Málaga se une a la España Nacional - F.N. Francisco Franco

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8 de febrero de 1937

Erik Norling

   En febrero se cumple el aniversario de la entrada de las tropas del Ejército Nacional en Málaga. Para los republicanos fue la caída de Málaga, mientras que para la España Nacional la Liberación de Málaga, siguiendo las consignas de la propaganda del momento. Una manipulación de la memoria que ha sido extremadamente eficaz, persistiendo hasta hoy gracias a la propagación de numerosos mitos por parte de los medios afines a los vencidos en la Guerra Civil.

   Málaga era por aquel entonces una pujante capital de provincias, con 180.000 habitantes, un puerto de gran importancia abierto hacia el Mediterráneo y cerca del Atlántico, junto a una economía agrícola de importancia. Durante la etapa republicana, la población había mayoritariamente votado a las izquierdas. El primer diputado del PCE fue elegido por esta provincia. En las elecciones de febrero de 1936 los resultados en la capital mostraron claramente la supremacía del Frente Popular que daría lugar al sobrenombre de “Málaga la roja”: alrededor de 55.000 votos a favor del Frente Popular mientras la coalición de la CEDA apenas alcanzaba 14.000. El consistorio municipal fue ocupado por las izquierdas e inmediatamente la capital malagueña se sumergió nuevamente en una espiral de violencia, huelgas y odios sectarios.[1]

    El 18 de julio de 1936 la guarnición de Málaga se une al Alzamiento Nacional. Sin embargo, una serie de indecisiones provoca su fracaso, mientras que en Sevilla, Cádiz, Huelva y la mayor parte de Granada triunfa. Durante seis largos meses la ciudad estará bajo el poder de las autoridades republicanas, que cercadas a excepción de la carretera costera hacia Almería, intentarán mantenerla.[2] La población civil creció durante el otoño, conforme las tropas nacionales avanzaron sobre Ronda, levantaron el asedio de Granada y tomaban pueblo tras pueblo del interior de Andalucía. Se calcula en cerca de una decena de millares de refugiados que habían llegado a Málaga, unido a los miles de soldados del Ejército Rojo allí acantonados mientras se desató una verdadera oleada de asesinatos, incendios y saqueos que fueron víctimas las clases burguesas de la ciudad.[3] La destrucción del centro y las zonas residenciales aledañas sería considerable, además de edificios religiosos además de un elevadísimo número de víctimas.[4]

La ofensiva sobre ciudad

Debido a la lentitud en el avance nacionalista en Andalucía, que había cedido protagonismo para apoyar los frentes de Madrid y el Norte, Málaga quedó prácticamente fuera de los planes del Ejército Nacional hasta que a finales de 1936 se consideró que era preciso iniciar la ofensiva para tomarla, ya con la ayuda de las tropas italianas y el apoyo alemán. El 14 de enero de 1937 comienza formalmente la ofensiva, que apenas si durará tres semanas en los que se desmoronarán las ineficaces defensas republicanas que habían dispuesto de casi medio año para fortificarse.[5] Al mando de las tropas republicanas, que se estimaban en unos 40.000 efectivos, estaba el coronel Villalba y como jefe político el diputado comunista Cayetano Bolívar, Comisario delegado de Guerra.

    Temprano, el 8 de febrero, un día despejado de casi primavera como suele ser habitual en los templados inviernos mediterráneos del Sur, las tropas nacionales de la Columna del coronel Borbón, procedente de Fuengirola por la costa, avanzaban por los barrios periféricos occidentales de la capital. A media mañana las tropas italianas, procedentes del norte, igualmente tomaban posiciones dentro de la ciudad. Esta primer logro fue aprovechado después por la propaganda italiana para mostrar la conquista de Málaga como un éxito de los camisas negras –en un intento de contrarrestar el fracaso de Guadalajara semanas más tarde-, cosa que no correspondía a la realidad y provocó irritación en el Cuartel general de Franco, para regocijo de los historiadores antifranquistas.

     Málaga cayó sin apenas resistencia.  El parte de guerra dado en el Cuartel General del Caudillo en Salamanca ese día es explícito, breve y espartano, como de costumbre, pero revelador de lo acontecido: “Ejército del Sur: Continuando la brillante operación sobre Málaga, a las 7 horas y 30 minutos del día de hoy atravesaron nuestras tropas el Guadalmedina, entrando en el corazón de Málaga y derrotando al enemigo, que intentaba defender la entrada de la población. Se le cogieron más de doscientos muertos.

    Por el norte, en arrollador empuje, las columnas procedentes de Antequera y de Loja dominaban el barrio alto de la capital, venciendo la resistencia que el enemigo todavía ofrecía en algunos sectores (…). A las dos de la tarde, extinguidos todos los focos de resistencia, desfilaron las fuerzas por el centro de la ciudad entre delirantes ovaciones y frenéticos aplausos (…). El enemigo, derrotado, huía en dirección a Motril, perseguido de cerca por nuestros soldados.

