La economía mundial y la economía española ante el año 2025 - Real Instituto Elcano

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Tema
La economía mundial encara el año 2025 con un crecimiento robusto, pero con una elevada incertidumbre y numerosas amenazas.

Resumen
La economía global inicia el año 2025 en medio de una elevada incertidumbre tanto de naturaleza económica como política. La victoria de Donald Trump en las elecciones de EEUU podría intensificar tensiones comerciales, aumentar el déficit fiscal y desestabilizar mercados financieros. En la UE el débil desempeño de Alemania y Francia, sumado a su falta de liderazgo, comprometen el crecimiento económico europeo y el impulso para las reformas e inversiones necesarias. Asia sigue liderando el crecimiento mundial, aunque con menores tasas y con China enfrentando una crisis inmobiliaria y financiera, mientras que América Latina y África presentan perspectivas mixtas que requieren reformas y aumento de la financiación. España destaca con un crecimiento robusto gracias al dinamismo de sus exportaciones y el empleo, aunque enfrenta retos estructurales a medio y largo plazo y podría verse afectada en el corto plazo por las tensiones geoeconómicas y la débil marcha de Alemania y Francia.

Análisis
La economía mundial encara el año 2025 con un crecimiento robusto, pero con una elevada incertidumbre y numerosas amenazas. Hay dos buenas noticias: la primera es que se ha dejado atrás el largo (pero transitorio) episodio de inflación de 2022-2023, que ha alimentado el descontento de la población en todas las latitudes, e incluso derribado gobiernos; la segunda es que la economía mundial se ha mostrado muy resiliente en términos de crecimiento y empleo, tanto a las subidas de tipos de interés necesarias para atajar la escalada de precios como a los shocks geopolíticos, desde las guerras en Ucrania y Oriente Medio hasta las medidas proteccionistas en el contexto de la rivalidad entre EEUU y China. De hecho, para sorpresa de muchos analistas, el fantasma de la recesión ha desaparecido y los mercados financieros han cerrado 2024 con excelentes resultados.

En este contexto, el Fondo Monetario Internacional (FMI) espera que la economía mundial crezca en 2025 al 3,2%. Pero también alerta de que existen importantes riesgos, que se han incrementado desde que Donald Trump ganara las elecciones el 5 de noviembre de 2024. De hecho, tres de los potenciales riesgos que el FMI identificaba en octubre –escalada arancelaria que lleve al aumento de la incertidumbre y la fragmentación de la economía mundial, reducción de los flujos migratorios, y restricción de la liquidez a nivel global– tienen mayor probabilidad de materializarse a partir de enero con la llegada de Trump a la Casa Blanca.

La economía española, por su parte, brilla entre las “moribundas” economías europeas, en particular la de Alemania. De hecho, The Economist la considera la economía avanzada con mejor comportamiento en 2024 sobre la base de la evolución del crecimiento económico, la inflación, el desempleo, el déficit público y el desempeño bursátil. Sin embargo, la sostenibilidad a largo plazo del crecimiento económico español dependerá, por un lado, de la capacidad del gobierno de llevar adelante una agenda reformista que ataje los principales retos de la economía en un contexto de fragmentación parlamentaria y polarización política y, por otro, de la capacidad de la UE de implementar las reformas planteadas por los informes Letta y Draghi para aumentar la productividad y mejorar el funcionamiento del mercado interior.

En este informe se analizan las perspectivas económicas de las principales regiones del mundo y los riesgos para el crecimiento. La incertidumbre ante las políticas de la Administración Trump, los elevados niveles de deuda y los riesgos asociados a la geopolítica, a los eventos climáticos extremos y a la disrupción tecnológica podrían nublar un escenario que se anticipa relativamente benigno. Aun así, el crecimiento global esperado, de materializarse, sería notablemente más bajo del que la economía global exhibía antes de la pandemia. De hecho, muchos países pobres y en desarrollo han revisado sus perspectivas de crecimiento a la baja debido a los conflictos, y algunos –sobre todo en Asia Central y África Subsahariana– han dejado de converger con los países avanzados.

1. La economía estadounidense

La economía estadounidense seguramente seguirá creciendo a ritmos superiores al 2% a lo largo de 2025, cerca del pleno empleo. Sin embargo, la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca podría generar importantes disrupciones, tanto dentro de EEUU como, especialmente, en la UE y, por extensión, en España.

