Cambio de rumbo en Italia. Análisis y lecciones electorales - 19N

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Los sondeos lo pronosticaban, y los sondeos acertaron. No por esperada, la victoria de Giorgia Meloni en las elecciones generales italianas del pasado domingo 25 de septiembre ha sido menos chocante. Chocante por su contundencia, siendo su partido, Hermanos de Italia, el claro dominador de los comicios con más de un 26% de los votos; y chocante porque Italia, uno de los emblemas de la Unión Europea, contará con el gobierno situado más a la derecha del espectro político desde los tiempos del fascismo de Mussolini. 

Meloni, que con toda seguridad se convertirá en la primera mujer en liderar el gobierno en Italia, ha sido la gran figura y vencedora de estas elecciones. Liderando un partido de raíces neofascistas, Fratelli d’Italia, ha conseguido unos resultados históricos que le permitirán partir de una posición de claro poder en las negociaciones con sus aliados de derechas, la Liga de Matteo Salvini y el Forza Italia de Silvio Berlusconi. Esta coalición de tres cabezas ha acumulado cerca del 44% de los votos, una mayoría que se amplía de forma apabullante al trasladarla en escaños, pues el sistema electoral mixto, proporcional y mayoritario italiano premia en gran medida las coaliciones y alianzas. 

El único partido que podía plantar cara a Meloni, el Partido Demócrata (PD) de Enrico Letta, ha sido uno de los grandes perdedores de estas elecciones, quedándose con un 19% de los votos, como segundo partido más votado. De hecho, el propio Letta asumió responsabilidades y anunció que en el próximo Congreso del partido dejará que sean las futuras generaciones quienes asuman el liderazgo del Partido Demócrata. 

Tras el PD, en tercera posición se aupó otro de los vencedores de la noche, el Movimiento 5 Estrellas (M5E) de Giuseppe Conte. Con unos resultados muy potentes en el sur del país, gracias en gran parte a su defensa de la renta ciudadana y a su perfil anti-establishment, el M5E se ha recompuesto de unos sondeos que le auguraban unos resultados desastrosos para llegar a conseguir más del 15% de los votos. Es cierto que en 2018 este porcentaje superaba el 32%, así que es complejo anunciar que un partido es uno de los vencedores de la noche electoral con semejante hemorragia de votos, pero cabe considerar las circunstancias, graves crisis internas, escisiones e incluso riesgo de desaparición por las que ha pasado el controvertido partido en los últimos meses. 

Tras dos vencedores – Meloni y Conte – y un perdedor – Letta -, toca anunciar un segundo perdedor para igualar la contienda. Y no es otro que la Lega de Matteo Salvini. Tras llegar al 34% de votos en las elecciones europeas de 2019, y de coquetear con el poder en múltiples ocasiones, Salvini y su partido han sido totalmente arrollados por el fenómeno Meloni y no ha alcanzado ni el 9% de los votos, incluso perdiendo en el norte, su región predilecta y de fortaleza desde los orígenes del partido. Aunque seguirá formando parte del ejecutivo, ya que integra la coalición de derechas, los del domingo son unos resultados muy duros para el partido y para Salvini, que se encuentra en una posición de debilidad y ha demostrado que sus últimas maniobras políticas – como dar soporte el gobierno técnico de Mario Draghi – no han sido bien recibidas entre el electorado. 

Por su parte, el incansable Silvio Berlusconi ha cosechado unos resultados positivos, con más del 8% en votos, un porcentaje próximo al de la Lega de Salvini. Con todo, el partido Forza Italia, la tercera pata de la coalición que deberá formar gobierno, mantiene una posición de poder y se asegura una voz encima de la mesa si se quieren tejer mayorías y acuerdos.

Los próximos pasos

Sergio Mattarella, el presidente de la República italiana, deberá encargar a la figura que él considere la tarea de formar gobierno. Todo apunta, salvo hecatombe o gran sorpresa, que dicho encargo irá dirigido a la gran vencedora de la noche, Giorgia Meloni, quien ya tiene más que avanzada la coalición con la Lega de Salvini y Forza Italia de Berlusconi. ¿Los únicos escollos? El reparto exacto de cargos y ministerios, en los que cada partido tratará de sacar el máximo jugo a sus resultados. 

Con amplias mayorías en la Cámara Baja y el Senado, cabe esperar un gobierno sólido, al menos a corto plazo, que únicamente las luchas internas y los egos podrían hacer tambalear. La incapacidad de pactar que ha tenido el espacio de centro, centroizquierda e izquierda, sumado a su ausencia de líderes con carisma y atracción en el electorado, los convierten en una oposición debilitada en los primeros compases de la legislatura. 

En cualquier caso, deberemos esperar hasta finales de octubre o principios de noviembre, contando que se cumplan los plazos esperados, para que el nuevo gobierno italiano sea una realidad. 

Los tres líderes de la coalición de derechas. De izquierda a derecha: Matteo Salvini (Lega), Silvio Berlusconi (Forza Italia) y Giorgia Meloni (Fratelli d’Italia). Vía: El Confidencial

Unas elecciones de hartazgo y desilusión

El 36%. Éste ha sido el porcentaje de población que estaba llamado a las urnas y decidió no acudir, superando con creces el porcentaje del partido más votado de las elecciones. Esto nos deja con una participación de solamente el 64% del electorado, la rúbrica de una tendencia que ha seguido paso firme en los últimos años. 

