En el Día Internacional de la Mujer, celebramos el trabajo incansable de miles de mujeres que, desde el anonimato, sostienen la salud de sus comunidades. Las Agentes Comunitarias de Salud en Latinoamérica son mucho más que voluntarias: son guías, protectoras y acompañantes en momentos clave de la vida. En Perú, más de 35.000 personas dedican su tiempo libre a esta labor, y en las zonas rurales, solo el 2% son varones. Entre ellas está Nelly Araujo Espinoza, con 13 años de entrega inquebrantable a su comunidad en Ascensión, Huancavelica, donde forma parte de las 3000 agentes en la región. Día a día, acompaña, orienta y cuida a más de 100 familias, ofreciendo apoyo donde los servicios de salud son precarios o no llegan.
Tuvimos el privilegio de conocerla en Valencia, en el marco del programa Kuska (“juntos” en quechua), impulsado por Descocentro y Farmamundi junto a la Generalitat Valenciana, que ha contribuido a la capacitación y fortalecimiento de las agentes comunitarias. Desde 2022, esta iniciativa ha llegado a más de 121.000 personas (62.279 de ellas mujeres), con un enfoque especial en la lucha contra la anemia, la salud mental, la protección de víctimas de violencia y la prevención del abandono escolar. Detrás de cada cifra, hay historias de lucha y esperanza, y en muchas de ellas, está la mano de una agente comunitaria como Nelly, cuya labor merece ser visibilizada y reconocida.
En España no existe esta figura como en Latinoamérica. ¿Puedes explicarnos que es una agente comunitaria?
Ya llevo 13 años como agente comunitaria. También nos llaman ángeles protectores. Es una labor voluntaria de apoyo a mi comunidad que me llega por una invitación del centro de Salud para acompañar a las familias en situación más vulnerable. El personal del centro de salud primero me ayudó a formarme, con capacitaciones, orientaciones en salud, salud mental, nutrición, educación y protección de las mujeres.
Gracias a esta formación puedo realizar un acompañamiento a las familias y les informo sobre cómo protegerse ante las enfermedades o prevenir la anemia en los menores. Con muchas de ellas me comunico en quechua. En la actualidad, tengo a mi cargo más de 300 personas, unas 100 familias.
¿Cómo está organizado su trabajo?
Nosotras tenemos registradas las familias que necesitan las visitas domiciliarias. Vamos y les asesoramos de la importancia, por ejemplo, de lavarse las manos para la prevención de enfermedades o de ponerse vacunas. Como somos parte de la comunidad, las familias acaban confiando en nosotras y nos cuentan sus preocupaciones. A veces les cuesta abrirse y confiar en la enfermera o el doctor, o no quieren llevar a sus hijos al centro de salud, y ahí está nuestro trabajo, en explicarles que es importante acudir al centro de salud. Por eso nuestra figura es tan importante. Somos un eslabón esencial para la comunidad.
¿También brindáis apoyo a la salud mental y a la nutrición? ¿Cómo lo detectáis?
Con la pandemia vimos un incremento de las necesidades de atención a la salud mental de muchas familias. Por motivo de estrés, por las dificultades económicas que surgen por el alza del coste de vida, que también dificulta el acceso a una alimentación equilibrada. Por ello, hacemos sesiones demostrativas de la comida que se debe consumir para evitar la anemia en sus hijos. Muchas mamás se resisten a ver la anemia como una enfermedad. Les explicamos que es muy importante una buena alimentación, la higiene, la educación, la vivienda, que son todo un conjunto necesario para lograr el desarrollo de una persona.
Descocentro ha implementado en el distrito de Ascensión, donde yo vivo, un comedor para apoyar a estas familias que no alcanzan para tener una alimentación saludable.
Si es un trabajo voluntario ¿Qué ingresos tienen para mantener a sus familias?
Ahí tenemos una dificultad. Muchas veces nosotras dejamos a la familia, dejamos de hacer cosas para nosotras para seguir ofreciendo este servicio a la comunidad y de manera voluntaria. Por ello, sería deseable que los Centro de Salud incrementaran el número de agentes comunitarios de salud y que pudieran percibir un sueldo para que más personas quisieran implicarse.
Hacemos una labor social muy importante y la figura de la agente comunitaria debería estar integrada dentro del sistema sanitario de manera remunerada. En mi caso, para obtener beneficios realizo la entrega de comida a domicilio.
Y en cuanto a la violencia contra las mujeres. ¿Cómo las ayudan?
Este es un tema muy importante, por ello existe también una red de promotoras legales. Hemos recibido una capacitación donde nos han enseñado la ruta del acceso sobre qué hacer y cómo poner una denuncia. Las acompañamos y les indicamos que pasos deben seguir. Y muchas de estas mujeres solo hablan quechua, por ello es imprescindible la comunicación con ellas.
Muchas veces la violencia está también en las parejas que beben mucho y se emborrachan, golpean y maltratan a sus mujeres. Y la situación económica tampoco ayuda. Estos hombres muchas veces no tienen trabajo fijo y se desahogan bebiendo alcohol porque piensan así van a solucionar su problema. Y no es así.
Además de facilitadora del centro de emergencia para la mujer, donde nos han enseñado a detectar todos los tipos de violencia, también realizo el acompañamiento a menores con discapacidad, para integrarlos en la sociedad.
¿Otros problemas a los que se enfrentan a diario?
Muchas familias, por motivos religiosos, no aceptan tomar medicamentos o se resisten a acudir al centro de salud. Aquí solo nos queda explicarles e informarles, dedicando tiempo, para que entiendan los beneficios de la atención comunitaria en salud. Es un proceso lento.
También es un grave problema la falta de saneamiento y de acceso al agua potable. Las familias, por ejemplo, tienen perritos en la calle y muchas veces conviven dentro del hogar, en espacios reducidos, con cocina y dormitorios comunes para todos los hijos. Por ello, les asesoramos para que extremen las medidas de higiene.
¿Ha observado avances en estos años de trabajo como agente comunitaria?
Si, he observado muchas mejoras, pero queda mucho por hacer. Por ello es muy importante también la intervención de ONG como Descocentro y Farmamundi. Sufrí violencia por parte del papá de mis hijos. A veces nos negamos a reconocer por vergüenza o por el qué dirán, por eso debemos hablar y denunciar.
Ahora soy autónoma para poder mantener a mi familia. Hago yogur, helados, comida y los vendo para obtener ingresos. También trato de inculcar a otras madres que lo hagan para que pueden salir adelante. Les digo que no necesitan al papá si le pega y las maltrata y que pueden ser independientes y felices. Nos cuidamos entre nosotras. Les digo que tenemos manos y pies y podemos logar lo que queramos. Muchas veces nos falta querernos a nosotras mismas. Es por ello que sigo trabajando cada día como agente comunitaria.