Existe una elevada incertidumbre sobre qué políticas económicas, fiscales, energéticas, comerciales, financieras y migratorias seguirá la nueva Administración. Sin embargo, existe un consenso en que, de aplicarse lo anunciado en la campaña electoral, serán inflacionistas, aumentarán el déficit público y elevarán los aranceles. En el plano macroeconómico, la combinación de deportaciones de inmigrantes indocumentados (difícil de llevar adelante, pero que Trump confía en poder realizar), los aranceles sobre todas las importaciones de bienes y el aumento del déficit público derivado de las bajadas de impuestos y el crecimiento del gasto militar generarían una subida de la inflación, que para alivio de la Reserva Federal ya se había situado por debajo del 3%. Pero, por otra parte, si Trump termina siendo más moderado y, además, aumentan notablemente la producción de combustibles fósiles, los menores precios de la energía (sobre todo de la gasolina) podrían mantener la inflación bajo control.

En todo caso, una eventual subida de precios llevaría a la subida de los tipos de interés, lo que enfriaría el crecimiento económico estadounidense y afectaría negativamente al conjunto de la economía mundial. Asimismo, el aumento de la rentabilidad de los activos en EEUU y las estrategias de sustitución de importaciones podría llevar a una apreciación del dólar (que los mercados parecen ya haber anticipado) que obligaría a reaccionar al Banco Central Europeo. Un dólar fuerte y mayores restricciones de liquidez a nivel global también podrían suponer problemas para las economías emergentes, en especial las de América Latina, que son propicias a las salidas de capital cuando sus monedas se deprecian y cuyos gobiernos y, sobre todo, empresas, se siguen endeudando mayoritariamente en dólares.

Cabe la posibilidad de que Trump intente reducir la independencia de la Reserva Federal. Si lo consiguiera, no habría subidas de tipos de interés. Pero esto podría hacer un enorme daño a la fortaleza institucional de EEUU en materia económica y precipitar problemas de estabilidad financiera dado el elevado endeudamiento (en el entorno del 100% del PIB, si no se tiene en cuenta la deuda intragubernamental, y en continuo crecimiento, como se muestra en la Figura 1), que podrían afectar al papel del dólar como moneda de reserva global a largo plazo.

En este sentido, resultan también especialmente preocupantes las estimaciones de la evolución del déficit público sobre PIB de la Oficina Presupuestaria del Congreso de EEUU que, como se puede deducir de la Figura 2, no estarán por debajo del 5,2% en ningún año de la próxima década.

Pero lo que más negativamente podría afectar a la UE y a España en materia económica sería el inicio de una guerra comercial (existen importantes riesgos en seguridad y defensa también, pero no son el objeto principal de este análisis). Trump ha prometido aranceles de entre el 10% y el 20% para las importaciones provenientes de Europa. Dado que cerca del 8% de las exportaciones de bienes de la UE tienen como destino EEUU (en el caso de Italia y Alemania la cifra es cercana al 10%, y para España de casi el 5%), los aranceles reducirían el crecimiento y el empleo en las economías europeas. Además, si la Unión opta por establecer represalias e inicia una guerra comercial, el impacto sobre el crecimiento podría ser todavía mayor, además de elevar la inflación en Europa por la combinación de importaciones más caras y un euro más débil (recordemos que los países europeos importan mucho petróleo y este se paga en dólares). También se puede esperar que si la Comisión Europea empieza a aplicar su “arancel verde” (CBAM, por sus siglas en inglés), lo más probable es que la Administración Trump responda con más medidas proteccionistas.

Por último, se puede anticipar que el diálogo económico entre EEUU y España se volverá más tenso, aunque también cabe señalar que durante la primera Administración Trump (2017-2021) la sólida relación económica bilateral prácticamente no se vio alterada y las inversiones directas crecieron en ambas direcciones. De hecho, el proteccionismo de Trump podría beneficiar a algunas empresas españolas ubicadas en EEUU y la Administración norteamericana podría presionar para que se reduzca la regulación en algunos sectores de la economía europea. Si esto se plasmara en una reducción de las trabas administrativas y las barreras al funcionamiento del mercado interior (algo que, por otra parte, reclaman los informes de Letta y Draghi), sería positivo para la economía de la UE.

