El absentismo laboral en España ha alcanzado niveles preocupantes, con un coste anual que asciende a 49.000 millones de euros, lo que representa cerca del 3% del PIB. No solo eso, sino que el 30% de las bajas laborales están relacionadas con problemas de salud mental, como el estrés, la ansiedad y la depresión. Este fenómeno se ha incrementado notablemente en la última década, triplicándose en algunos sectores. Además, existe una tendencia creciente hacia las bajas de larga duración, lo que agrava aún más el impacto en la productividad y la sostenibilidad de las empresas.
Existe una percepción generalizada de que el entorno laboral contribuye al deterioro de la salud mental de los empleados, debido a la presión, las exigencias de rendimiento y las dificultades para conciliar vida profesional y personal. Sin embargo, Joan Piñol, director general de Salud y Persona Fundación, destacó que el trabajo es un factor de protección de la salud, ya que proporciona estructura, estabilidad y propósito a las personas. De hecho, estar empleado reduce el riesgo de desarrollar problemas graves de salud mental, siempre que las condiciones laborales sean adecuadas. Esto refuerza la idea de que las empresas no solo deben preocuparse por la productividad, sino también por generar entornos de trabajo saludables que fomenten el bienestar emocional.
Esto es especialmente relevante teniendo en cuenta que una de las grandes transformaciones en el mundo laboral es el cambio de prioridades de las nuevas generaciones. Mientras que en el pasado la estabilidad laboral y el crecimiento dentro de una misma empresa eran objetivos prioritarios, hoy en día los empleados más jóvenes valoran más la flexibilidad, la conciliación y el bienestar emocional.
Esta evolución ha generado fricciones en las organizaciones, ya que los líderes tradicionales, acostumbrados a modelos más rígidos, a menudo encuentran dificultades para gestionar equipos con otras expectativas. Este cambio de mentalidad está relacionado con el aumento de las bajas laborales, ya que las nuevas generaciones tienen una menor tolerancia a la frustración y están más dispuestas a dejar un empleo o solicitar una baja cuando sienten que su bienestar está comprometido.
Para Javier Savín, director de atención psicológica y formación de Salud y Persona Fundación, invertir en prevención reduce de forma significativa el absentismo en las empresas. Una intervención temprana en problemas de salud mental disminuye sensiblemente el riesgo de desarrollar trastornos más graves. Según los expertos, aquellas empresas que han implementado programas preventivos, como asistencia psicológica para empleados, formación en gestión emocional y estrategias de bienestar, han logrado disminuir las bajas laborales y mejorar el ambiente de trabajo. A pesar de estos resultados positivos, todavía hay muchas organizaciones que no han incorporado estas iniciativas, en parte por desconocimiento y en parte por una percepción errónea de que la salud mental es un problema individual y no empresarial.
Por otro lado, los directivos desempeñamos un papel fundamental en la gestión de la salud mental de nuestros equipos. Una baja inteligencia emocional, el liderazgo autoritario y la falta de empatía son factores que pueden contribuir al aumento del estrés y la insatisfacción en el trabajo. Asimismo, los directivos debemos estar atentos a algunas señales clave en las personas de nuestro entorno laboral, como cambios en la actitud, el aislamiento social, el descenso en el rendimiento y la falta de participación en actividades del equipo. Por todo ello, es recomendable que las empresas ofrezcan formación específica a sus líderes en todos estos ámbitos, lo que contribuirá a manejar mejor los conflictos, ofrecer feedback de manera constructiva y fomentar un clima de trabajo positivo. También es importante normalizar el diálogo sobre salud mental en las empresas, para que los empleados se sientan cómodos buscando ayuda sin miedo a ser estigmatizados.
