Por Rafael Pampillón Olmedo, IE Business School y Universidad CEU San Pablo
26 de marzo 2025 /
Descarga el artículo en PDF
El autor analiza los efectos de diverso tipo que puede tener el aumento de aranceles por parte de Estados Unidos. Concluye que, aunque EE.UU. tenga un alto déficit comercial, la respuesta no está en adoptar medidas proteccionistas, sino en apostar por una combinación de política fiscal responsable y cooperación internacional. La historia ha demostrado que las soluciones unilaterales pueden generar efectos no deseados, mientras que la coordinación entre países puede llevar a resultados más sostenibles y equitativos.
Los primeros compases de la segunda presidencia de Donald Trump están siendo disruptivos en muchos campos. También en materia económica. Trump ha rescatado un instrumento que se consideraba, en gran medida, superado, como los aranceles. Y parece basar, al menos en parte, su estrategia comercial en dicho mecanismo.
A ello se une que el gobierno de Estados Unidos, cuando está liderado por un partido de ideología republicana, suele proponer medidas económicas basadas en la reducción de la intervención del Estado en la economía. Dos de esas estrategias principales son:
- Desregulación: Se eliminan o flexibilizan normas y requisitos para las empresas con el objetivo de facilitar su creación y funcionamiento. Se cree que menos regulación ayuda a fomentar el emprendimiento y la inversión privada, tanto nacional como la que viene del exterior.
- Reducción de impuestos: Se disminuyen los impuestos que pagan ciudadanos y empresas. Esto deja más dinero disponible en manos de los agentes económicos, incentivando el consumo y la inversión; aumentando la demanda agregada y, por tanto, la inflación.
¿Cuáles son las consecuencias de estas políticas?
A corto plazo, la combinación de desregulación y reducción de impuestos estimula la economía. Las empresas tienen menos costes y más incentivos para invertir y contratar trabajadores. Además, las personas tienen más renta disponible, lo que impulsa el consumo.
Sin embargo, estas medidas también tienen efectos perversos:
- La inflación crece: La Reserva Federal de Atlanta ha previsto que la inflación podría volver a repuntar hasta el 3,7% en los próximos meses.
- Aumento del déficit público: Como los impuestos recaudados por el gobierno disminuyen, hay menos ingresos públicos, lo que genera un mayor déficit fiscal (es decir, el Estado gasta más de lo que ingresa). El déficit público se financia aumentando la deuda pública. Cuando la deuda pública crece demasiado (en EE.UU. representa el 125% del PIB) los inversores pueden exigir mayores tipos de interés para prestarle dinero al gobierno. Esto tiene su lógica, pues perciben un mayor riesgo. Como resultado, los tipos de interés de los bonos del Tesoro americano están aumentando y, a su vez, esto eleva los tipos de interés en toda la economía.
- Mayor demanda de importaciones: Al crecer la inversión y el consumo, también aumenta la necesidad de comprar materias primas, bienes y productos semielaborados del exterior. Esto incrementa las importaciones lo que aumenta el déficit comercial.
Para reducir el déficit comercial, el gobierno de EE.UU. está imponiendo aranceles (impuestos a las importaciones), con la idea de que, al encarecer los productos extranjeros, los consumidores comprarán más productos nacionales.
Sin embargo, los aranceles pueden tener efectos negativos:
- Represalias de otros países: Si EE.UU. sube sus aranceles, otros países pueden responder imponiendo sus propios aranceles a los productos estadounidenses, lo que afecta negativamente a las exportaciones.
- Afectan a los consumidores y empresas locales: Muchas empresas dependen de productos importados. Si estos se encarecen, los costes de producción aumentan, lo que puede traducirse en precios más altos para los consumidores.
- No necesariamente reducen el déficit comercial: En el pasado, cuando EE.UU. aplicó aranceles a China, los importadores americanos simplemente buscaron nuevos proveedores (que no sufrían aranceles del Gobierno) en países como India o Corea, sin que el déficit comercial se redujera significativamente.
¿Existe una mejor solución que los aranceles?
Una alternativa más efectiva para reducir el déficit comercial, la inflación y el déficit público al mismo tiempo es la austeridad fiscal, es decir, recortar el gasto público para reducir el déficit presupuestario.
En este sentido Trump ha entregado a Elon Musk una parte significativa del control sobre la estructura gubernamental para reducir el tamaño del Estado. Es decir, algo parecido a lo que hizo Musk cuando compró Twitter. A través del Department of Government Efficiency (DOGE), Musk ha despedido a empleados federales en masa, ha cerrado agencias clave como USAID y, en general, ha puesto en marcha una estrategia de desmantelamiento del gasto público.