Por último, es posible que el negacionismo climático de Trump, su desprecio por el multilateralismo y su animadversión por la UE se traduzcan en dificultades para mantener el necesario diálogo económico transatlántico y continúen el proceso de corrosión de las instituciones de gobernanza económica global. Lo más probable es que Trump elimine el Trade and Technology Council, que ha servido como principal (aunque defectuoso) foro de diálogo económico entre EEUU y la UE durante los últimos años. También es probable que se interrumpan las negociaciones tanto sobre el Global Arrangement for Sustainable Steel and Aluminum (GASSA) como sobre el acuerdo de libre comercio sobre minerales críticos, en las que los países europeos estaban especialmente interesados. Por último, pueden anticiparse conflictos en materia de regulación tecnológica y de plataformas y redes sociales. La normativa europea sobre servicios y mercados digitales (DSA y DMA) podría entrar en colisión con una Administración Trump donde el peso de Elon Musk y de los gigantes tecnológicos será mayor.

2. La economía europea

Los resultados de las elecciones en EEUU no son buenas noticias para una economía europea que lleva años sufriendo un desacoplamiento respecto a EEUU en términos de crecimiento y productividad, y que no necesita un incremento de la tensión geopolítica. Además, un eventual acuerdo entre EEUU y China, que consistiría en limitar la subida de aranceles a cambio de que China importe más y exporte menos bienes a EEUU podría perjudicar a Europa, que pasaría a absorber gran parte del exceso de capacidad de la economía china.

En todo caso, la incertidumbre y la reducida confianza de los ciudadanos europeos en sus economías están generando un fuerte ahorro de los hogares europeos, pero que no se transforma en inversión doméstica por limitaciones en el mercado de capitales, hipotecando por tanto las posibilidades de crecimiento futuro. La UE apenas crecerá un 0,9% en 2024 (una décima menos en la zona euro, con una pujante España que contrasta con el débil crecimiento de Alemania, Francia e Italia), frente al 2,8% de EEUU. En la Figura 3 se muestra el crecimiento intertrimestral de las principales economías de la UE en el último año, comparándolo con EEUU y China.

Este progresivo desacoplamiento de la UE respecto a EEUU en términos de crecimiento y competitividad, en especial desde la crisis financiera de 2008, ha dado pie a la publicación de los Informes Letta y Draghi, de los que se concluye la necesidad de una mayor ambición integradora, la profundización del mercado único, la simplificación regulatoria y una mayor inversión pública y privada para reducir la brecha tecnológica y acometer la transición energética y la transición digital con éxito.

La UE se enfrenta, además, al peligro directo de aranceles estadounidenses y al indirecto de un recrudecimiento de la guerra tecnológica entre EEUU y China (con el problema de que Europa es mucho más vulnerable tecnológica y energéticamente). De ahí que la UE haya optado por una desvinculación progresiva del riesgo procedente de las dependencias económicas de China, pero evitando el desacople, como se ve, por ejemplo, en la imposición de medidas compensatorias en el sector del vehículo eléctrico contra las subvenciones de China, con aranceles destinados a cubrir la ventaja artificial, y no (como EEUU) a impedir la entrada de vehículos chinos en el mercado. En este contexto, el acuerdo entre la UE y Mercosur alcanzado en diciembre de 2024, de ratificarse, permitiría a las economías europeas continuar diversificando riesgos, así como abrir nuevos mercados para sus exportaciones.

La posibilidad de que Europa no pierda el tren del crecimiento y la tecnología depende en gran medida de una aplicación valiente del Informe Draghi. Por desgracia, la ambición europea se ve gravemente lastrada por el desfavorable contexto económico y político, caracterizado por dos preocupantes ausencias: la falta de liderazgo del eje francoalemán, muy debilitado por las crisis políticas en sus respectivos países, y la falta de crecimiento de tres de sus principales economías: Alemania, Francia e Italia.

La crisis de la economía alemana se deriva de al menos cuatro elementos: (a) el exceso de confianza de sus líderes políticos al promover una estrecha relación de la industria alemana con China (como proveedora de inputs y minerales esenciales) y Rusia (como suministradora de gas); (b) la mala gestión empresarial, con graves escándalos como el de las emisiones de Volkswagen o el contable de Wirecard y erróneas decisiones estratégicas como la insistente apuesta por el vehículo híbrido; (c) la falta de inversión, constreñida por el lado público por elementos como el límite constitucional a la deuda;  y (d) el pesado marco regulatorio y fiscal. Todo ello ha llevado a una previsión de crecimiento del -0.1% en 2024 y una pérdida progresiva de tejido industrial. Del resultado de las elecciones del 23 de febrero de 2025 –para las que los partidos radicales AfD y BSW tienen unas expectativas de voto de un 19% y un 8%, respectivamente– depende la posibilidad de que un nuevo liderazgo político asuma los errores cometidos y sea capaz de reiniciar la locomotora alemana. Un bloqueo político tendría graves consecuencias tanto para la economía alemana como para la europea.

