre es uno de los meses del año que más visitamos nuestra infancia, no porque podamos ir hacia atrás, sino porque nos vemos atrapados en ella. ¿Cómo lo sabemos? Porque nos asaltan ciertas historias del pasado que no hemos podido elaborar y lo hacen bajo la forma de resentimiento con protagonistas actuales. 

Hoy, en la comida de empresa te acuerdas de ese jefe que, según tú, te hizo quedar en ridículo o de esa compañera criticona que no paró de mirarte mal y cotillear con los que estaban a su lado. 

Hoy, en la cena de Nochebuena vuelves a ver la cara del cuñado que se pavoneaba con sus éxitos, la sonrisa maliciosa (según tú) de la cuñada que no te saluda y no sabes por qué o la mirada crítica y avergonzada de los que “padecen” por la ropa que llevas.

Hoy, en esa despedida del año, sientes ganas de quedarte en casa tapado bajo una manta porque temes escuchar comentarios de esos tíos que no ves desde hace 8 años o porque tu padre o tu madre te dicen “no digas nada de X” y esa X es importante para ti. Puede ser tu trabajo, tu pareja, tu elección personal, etc. pero no cumple con las expectativas de tus padres y te piden silencio.

¿Por qué experimentamos resentimiento?

¿Cuántas veces has sentido que tus reacciones son automáticas y que te llevan de vuelta a esos mismos ciclos de dependencia o autosabotaje?

Sabemos que el cerebro siempre está listo para salvarte ante lo que percibe como estrés y las situaciones mencionadas anteriormente pueden serlo. No porque exista un león corriendo detrás de ti, sino porque se asocian a dolor, sufrimiento o malestar. Para el cerebro, que ocurra de manera real o que lo imagines es exactamente igual. Desde luego que no es cómodo estar aguantando el tipo sintiendo que hay heridas de la infancia que se reactivan, y encima sin saber que está ocurriendo eso.

Una de las emociones que aparece más a menudo es la ira, que está conectada con el mecanismo de defensa humano o animal de la lucha o el enfrentamiento. Es una de las emociones que está esperando movilizar la energía acumulada que nunca se le permitió evacuar. Además, para muchas personas, dejar atrás el resentimiento puede ser una lucha, especialmente cuando el dolor de la traición o el trauma hace que se sienta merecido.

Sabemos también que las experiencias traumáticas presentes o pasadas quedan guardadas en el cerebro principalmente como recuerdos corporales y emocionales y que esa memoria narrativa pone pocas palabras y muchas sensaciones. Por eso, cuando nos preparamos para ir a un sitio donde presentimos que no estaremos del todo a gusto, las sensaciones aparecen y el malestar físico también, aunque no sepamos por qué nos ocurre.

El malestar que se manifiesta en las reuniones de este mes (o de cualquier momento), que además son unas cuantas, forma parte de unos recuerdos no integrados. La memoria narrativa del trauma está más fragmentada, más incompleta, menos procesada y con muy poca comprensión, porque cuando se activan nuestros recuerdos traumáticos la corteza prefrontal desconecta. Es el sitio dónde se procesan las decisiones, la motivación, la empatía o la compasión. Entonces, te pregunto: ¿Cuántas ganas o cuánta motivación puede haber en ti para participar de este tipo de reuniones? 

Y si participas en las reuniones porque no tienes más posibilidades o crees que no puedes hacer otra cosa y te asalta un resentimiento profundo probablemente sea porqué estás atrapado en recuerdos de experiencias en las que sentiste lo mismo. Esos sentimientos de haber sido agraviado, desvalorizado, humillado, maltratado, ignorado, rechazado, dejado en evidencia, ridiculizado, etc. que se desencadenan en el presente y que parecen absolutamente reales a menudo están activando situaciones pasadas.

A menudo, esos dolores primarios provenían de las personas que más queríamos, nuestros padres o cuidadores. Puedes preguntarte si viviste algo en tu infancia en la que sentiste lo mismo. Si tuviste que pasar por momentos en los que, siendo muy pequeño/a, los agravios, los insultos, las malas miradas, la tensión era muy intensa y todo lo sentías como muy grande. Por eso hay rabia, rencor, resentimiento hacia todo lo que te recuerda algo del pasado.

Solo poniendo empatía en lo que te ocurre hoy puedes sanar lo que pasó en tu infancia porque solo así habilitas a tu adulto a no enjuiciar al niño/a que fuiste por lo que sintió. Y eso no quiere decir que tus compañero/a sean asertivos, o que el comportamiento de tu cuñado/a esté bien o que tus padres estén en la razón. Quiere decir que los sentimientos dolorosos tan profundos se programaron hace tiempo y lo que te ocurre hoy despierta esas grabaciones. 

Y una vez que has habilitado al niño/a para que sienta las emociones, puedes desestabilizar la creencia que la ha mantenido. Todos “me hacen daño”, “tengo cara de estar disponible para las ofensas”, “no merezco respeto” y tantas otras frases que son un lastre para nuestra libertad emocional y que te encajonan en el papel de víctima, de dónde es difícil salir.

Cuando alguien dice “vivo mal por todo lo que han hecho” o “soy la consecuencia de sus errores” le recordamos que, por un lado, sigue en vida, que siendo adulto tiene todas las posibilidades de tomar una decisión y que vivir bien es un acuerdo con uno mismo, no una situación obligada. Vivir bien es una forma de tomar la vida, de decir, aunque me faltó o me sobró yo hoy puedo equilibrar. Es aceptar sin entender.  

Resentimiento es la acción y efecto de resentirse (tener un enojo o pesar por algo) que ocurrió antes, que si lo queremos razonar o entender se nos hace aún más difícil porque siempre salta la comparación. Yo no lo hubiera hecho así.

Una propuesta para trabajar con el resentimiento (antes de ir a un encuentro)

Trascender el resentimiento es, por encima de todo, un acto de reconciliación contigo mismo/a. Es un paso crucial hacia la autonomía emocional y hacia una vida en la que eres libre de tus propios patrones cargados de miedos. En la que dejas de estar al uso de los otros.

Date permiso a sentir lo que sientas en estos días. A sentir aburrimiento, cansancio, hastío, ganas de cambiarlo todo, necesidad de largarte de una reunión y conversa amablemente con ese ser en miniatura que hay en ti. Dile: te entiendo, si yo fuera tú, tendría esos mismos sentimientos, esos mismos pensamientos. Has pasado por momentos duros y lo que sientes hoy son los tirones de las cicatrices de otros tiempos. Ahora estoy aquí para ti.

Del resentimiento se sale reconociendo que el otro tiene sus propias cicatrices y por eso actúa como actúa, pero tu no tienes por qué exponerte. Comprende y date tu lugar.

Nutre a tu parte adulta con lo que es sano para ti hoy. El adulto acepta la vida y observa que aprendió de las dificultades.

Date la oportunidad de conocer a gente y descubrir que no todos son iguales.

El proceso no es fácil, pero es profundamente liberador.

El proceso es aprender a vivir. 

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Ángeles Wolder