Uvas minoritarias de Castilla y León | Blog Pintan Copas

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Una de las catas más interesantes que tuvieron lugar durante el Duero International Wine Fest, celebrada a principios del mes de septiembre en el Forum de la Evolución de Burgos, fue la ‘Recuperación de las variedades minoritarias y vinificaciones olvidadas de Castilla y León’.

Ya de por si el título llamaba la atención pero, además, los impulsores de esta cata magistral fueron dos expertos en la materia, José Antonio Rubio (Doctor Ingeniero Agrónomo, Investigador en Viticultura y Jefe de Cultivos Leñosos y Hortícolas del ITACYL) y Félix Caballero (Doctor Ingeniero Agrónomo, Investigador y Director del Departamento de Investigación Agroalimentaria en el Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural), alentados por Paco Berciano (propietario de la vinoteca El Lagar y socio de la distribuidora Alma Vinos Únicos). En resumen, tres wine-cracks en toda regla.

El objetivo era poner en valor las uvas minoritarias presentes en Castilla y León, con la intención de demostrar lo interesante de su cultivo y posterior transformación. No sólo debido a la posible calidad de los vinos elaborados con dichas variedades, sino con el razonamiento de mantener el patrimonio vegetal de la región, que forma parte de la historia y cultura del medio rural.

¿Qué es una variedad de uva minoritaria?

Félix Caballero dejó cristalina la respuesta a la pregunta sobre qué es una variedad minoritaria:

  1. Aquella variedad que, por diferentes causas, su superficie de cultivo se encuentra muy reducida, en algunos casos en peligro de extinción.
  2. Variedad cultivada antes de la filoxera.
  3. Superficie inferior al 1% a nivel autonómico.

Es decir, que, como también se sentenció en la presentación, “el Albillo Mayor no es una variedad minoritaria” (por poner un ejemplo). Caballero comenzó a trabajar en la recuperación de uvas casi extintas en 1998, en la colección de vides ‘El Encín’, tomando el testigo de sus antecesores, que empezaron a salvaguardar este legado en 1883.

La idea del Instituto es mantener la diversidad genética y no importar variedades foráneas. Según los investigadores, “una forma de ‘luchar’ contra países emergentes sería sacar vinos elaborados con las variedades objetivo el estudio, en los países europeos donde sea posible, a la vez y de una forma coordinada, para que sean inimitables”.

En una comunidad autónoma donde el Tempranillo ha colonizado prácticamente la totalidad de la cuenca del Duero, junto a la blanca Verdejo (aunque en mucha menor medida), aún quedan reductos donde cepas de extraños – a la par de elocuentes nombres – luchan para mantener su ADN vivo.

En este punto he de decir que todo esto también es gracias a la tozuda labor de algunos viticultores, curiosos y un poco suicidas, algunos de ellos presentes en la sala.

Arribes del Duero, la tierra de las olvidadas

El primer vino fue uno elaborado Rufete Blanca, también llamado Verdejo Serrano, procedente de la Sierra de Salamanca. Ya podemos encontrar algunos vinos comercializados con esta uva, como el elaborado por Cámbrico. Así que en este caso os recomiendo que la probéis vosotros mismos: jugosa, fresca, fina…

El segundo vino fue otro blanco de la uva Puesta en Cruz o Rabigato (en Portugal), de Arribes del Duero. Un vino de la añada 2015 de buena acidez e intensos aromas frutales, con una gran sensación de dulzor, posiblemente derivada de la glicerina. Un vino con aptitudes para vinos de guarda.

Después fue el turno de un Merenzao de Tierra de León, allí llamado Negro Saurí, elaborado como rosado, añada 2017. Un vino muy fresco y elegante, de poca capa colorante.

A continuación, probamos un vino procedente de la ‘niña mimada’ de Arribes, la Bruñal, también denominada Albarín Tino, Baboso Tinto o Alfrocheiro Preto (en Portugal). Nunca había bebido un Bruñal rosado, como en esta ocasión, un vino con buena estructura, bastante color y marcada mineralidad.

En el quinto de la cata viajamos hasta Bierzo, para degustar el primer tinto, elaborado con Estaladiña o ‘Pan y Carne’. No es el vino que más me sorprendió, a pesar de que ensalzaron su complejidad aromática y aptitud para el envejecimiento.

Volvimos de nuevo a la zona de Arribes del Duero para disfrutar de la parte más divertida de la cata, en la que probamos tres vinos distintos que al final mezclamos en proporciones iguales. Estaban elaborados con las uvas Mandón (mucha acidez, aromas maduros), Gajo Arrobo (especiado, buena estructura) y Tinto Jeromo (muy productiva, deliciosos aromas a flores moradas).

Por separado resultaron muy interesantes, pero el ‘coupage’ fue como una receta perfecta, un vino fresco, con baja graduación alcohólica, buena acidez, completo y complejo.

Terminamos la estupenda clase magistral con un Bruñal Tinto (¿qué decir de la Bruñal? ¡me encanta!), que finalmente añadimos en la mezcla anteriormente descrita en una proporción similar a cada uno de los vinos anteriores. El Bruñal acentuó los aromas florales y suavizó al vino final en boca.

Sólo puedo decir una cosa: Ojalá se tomen las medidas oportunas para incentivar que vinos elaborados con estas castas minoritarias lleguen a las mesas de los consumidores.

*La ponencia más interesante del congreso fue la presentada por Fernando Mora (Master of Wine, Bodegas Frontonio) y Amaya Cervera (Spanish Wine Lover) sobre un recorrido por los ríos vitícolas del mundo, particularmente el Duero. Os recomiendo leer este artículo en su web.

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Pintan Copas