En 2008, el 78% del censo electoral italiano asistió a las elecciones. Cinco años más tarde, el porcentaje disminuía hasta el 71%, una cifra que seguía cayendo en 2018, situándose por primera vez bajo la barrera del 70, con un porcentaje del 69%. Y, cuatro años después, únicamente el 64% de la población transalpina ha asistido a las urnas. Una caída que es reflejo directo de la desconexión entre los partidos políticos y las instituciones que gobiernan Italia con la gran mayoría de la masa social. 

Éste es un problema de fondo en el país. Para gran parte del electorado, la política, y sus representantes, son sinónimo de oportunismo, desilusión, agotamiento y desconfianza. El país transalpino no consigue dejar atrás las desigualdades estructurales entre regiones y parece abocado a buscar soluciones que salen del marco del status quo, como ya intentó en 2013 y 2018 con el M5S.

Esta problemática es especialmente aguda entre el electorado más joven, donde la tasa de abstención roza el 50% en estos últimos comicios. Emergencia climática, digitalización, políticas de juventud y renovación han sido aspectos totalmente postergados y omitidos en esta campaña, centrándose en los aspectos en los que Meloni y la derecha se sienten más cómodos – seguridad, inmigración, vuelta a los valores tradicionales, etc -. Así pues, se entiende el vacío electoral entre las generaciones más jóvenes y sus buenos resultados en una población cada vez más envejecida. 

Y, ¿qué pasa con Europa?

Figuras políticas como Viktor Orbán, Marine Le Pen, Mateusz Morawiecki, Santiago Abascal o Eric Zemmour fueron rápidos en sus felicitaciones a Meloni, en un intento también de mostrar que los discursos de extrema derecha o ultraconservadores pueden ser recetas ganadoras en países como Francia o España. Incluso el controvertido estratega Steve Bannon, considerado uno de los adalides teóricos de este movimiento internacional que surge desde la derecha más conservadora y reaccionaria, no quiso perder la oportunidad de felicitar a Meloni. Este alud de tweets y comunicados es, asimismo, una muestra de las connotaciones que estos resultados electorales tienen más allá de las fronteras transalpinas. 

Encuentro entre Giorgia Meloni y Santiago Abascal. Vía: El Independiente

Apenas dos semanas después de que la extrema derecha obtuviera un resultado histórico en Suecia, otro partido de marcado tono ultraconservador, antiinmigración, populista y con tendencia euroescéptica ha cosechado una gran victoria electoral, esta vez en la tercera economía de la Unión Europea. 

Aunque Meloni se esforzó sobremanera en las semanas previas a las elecciones en mostrar un perfil mucho más moderado, comprometido con la Unión Europea y la OTAN, la intranquilidad ante los comicios italianos ha sido palpable en los organismos comunitarios. En un contexto altamente complejo y volátil, lo último que necesita la Unión es que uno de sus estados fundadores se sume a las líneas discordantes y que cuestionan su autoridad que ya encontramos en Hungría o Polonia. 

Aun así, los discursos alarmistas sobre un cambio drástico y reaccionario de Italia a nivel comunitario no contemplan la importancia del presidente de la República, Sergio Mattarella, una figura que tiene más poder y capacidad de influencia que otros jefes de estado europeos, y que puede suponer un freno a las tendencias más radicales de Meloni y la coalición de derechas.

Asimismo, la propia futura líder italiana se ha esforzado en dejar plasmada su voluntad de alineamiento con los principales retos que debe encarar la Unión. Y también los resultados positivos de Berlusconi y su partido, Forza Italia, deberían servir de contrapeso de los más euroescépticos Fratelli d’Italia y Lega en el bloque de derechas. Y, si nada de esto fuera suficiente, la deuda pública de más del 150% de su PIB que acumula el país transalpino debería servir para que Meloni y el futuro gobierno italiano se piensen detenidamente si les interesa no contar con el beneplácito de las grandes entidades internacionales. 

Estas circunstancias deberían aportar cierta dosis de calma entre los pasillos de Bruselas. Pero, en cualquier caso, la UE debe mostrar la madurez y solidez de ser capaz de sobreponerse a los resultados en uno de sus estados miembros. El organismo cuenta con las herramientas para mantener una línea de trabajo conjunta sólida ante los múltiples retos que encara. Los resultados electorales sorprendentes no son nada nuevo, ni tampoco dejarán de existir en el futuro, así que la Unión debe ser capaz de evitar que surjan debates sobre su futuro cada vez que nos hallamos ante unos resultados de este tipo. Porque, al fin y al cabo, la Unión Europea está sujeta a las particularidades y sensibilidades de cada uno de los 27 países que la integran. 

Haber sido el único partido en la oposición de Mario Draghi y su gobierno técnico ha dado rédito a Meloni y a su partido, Hermanos de Italia, que ahora tienen ante sí una oportunidad que no hubiesen podido imaginar un par de años atrás. Los resultados electorales del 25 de septiembre en Italia han sido un choque, no cabe duda de ello, y ahora los ojos están puestos en cómo se amortiguará.

Recapiti
Lluís Ollé