El doctor Jesús Flórez Beledo (Madrid, 1936), Conde de Casa Flórez, es doctor en Medicina y Cirugía y doctor en Farmacología (USA), ha sido Catedrático de Farmacología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Cantabria, ha presidido la Sociedad Española de Farmacología y ha participado en numerosos proyectos de investigación, pero si hay algo que ha marcado su brillante carrera profesional es ser padre de dos hijas con discapacidad que le han llevado a convertirse en un experto de enorme prestigio en este campo. Por sus estudios en la materia ha recibido decenas de distinciones científicas y sociales a lo largo de su trayectoria, como la medalla de Oro de la Cruz Roja Española o el premio Madame Lejeune. En la actualidad, es Presidente de la Fundación Iberoamericana Down21, asesor científico de la Fundación Síndrome de Down de Cantabria, director de los Portales de Internet «Canal Down21» y «DownCiclopedia», y director de la «Revista Síndrome de Down». En esta entrevista para el COM Cantabria con motivo del Día del Síndrome de Down (21 de marzo), analiza la realidad de una sociedad que aún tiene mucho camino por recorrer en el terreno de la integración de personas con discapacidad.
-El Dr. Jesús Flórez es médico, catedrático de Farmacología, profesor e investigador, experto en discapacidades intelectuales. Pero ¿cómo le gusta definirse a usted?
Depende del contexto. En el ambiente farmacológico, como farmacólogo. Y dentro de él, depende de la audiencia: si es ante profesionales, como colega docente e investigador; si es ante estudiantes, fundamentalmente como docente y, si me lo permiten, como amigo. En el ambiente de la discapacidad intelectual, como persona que comparte rosas y espinas, con el ánimo de comunicar experiencias y
conocimientos. En todo caso, en cualquier contexto, como persona que trata de llevar a la práctica aquella vieja idea de que el ser humano, por su esencia, necesita “conocer más para servir mejor”.
-También ha recibido decenas de premios por sus publicaciones y dedicación al síndrome de Down. Pero la semana pasada recogió uno de la Universidad de Salamanca: ¿Por qué le distinguieron esta vez?
Por mi trayectoria profesional referida a este particular síndrome, que se inició desde el nacimiento de mi hija en 1976.
-Hoy celebramos el Día Internacional del Síndrome de Down. ¿Qué retos se han superado en los últimos tiempos para los que tienen esta discapacidad?
En primer lugar, vencer y superar graves errores que mantenían a las personas con síndrome de Down en la oscuridad y la ignorancia. Había incluso profesores de ética en prestigiosas universidades que les negaban la consideración y la dignidad de ser personas: han hecho mucho daño. Se afirmaba y enseñaba que “no sabrán hablar, no sabrán leer y escribir, no tienen capacidad para razonar, tienen muy mala salud,
morirán pronto, no vale la pena, total ¿para qué…?”. La mayoría permanecía pasiva, oculta y escondida en sus casas.
Todo eso ha cambiado como bien se ve. Hay un reconocimiento social cada vez mayor de sus capacidades, sus destrezas, su aportación a la sociedad, su deseo de vivir una ciudadanía compartida y de participar en múltiples actividades, en la medida en que su propia individualidad se lo permite. Porque cada persona con síndrome de Down es distinta, única e irrepetible; como cualquiera de nosotros.
-Y ¿qué retos quedan pendientes?
Aceptar plenamente lo anterior con todas sus consecuencias. Eliminar prejuicios que siguen considerando al síndrome de Down como una maldición ―no invento, lo sigo oyendo― por lo que la sociedad debe promover la eliminación de la vida del ser humano que ha sido engendrado con esta condición y permanece en el vientre de su madre… o acaba de nacer. Son secuelas de esa falsa idea de progreso posmoderno que llamamos progresismo. Queda también el reto de aceptar sin condiciones a esas personas en la vida comunitaria, como una más. Queda el que cada uno de nosotros destierre ese “capacitismo” con el que, solapada o inadvertidamente, clasificamos de
entrada a una persona según su apariencia y según nuestro prejuicio. De esa clasificación interior se derivan a veces injusticias nefastas, mal tapadas después con declaraciones buenistas.
-Esta sociedad ¿está más preparada que antes para acoger a personas con discapacidades? ¿O hemos ido a peor…?
Yo creo que, con lo expuesto anteriormente, queda perfilada la respuesta, con sus luces y sus sombras.
-Hay algunas personas con síndrome de Down que trabajan y tienen capacidad para hacerlo en un ambiente inclusivo, pero ¿se deberían crear más puestos de trabajo para ellas?
El trabajo o el empleo en una empresa ordinaria, bajo el régimen del llamado “empleo con apoyo”, es una de las iniciativas que más felicidad y autoestima proporciona a las personas con síndrome de Down o con otras formas de discapacidad intelectual. Dirán que eso ocurre con todas las demás personas. Yo diría que a ellas, más, por el hecho de haber sufrido previamente más discriminación y segregación. Les encanta verse ocupadas, útiles, ganadoras de un sueldo, reconocidas por su trabajo que, si está bien ajustado a sus capacidades y talentos y bien apoyado por un experto preparador laboral, resulta ser de gran calidad. Las experiencias en este terreno son extraordinarias. Y sí, merece la pena promover más puestos de trabajo.
-Para terminar, ¿cuál es el consejo que le daría a las familias con hijos con síndrome de Down en la actualidad?
Creer y confiar en ellos. Descubrir sus capacidades y esforzarse en que las puedan desarrollar; ejercitar la virtud de la constancia que conduce a la que mi mujer María Victoria Troncoso, gran pedagoga, califica como paciencia activa; incrementar su conocimiento recurriendo a las abundantes y prestigiosas fuentes en las que, basadas en la experiencia, se exponen las cualidades y debilidades que más frecuentemente
quedan expuestas en las personas con este síndrome.