Francisco Franco murió y el socialcomunismo y el separatismo siguen vivos, lo cual evidencia la autenticidad del aforismo acuñado por Sun Tzu: “El animal más difícil de matar no es el león, sino la rata”. Es un aforismo empírico el del gran general y estratega chino formulado seiscientos años a.C. pues, más de dos mil años después sigue mostrando su inapelable validez y su lozanía, tanto para la grandeza del león como para ponzoñosa capacidad de supervivencia de la rata, que es infiníta, como la estupidez y la crueldad humanas.
En España ya no hay leones, salvo los que ornamentan la entrada del Congreso de los Diputados, a los que los castizos madrileños bautizaron con dos nombres que les sientan como un guante: Daoiz y Velarde. No hay leones, no, pero sí epidemia de socialistas, comunistas y separatistas, además de la cuerda de tontos útiles que les hacen de coro y de palmeros. Todos ellos vegetan y engordan en los escaños que custodian Daoiz y Velarde, con el objetivo, activo o pasivo, qué más da, de roer hasta los tuétanos la memoria del último león español: Francisco Franco, cuyo nombre pretenden convertir en el paradigma del mal, tal y como la Leyenda Negra convirtió al Duque de Alba en los Países Bajos en el Coco con el que los papás asustan a los niños impertinentes y molestos para que se vayan a la cama sin rechistar.
Las ratas son sucias y tóxicas, pero no tontas, por eso saben que toda nación en declive tiene una relación malsana con la propia memoria y siente el deseo de ocultarla hasta anularla porque cuando la muerte del león al que temían ha recogido ya su cosecha, sólo su memoria puede franquear el tiempo a lomos de la verdad, cancelando la traición y la mentira.
No olvidemos que la verdad deja de respirar sin valentía, pues la valentía puede salvar las peores situaciones de hostilidad, y en esas ocasiones es más eficaz que el derecho y que la razón misma. El apocamiento de ánimo nunca resuelve nada, ni aún cuando le asiste la razón. Defendamos la memoria del último león español, cuyo recuerdo hace temblar a las ratas.