Hábitat y salud
Lo primero es hablar de salud en su sentido amplio, tal como la OMS lo establece, que más que ausencia de enfermedad es un estado generalizado de bienestar (mental, físico, social) basado en percepciones internas y en relación con lo que nos rodea.
Por lo tanto, el hábitat en el que nos desenvolvemos influye en esa sensación de bienestar, pero ¿cuál sería ese hábitat?. Ya se habla de la indoor generation, porque pasamos 90% del tiempo en espacios interiores; si además se estima que para el 2030 el 60% de los humanos viviremos en ciudades, yo añadiría al término ‘urban’ indoor generation.
La generación del espacio edificado en entorno edificado. Esta frase nos anticipa oportunidades y a la vez muchísima responsabilidad: los profesionales de la edificación nos encargamos del hábitat que ocupan las personas, por lo tanto en gran medida de su bienestar. Nada menos.
Más allá de lo físico
La preocupación por la salud y el bienestar siempre ha ocupado un lugar importante en el diseño sostenible, sobre todo desde la COVID 19. En los últimos años, el aumento de certificaciones en programas como WELL y Fitwell ha contribuido a generar concienciación sobre este tema. Sin embargo, para mejorar realmente el bienestar, el diseño de los espacios debe ir más allá de variables aisladas como ventilación, temperatura o humedad, para adoptar enfoques más holísticos que aborden esos componentes mentales físicos y sociales de los que hablábamos.