Su argumento es que la burocracia supone una carga ineficiente que drena los recursos del país. A su juicio, la intervención estatal debe ser mínima. Como señaló Ronald Reagan: “el Gobierno no es la solución, el Gobierno es el problema”.
Si el gobierno reduce el gasto público:
- Disminuye el déficit público, lo que puede reducir la necesidad de endeudamiento.
- Se enfría la economía, reduciendo la demanda agregada y, por lo tanto, las importaciones y la inflación.
- Bajan los tipos de interés, lo que hace que el dólar se deprecie, favoreciendo las exportaciones.
Sin embargo, la austeridad también tiene sus desventajas:
- Puede desacelerar el crecimiento y la creación de empleo. La Reserva Federal de Atlanta predice una contracción del PIB estadounidense en el primer trimestre del año del 2,8%. Además, la tasa de desempleo subió al 4,1%, en febrero, por la creciente incertidumbre sobre la política comercial y los profundos recortes del gasto público federal, que podrían erosionar la resistencia del mercado laboral en los próximos meses.
- Puede afectar a los programas sociales si los recortes se centran en áreas sensibles.
El papel de Alemania y China en el equilibrio económico global
Aquí es donde entra en juego la importancia de la coordinación internacional. EE.UU. no opera en un vacío; su economía está interconectada con la de otros países. En este sentido, si EE.UU. aplica medidas radicales de reducción del gasto público para disminuir su déficit comercial, pero otros países también están en una fase de bajo consumo, la estrategia puede no funcionar.
Actualmente, se observan movimientos en economías clave como Alemania y China, que podrían cambiar este equilibrio:
- Alemania: En los últimos años, ha mantenido una política fiscal austera, con bajo gasto público y elevados superávits comerciales. La futura Grosse Koalition entre democristianos y socialdemócratas planea eliminar las restricciones al endeudamiento para los gastos de defensa superiores al 1% del PIB. El parlamento saliente votará este mes sobre el acuerdo, que requiere una mayoría de dos tercios. Si esto ocurriese, Alemania podría empezar a importar más de Estados Unidos, y contribuir al equilibrio del comercio global.
- China: Su economía también se enfrenta a un debilitamiento del consumo y de la generación de empleo, lo que ha provocado presiones para que su gobierno aplique estímulos fiscales que incentiven la demanda interna. Algunos analistas estiman que el crecimiento real de China en 2023 fue del 1,5% y en 2024 estuvo por debajo del 3%. Muy lejos del dinamismo esperado para una economía emergente. La economía china parece estar atrapada en una trampa de bajo crecimiento. Una situación que recuerda a la crisis económica vivida por Japón tras el estallido de su burbuja inmobiliaria en 1991. Si China opta por aumentar su demanda agregada, podría importar más bienes de EE.UU. y otros países, ayudando a reducir los desequilibrios comerciales.
¿Un posible acuerdo global?
En este contexto, una solución viable sería un acuerdo entre EE.UU., Alemania y China. Así, EE.UU. podría comprometerse a reducir su déficit fiscal sin recurrir a aranceles, mientras que Alemania y China podrían estimular sus economías lo que aumentaría sus importaciones. Esto beneficiaría a todas las partes:
- UU. lograría reducir sus déficits gemelos (público y comercial) sin dañar su economía con aranceles o recortes drásticos.
- Alemania y China impulsarían su demanda interna y reducirían su dependencia de las exportaciones de bienes.
- El comercio internacional se equilibraría sin guerras comerciales.
Conclusión: La economía es un sistema interconectado
La interacción entre políticas fiscales, déficits y comercio internacional muestra que la economía global es un sistema interdependiente. Las decisiones de un país afectan a otros, y la mejor solución a problemas económicos no siempre es una medida aislada, sino una estrategia coordinada entre múltiples actores.
Aunque EE.UU. tenga un alto déficit comercial, la respuesta no está en adoptar medidas proteccionistas como los aranceles. Más bien tendría que apostar por una combinación de política fiscal responsable y cooperación internacional. La historia ha demostrado que las soluciones unilaterales pueden generar efectos no deseados, mientras que la coordinación entre países puede llevar a resultados más sostenibles y equitativos.
Trump está demostrando, hasta el momento, ser un presidente impredecible y heterodoxo en materia económica. Recuerda, en parte a Reagan, que también obtuvo una gran victoria electoral. Y que intentó bajar los impuestos para recaudar más, pero acabó disparando el déficit público. Podría ocurrir que Trump se encontrara también con otra paradoja: que sus aranceles fueran un búmeran que dañara a las familias y empresas americanas. Y que fueran ellas (y no los mandatarios extranjeros) las que le obligaran a retirar esta medida. En definitiva, y, como diría Maquiavelo, la historia es la maestra de los príncipes.