El problema fundamental de Francia es su desequilibrio presupuestario, con un déficit previsto del 6% en 2024 (el más alto de la UE) y una deuda pública superior al 110% del PIB, lo que, unido a un débil crecimiento económico (de apenas un 1,1% para 2024), plantea serios problemas de sostenibilidad que ya se reflejan en la prima de riesgo (recordemos que Francia está sujeta desde julio de 2024 a un Procedimiento de Déficit Excesivo, en el marco de las nuevas reglas fiscales europeas). En un marco de tensiones políticas, no parece fácil que el nuevo gobierno de Bayrou acometa serias medidas presupuestarias de recorte del gasto o de implementación de imprescindibles reformas estructurales. Pero, al menos, debería lograr aprobar un presupuesto en 2025.

La fragilidad de la economía de Italia es aún más estructural, con un crecimiento del PIB del 0,7%, un déficit del 4% y una deuda pública del 137% previstos para 2024. El crecimiento medio del PIB de Italia en la última década ha sido de apenas un 0,8%, fruto de una baja productividad (por la débil inversión, limitada por el escaso espacio fiscal, y la compleja regulación y fiscalidad) y una reducción de la población de más de 1,3 millones de personas (por la baja fertilidad, la escasa participación femenina en el mercado de trabajo y la emigración anual de más de 100.000 italianos). Como consecuencia, sectores clave como el automovilístico y el textil enfrentan crisis significativas, y complican la recuperación económica del país.

3. Las economías de China, el resto de Asia, América Latina y África

Asia, sobre todo Asia Oriental, va a seguir siendo el continente más dinámico en 2025, representando cerca del 60% del crecimiento mundial. Según estimaciones del FMI, todas las grandes economías de la región crecerán más lento que el año pasado, pero tanto la India, con un 6,5%, como Vietnam (6,1%) y Filipinas (6,1%) presentarán crecimientos robustos, y lo mismo se puede decir de Indonesia (5,1%) y Camboya (5,8%). Incluso China, que sigue perdiendo fuelle, crecerá a un respetable 4.5%, aunque también es cierto que cada vez hay más dudas sobre la veracidad de sus cifras macroeconómicas.

Lógicamente estas cifras están sujetas a los posibles aranceles (de hasta un 60%) que pueda aplicar la nueva Administración Trump a los productos que vengan de China y otras economías. Trump también ha anunciado que castigaría a todas las economías que quieran desdolarizarse, y eso no solo afectaría a China, sino también a la India. El contexto es de gran incertidumbre, y no se puede descartar una guerra comercial que golpeen duramente a la economía mundial en general y a Asia en particular.

También es cierto que hasta ahora los países de la ASEAN se han beneficiado de la escalada arancelaria entre EEUU y China. Mucha actividad industrial se ha trasladado de China a países como Vietnam, Indonesia y Camboya y eso explica el alto dinamismo de sus economías. Sin embargo, esto cambiaría si la Administración Trump no sólo impusiese aranceles a los productos provenientes directamente de China, sino a todo insumo chino en cualquiera de los eslabones de las cadenas de valor. En ese caso, ni la ASEAN, ni Europa, ni México se librarían de un shock importante, y esto podría tener un alto impacto inflacionario. Los precios también subirían si hubiese tensiones geopolíticas en el estrecho de Taiwán o si, por alguna razón, el conflicto en Oriente Medio se extendiese a un enfrentamiento más directo entre Israel e Irán y produjese un choque todavía mayor entre EEUU y China.

En todo caso, salvando los escenarios más negativos, lo previsible es que Corea del Sur y Australia crezcan en torno al 2% y, como siempre, Japón se mantenga a un ritmo más bajo, en un 1%. La India crecerá fuerte sobre la base de la demanda interna y la inversión privada, y por lo tanto estará más aislada del contexto geopolítico, y las grandes incertidumbres estarán centradas en China. Aquí, todo dependerá de las acciones del gobierno en Pekín y las respuestas que estas desencadenen en otras capitales. Si el estímulo para salir del bache actual es mayor inversión en capacidad industrial y exportación, la reacción prote

Recapiti
Federico Steinberg, Judith Arnal, Enrique Feás, Miguel Otero Iglesias.