     Las autoridades republicanas habían huido y dejado a su suerte a la población civil afecta a la República presa del pánico por la propaganda que anunciaba toda clase de desastres a la caída. Los primeros en abandonar la ciudad en desbandada habían sido los asesores soviéticos, entre ellos el famoso general Kléber, y los políticos del Frente Popular.[6] Los civiles se lanzaron en tropel por la carretera de Almería desde que el cinco de febrero se difundiera la noticia que se acercaban las tropas nacionales. Cualquiera que hubiera simpatizado con partidos de izquierda o el anarquismo huiría, llevando consigo a su familia, provocando un caos solo atribuible a la ineficacia y malicia de las autoridades republicanas que deseaban hacer de Málaga un elemento más de su propaganda bélica aún a costa de sacrificar a la población civil. Que la resistencia fue mínima se reconoce en el parte militar cuando señalan que las bajas enemigas fueron de apenas 200 muertos. 

Málaga, ciudad liberada

La prensa del bando nacional, inmediatamente se hace eco de la noticia y se puede leer en las portadas de los diarios afectos: “Málaga, liberada. El pueblo, frenético de entusiasmo, besa las manos de los soldados y vitorean a España y a Franco”.[7] Ciertamente puede haber algo de exaltación patriótica y propagandística en dichas afirmaciones. No se reproducirán las imágenes que se verán más adelante, en 1939 cuando es liberada Barcelona, pero hay que tener en cuenta que en esa fecha temprana de la contienda los servicios de propaganda nacionales aún estaban en ciernes.

     Sin embargo, eso no impide que una gran parte de la población civil aplaudiese la entrada de las tropas del ejército nacional en Málaga. Los testimonios son numerosos. El periodista malagueño Luis Bolín, que jugó un importante papel al traer al general Franco con el Dragon Rapide, fue uno de los primeros en entrar. El mismo 8 de febrero, con su vehículo circulaba por las calles de la ciudad en solitario, antes de la llegada incluso del grueso de las tropas, enarbolando la bandera rojigualda para alcanzar la casa de sus tíos que permanecían escondidos: “Era temprano. Las calles estaban casi desiertas, pero los contados malagueños que vieron mi coche y mi bandera levantaron en alto los brazos y prorrumpieron en clamores de alegría.”[8]    

    Las escenas de ilusión y alivio por la llegada del Ejército Nacional fueron inmensas, especialmente en los barrios acomodados como El Limonar, Paseo de Sancha o La Caleta. Varios ciudadanos extranjeros que vivieron esas escenas también las han recordado en sus memorias como el estadounidense Edward Norton, un empresario afincado en la ciudad malacitana que no las publicaría sino hasta después de su muerte por lo que son de una credibilidad meridiana, cuando contemplaba la entrada de los vehículos cargados de tropas liberadoras para ellos:

Había hombres que cantaban al son de las trompetas y desde las torres de iglesias repicaban las campanas. A nuestro alrededor, las mujeres lloraban mientras los camiones pasaban en una interminable procesión […] Desde que las fuerzas del general Franco controlaban Málaga, nos sentíamos seguros.[9]

       Muchos otros que vivieron en primera persona el final de la etapa roja en Málaga también recordarán, emocionados, el día de la Liberación: “Al ser liberada Málaga, se animó extraordinariamente. Seguramente se duplicó su población. Era imposible dar un paso por sus céntricas calles. Había cola en los bares, que recobraban su vida alegre, mediterránea, […] las gentes se manifestaban en las calles, dando suelta a un entusiasmo patriótico tanto tiempo contenido.”[10]

    Junto a las tropas del Ejército Nacional llegaban los servicios del Auxilio Social y su personal femenino, que repartían alimentos a una población que ha tenido serias carestías desde el inicio de la contienda, así como cubriendo las plazas de enfermeras en los hospitales para dar atención sanitaria:

“… la ciudad, que está repleta de tanques, coches y soldados que reparten entre la población víveres y panes de trigo de los ubérrimos y fértiles campos de Castilla.

   […] han surgido comedores de centros de auxilio social, donde se han recogido a miles de niños huérfanos y abandonados e hijos de obreros […] Miles de damas enfermeras, bajo la mirada experta de las Hermanitas de san Vicente de Paul, cuidan de los hospitales de sangre y reconfortan a los soldados heridos.”[11]

   Relato que coincide con otras memorias, como la del ya citado Edward Norton cuando recuerda que “Cocineros del ejército trabajaban en las cocinas de campaña en diferentes partes de la ciudad, alimentando a hombres, mujeres y niños hambrientos, mientras que camiones de la intendencia de los nacionales pasaban repartiendo pan.”[12]

    Una de las primeras medidas de las nuevas autoridades fue la de instaurar el orden civil en la ciudad. Apenas 24 horas después de la liberación se nombraba por parte de Queipo de Llano alcalde a Enrique Gómez Rodríguez y se constituía la gestora municipal compuesta por personalidades malagueñas. Su misión primordial era reorganizar la economía municipal, los servicios de limpieza y otros sociales básicos para una población necesitada:

“Mientras el júbilo popular se manifestaba públicamente, sin freno ni ataduras, y se sucedían los desfiles militares y el sosiego volvía a los espíritus, el general en jefe de los ejércitos del Sur circulaba sus primera órdenes para que recomenzara la vida en la ciudad.”[13]

Persistencia y mentiras de la propaganda republicana

Inmediatamente los devastadores efectos de la caída de Málaga en la opinión pública, tanto interna como extranjera, se intentarán contrarrestar con una extensa campaña de propaganda de la República. Al igual que sucederá posteriormente con el bombardeo de Guernica, y ya antes con la entrada en Badajoz, los propagandistas al servicio de la causa republicana se lanzarán a intentar describir las consecuencias que podía tener el avance del Ejército Nacional, con la fin

Recapiti
Pituca Perez