Esperanza en el Batey: Un mes de cambio con NPH | Fundación NPH

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Durante el pasado mes diciembre, Claudia y Álvaro vivieron una experiencia transformadora como voluntarios de NPH República Dominicana. Su misión los llevó al corazón de una de las realidades más desafiantes del país: la educación en los bateyes, comunidades tradicionalmente excluidas donde el acceso a oportunidades es escaso, pero el potencial humano es enorme.
Álvaro y Claudia durante su voluntariado en NPH República Dominicana

Todo empezó cuando Claudia y Álvaro decidieron realizar un voluntariado que les permitiera conocer de primera mano otras realidades y culturas. Al llegar a NPH República Dominicana se encontraron con un proceso de adaptación y retos, pero también entusiasmo e ilusión. Y en seguida se pusieron con el apoyo por las tardes en la escuela del Batey cercano al centro de NPH.

Los bateyes son asentamientos que surgieron originalmente alrededor de los campos azucareros. En ellos viven, en su mayoría, personas de origen haitiano y dominicano con escasos recursos. Estas comunidades, a menudo olvidadas por los servicios públicos, enfrentan limitaciones profundas en áreas clave como salud, infraestructura y, especialmente, educación.

En este contexto, NPH trabaja para ofrecer oportunidades reales a niños y jóvenes, brindando apoyo educativo, programas de nutrición, acompañamiento social y espacios seguros para el aprendizaje.

La pequeña escuela del Batey, donde Claudia y Álvaro centraron su labor, es un ejemplo de estos esfuerzos. A pesar de las limitaciones de infraestructura —como un techo dañado y la acumulación de basura— el espíritu de la comunidad y el compromiso del equipo de NPH lograron crear un espacio de esperanza y aprendizaje.

Una experiencia transformadora

Desde el primer día, Claudia y Álvaro se integraron con entusiasmo, ofreciendo clases, organizando actividades y colaborando estrechamente con la encargada de la escuelita del batey. Pero pronto comprendieron que su ayuda podía ir más allá de lo educativo. Ante la situación precaria del lugar, decidieron priorizar la rehabilitación del espacio con la ayuda de los vecinos del Batey, quienes se unieron activamente en tareas de limpieza y reparación.

La motivación fue contagiosa”, afirman. “Lo más revelador fue ver cómo, con apoyo y herramientas, niños y jóvenes se involucraban con ilusión, incluso en tareas como recoger basura, algo que hasta entonces no formaba parte de su realidad cotidiana”.

Enfrentaron grandes desafíos, como la inexistencia de un sistema municipal de recolección de residuos. Sin embargo, gracias a la colaboración de la comunidad, el uso de la camioneta de Kiki —una figura clave en el equipo de NPH— y la ayuda de personas externas, lograron mejorar notablemente las condiciones del espacio escolar.

Según datos de la Oficina Nacional de Estadística (ONE) y estudios realizados por organizaciones internacionales como UNICEF, los índices de escolarización en los bateyes son significativamente más bajos que la media nacional. Muchos niños abandonan la escuela antes de completar el ciclo básico y la falta de instalaciones adecuadas, materiales escolares y personal capacitado agrava esta situación.

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Lecciones que inspiran

Observar cómo los niños, acostumbrados a arrojar residuos al suelo, mostraban gran entusiasmo al participar en actividades de limpieza cuando les proporcionábamos herramientas como rastrillos, palas y guantes. Esta experiencia nos permitió ver que tienen potencial para ser los encargados de cambio en su entorno.” – reflexionan sobre su experiencia.

A pesar de la brevedad de su estancia, Claudia y Álvaro dejaron una huella visible y recibieron también lecciones profundas: “Aprendimos que el cambio es posible cuando se trabaja en equipo, con empatía y objetivos claros. El potencial del Batey está ahí, solo necesita oportunidades”.

Desde la Fundación NPH queremos agradecer de corazón a Claudia y Álvaro por su compromiso, energía y sensibilidad. Su testimonio no solo resalta las dificultades que aún persisten en estas comunidades, sino también la fuerza transformadora del voluntariado y la cooperación internacional.

Su ejemplo nos recuerda que ningún esfuerzo es pequeño cuando se trata de construir un mundo más justo. Y que, a veces, un mes basta para sembrar esperanza.

Si te inspira esta historia puedes conocer más sobre el programa de voluntariado de NPH o apoyar la labor educativa de NPH ayudándonos en nuestros programas educativos mensualmente y ser parte del cambio.
Recapiti
Olga Pérez